Lazarillo
Mañana se presenta en la antigua Escuela de Comercio de Gijón un libro de indudable interés, habida la cuenta la entidad que tuvo esa diáspora, marcada sobre todo por la evacuación de más de un millar de niños desde el puerto gijonés de El Musel. La obra se titula: Exilio republicano asturiano. Historias de vida. Lo firman Rosa Calvo Cuesta y Enriqueta Ortega Valcárcel integrantes del
Grupo Eleuterio Quintanilla (Sección de Educación del Ateneo Obrero de
Gijón). La edición corre a cargo de Impronta Editorial. Intervendrán en la presentación: Leonardo Borque, secretario del Ateneo Obrero de Gijón, y las autoras. Aportarán sus testimonios vitales: Eloína Blanco
Fanjul, Manuel Blanco Fanjul, Rita Obaya Fernández y Ángeles Flórez Peón
(Maricuela). Habrá también una intervención musical de David Roldán
Calvo (viola). He aquí parte de la reseña que hace del libro la historiadora Rosa María Madariaga en Crónica Popular:

Como
es sabido, y nos recuerdan oportunamente las autoras, Asturias, excepto
Oviedo, quedó en manos republicanas, pero también aislado del resto del
territorio controlado por el gobierno de la República. Durante este
período, que duró 15 meses, Asturias vivió momentos muy difíciles de
penuria de alimentos, violencias y bombardeos, que llevaron a la
población a buscar desesperadamente refugio en otras tierras. Dadas las
circunstancias, las autoridades trataron de organizar la evacuación por
mar, a través del puerto del Musel.
Además
de la evacuación de niños a la URSS, hubo otras a Francia, Gran Bretaña
y Dinamarca, esta última menos conocida. El 20 de octubre de 1937, el
Consejo Soberano de Asturias y León autorizó la evacuación del Ejército
del Norte, en la que el intento precipitado de huir por mar llevó a
miles de combatientes a encontrarse atrapados entre el monte y la costa,
con barcos insuficientes y teniendo que esquivar al crucero Almirante
Cervera y a otros buques de la Armada franquista que apresaban a los que
intentaban huir a Francia.
Aunque
es muy difícil calcular cuántos pudieron huir a Francia, se calcula que
unas 70.000. Como recuerdan las autoras del libro, muchas personas
murieron, algunas nunca regresaron a España, y otras tardarían muchos
años en poder hacerlo. La gran mayoría se dirigieron desde Francia a
Cataluña, ya fuera voluntariamente o repatriados por las autoridades
francesas. Las hubo que optaron por quedarse, muchas de ellas huidas al
monte o escondidas en “lugares insospechados”. En efecto, todos hemos
oído hablar de rincones disimulados en desvanes de las casas o de
habitaciones diminutas con falsos tabiques, en los que hubo personas que
permanecieron allí escondidas durante años.
Tras
la caída de Cataluña, a finales de enero-principios de febrero de 1939,
fue de nuevo el éxodo, lo que conocemos como la Retirada, en la que
casi medio millón de personas se vieron abocadas al exilio, sufriendo
todo tipo de privaciones y humillaciones. Ante aquella avalancha humana
que se les venía encima, las autoridades francesas optaron por encerrar a
muchos en campos de concentración- Argelès-sur-Mer, Saint-Cyprien,
Barcarès, Rivesaltes, Septfonds, Gurs, le Vernet, etc.- a los que ya Crónica Popular
dedicó más de un artículo, especialmente al primero, al tiempo que,
paralelamente, dichas autoridades favorecían la vuelta a España, con el
argumento de que las autoridades franquistas habían manifestado que a
los republicanos que no tuvieran manchadas las manos de sangre, no les
pasaría nada.
Ya
sabemos que fueron miles las personas perseguidas, encarceladas y
ejecutadas, pese a no haber cometido ningún delito de sangre. Las hubo
que, desde Francia, consiguieron pasar a diversos países de América,
sobre todo a México, mientras que muchos de los que permanecieron en
Francia participaron activamente en la Resistencia francesa y sufrirían
cárceles y torturas. Otros serían sometidos a trabajos forzados o
enviados a campos de concentración en Alemania, como el de
Mauthausen-Gusen y Büchenwald. Los que salieron por Levante fueron la
mayoría a dar con sus huesos en Argelia, donde se los metió en campos de
concentración o fueron obligados a trabajar en la construcción del
ferrocarril Transahariano.
Estos
hombres y mujeres pertenecían a todos los grupos republicanos que
habían votado por el Frente Popular, etiquetados todos ellos como
“rojos”: republicanos, anarquistas, socialistas y comunistas.
Surgido como desarrollo de la exposición Sufrir la guerra, buscar refugio,
el libro contiene 19 historias correspondientes a otras tantas familias
asturianas, narradas por representantes de la primera, segunda o
tercera generación. Ocho de los testimonios provienen de víctimas
directas de la guerra o el exilio, mientras que once lo son de
descendientes de la segunda y tercera generación, que cuentan lo que a
ellos les han contado, a lo que añaden sus propias vivencias.
Las
autoras han ordenado el conjunto de los testimonios en 9 categorías, a
saber: 1) Relato de Olvido Fanjul Camín, que acompañaba como cuidadora a
la expedición de niños evacuados a la URSS, y a quien dan voz sus hijos
Eloína y Manuel; 2) Niños evacuados a Dinamarca, de los que testimonia
uno de ellos, con sus hijos, y el hijo de otro hermano; 3) Niños
evacuados con sus madres y otras mujeres, que hablan con voz propia,
menos una de las familias, a la que da voz su hijo Michel; 4) Familias
amplias con niños, jóvenes y hombres de edad. En este caso se encuentran
tres familias, la de Ramos Barril, a la que da voz la hija y el nieto;
la familia Quintanilla Sotura, a la que dan voz dos hijos y dos nietos, y
la de Fernández Rodríguez, a la que da voz un nieto; 5) Cuatro
combatientes que consiguen embarcar en los últimos momentos, a los que
dan voz sus hijos e hijas; 6) Familias entre el exilio y la represión:
el testimonio de una hija del exilio, y el de otra, hija de la
represión; 7) Testimonio de un superviviente de tres exilios; Francia,
Argelia, y de nuevo Francia, que cuenta, junto a su hija, su historia y
la de su esposa, exiliada de niña en Argelia; 8) Historias del exilio
tardío, en las que uno de los testimonios habla de su vida y la de su
madre y familia, y otro, el de una mujer, resume 100 años de lucha,
mientras que su hija da su visión del exilio; 9) Por último, el libro
ofrece la historia de José Maldonado González, último presidente de la
República española en el exilio, presentada por su sobrina nieta
Conchita Francos Maldonado, a la que se suma el testimonio de la que
escribe estas líneas, que tuvo el honor de conocer y tratar a Don José
Maldonado en su exilio de París.
Como
se ve un conjunto de testimonios rico, variado, coral, que expresa, en
términos sinceros, sencillos y emotivos, el sufrimiento, el desarraigo,
las incertidumbres, los temores y angustias de los que tuvieron que
abandonar su patria.
Las
autoras nos advierten de que la mayoría de los testimonios son orales,
si bien algunos lo fueron con grabación sonora, y también mediante
textos escritos. Con excepción de la familia de Eleuterio Quintanilla y
de Don José Maldonado, el resto de los testimonios son de personas
anónimas, en el sentido de personas no famosas o conocidas, de
diferentes clases sociales- obreros (algunos ferroviarios, otros,
mineros) artesanos, pescadores, pequeños empleados, pequeños
comerciantes, etc.-, en general personas de extracción humilde que se
unieron a la República, confiando en que su programa reformista y
modernizador traería mejoras para sus vidas.
El
país de destino fue en general Francia, con excepciones como la URSS,
Dinamarca o Argelia (Orán). En el caso de los exiliados en Francia, la
mayoría de ellos se quedaron para siempre allí, se casaron con
franceses/francesas, y rehicieron sus vidas en el país de acogida.
Algunos de sus descendientes- hijos, nietos- llevan ya nombres
franceses. No obstante, todo ellos guardaron la añoranza, la nostalgia,
de la patria perdida. Y un inmenso amor a España. Orgullosos de sus
raíces españolas, que reivindican, se sienten pertenecer a “dos
patrias”. Aunque hoy día el “paraguas de Europa” contribuye a difuminar
las diferencias, hubo varios hijos y nietos de españoles que, en el
marco de la Ley de Memoria Histórica de 2007, dictada por el gobierno de
Rodríguez Zapatero, se acogieron a las leyes de recuperación de la
nacionalidad española, que solicitaron y obtuvieron.
Para terminar, hacemos nuestras las “reflexiones” de Helios Privat, nieto de Eleuterio Quintanilla, por su madre, Delia.
“…España
no puede olvidar a los españoles que tuvieron que huir de su patria por
no querer aguantar la dictadura franquista que rompió al país. Los que
se fueron, como los que se quedaron, sufrieron las consecuencias de una
guerra horrorosa que quebró a la nación, separó familias enteras y
diezmó a la gente de un mismo pueblo. Todos soportaron después una
situación política que fue difícil superar. Los españoles tienen que
recobrar la memoria histórica y rehabilitar a todos aquellos que
supieron mantener vivos los valores de libertad y de democracia.
En
Francia, nuestras familias tuvieron la fuerza de voluntad necesaria
para abrirse otro camino, pero siempre recordando aquella parte de
España que les habían robado.
A
nosotros, hijos y nietos de republicanos en el exilio, nos toca obrar
para mantener viva la memoria de los que supieron dejar atrás una parte
de lo que más querían, para poder vivir libres […]..
Todos
tenemos que enseñar a nuestros descendientes lo que sucedió, no solo
para que no vuelva a suceder, sino, ante todo, para que las generaciones
siguientes puedan recobrar su historia común”.
DdA, XV/4214
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