Muy aconsejable la lectura del artículo titulado La hora terca que publica hoy en el diario La Vanguardia el periodista y analista político Enric Juliana. Recomendable leerlo en su totalidad, aunque pueda parecer demasiado extenso y quizá lo sea. Destaco del mismo este fragmento:
Iglesias quiere ser el primer dirigente situado a la
izquierda del PSOE que entra en el gobierno de España desde los tiempos
de la Segunda República. Quiere marcar un hito y romper un veto.
Con la ayuda de ese hito pretende apuntalar Unidas Podemos, que estuvo a
punto de estallar entre los meses de enero y febrero, tras el cisma de
Madrid. La coalición es frágil territorialmente y Podemos no ha
conseguido madurar como partido político. En estos momentos, Podemos es
Iglesias y su capacidad de levantar 42 diputados en una campaña
electoral en la que entró políticamente muerto y con la casa de
Galapagar a cuestas. Podemos es una corriente liquida que podría acabar
evaporándose. Errejón va a trabajar para que eso ocurra. Errejón quiere
poner en pie un Podemos de segunda generación, basado en el ecologismo y
en el pacto entre plataformas regionales. Iglesias y Errejón son ahora Ben-Hur y Messala en el Circo Máximo, Uno de los dos puede morir atrapado en las ruedas del otro.
Iglesias quiere estar en el gobierno para proyectar
fuerza. Sabe que el Podemos ministerial sería objeto de una crítica
feroz y constante, que le reforzaría. Las tormentas mediáticas han hecho
crecer al personaje y al partido. El placaje constante les fortalece.
La imagen de partido vetado por el poder es el principal capital de
Podemos en estos momentos. Algunos estrategas de Madrid aún no se han
enterado.
Sánchez no quiere un gobierno colonizado mediáticamente
por Iglesias. No quiere escorarse tanto a la izquierda, después de haber
recuperado por la izquierda el liderazgo del PSOE y alcanzado la
presidencia del Gobierno. Quiere ocupar un amplio espacio central como
Macron en Francia. Quiere tener vías de interlocución con la derecha.
Quiere tener las manos libres ante lo que pueda ocurrir en Catalunya
después de la sentencia. Quiere romperle las piernas a Rivera. Quisiera
ser el presidente de España durante un largo ciclo.
Si Rivera no cede, si Casado no ofrece la abstención en el
último minuto, si Vox no comete una surreal locura (podrían abstenerse
para castigar a Rivera), si la Comunidad de Madrid no estalla, y si
Iglesias no acaba aceptando, –ante la amenaza de repetición electoral–,
una presencia miniaturizada de Podemos en la estructura gubernamental,
la investidura no tiene salida.
¿Elecciones el 10 de noviembre? El PSOE rompiendo las
piernas a Ciudadanos y a Podemos, consagrado definitivamente como el
nuevo partido central. El PP reabsorbiendo a la mitad del
electorado de Vox. El gran regreso del bipartidismo. He ahí un magnífico
sueño para una noche de verano. La patronal CEOE ya apuesta abiertamente por la repetición de las elecciones.
Unas elecciones con la sociedad perpleja y cansada. Unas
elecciones con más del 32% de la ciudadanía convencida de que la
política es el segundo mayor problema del país después del paro (CIS de
junio). Unas elecciones sin el miedo a Vox movilizando a la izquierda.
Unas elecciones con Podemos victimizado como el partido vetado por el
poder. Unas elecciones con la sentencia catalana encima de la mesa. El
16 de octubre se cumplirán dos años del ingreso en prisión de Jordi Sánchez y Jordi Cuixart,
acusados de rebelión. Dos años es el tiempo máximo de prisión cautelar
en España. Su prórroga exigiría un auto judicial bien fundamentado. Para
ese día, el Tribunal Supremo quisiera tener emitida y publicada la
sentencia.
Serían las elecciones de la sentencia catalana, a menos que el juez Manuel Marchena tuviese una especial comprensión por la estrategia de Moncloa.
DdA, XV/4219
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