lunes, 17 de junio de 2019

NO SON LOS VOTANTES LOS QUE HAN ABANDONADO A LA IZQUIERDA, HA SIDO AL REVÉS

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Un puente de Huelva esconde la pintada republicana más antigua

Remedios Palomo

Si el espíritu de la transición hubiera permitido deambular por esta casa habitada que es España a los espíritus de la II República Española, extraordinario experimento de libertad surgido en los años treinta que hasta la izquierda teme pronunciar, lxs españoles conoceríamos de pe a pa los amenazantes discursos incendiarios que la derecha fascista española pronunciaba en el parlamento en el año 1936. Ello nos serviría para reconocer una tradición teórica y material de la que los fascistas actuales son herederos, a pesar de que quizá ni ellos conozcan aquellos discursos. Tampoco les hace falta: el espíritu de la transición sí ha permitido que habitaran nuestra casa los cuerpos vivos y los fantasmas del franquismo. Esta es la tradición sociopolítica y cultural de todo el pueblo español.
Mientras en el mundo occidental y occidentalizado se reconoce y condena al fascismo unánimemente y es imposible que ningún partido político del mundo pacte con la ultraderecha, en España, por ser el fascismo la fuerza golpista que ocupó el país tras largo combate, inmediatamente reconocida y respetada internacionalmente como un estado más y no como la dictadura que fue, es perfectamente comprensible y natural aceptar y pactar con el fascismo o ultraderecha, siendo esta última la denominación aceptada como "animal de compañía". El fascismo español no solo es un partido político al uso en el interior de España, lo es también para el resto del mundo. Las "democracias occidentales" negaron la ayuda material a la República el 3 de agosto de 1936 al tiempo que permitieron que los nacientes fascismos europeos brindaran la suya al golpe de estado militar. Ya nos dejaron solos entonces. Recordad el eslogan de Fraga "Spain is different": somos la anomalía política de Occidente pero muy graciosos.
En el otro lado está la gauche divine, un producto político cultural surgido de cierta izquierda de la Cataluña de los años setenta, llamada en Francia gauche caviar, izquierda caviar, o burguesía bohemia, lo que parafraseando a Pablo Iglesias sería la casta de la izquierda, y que hoy se conserva en diferentes reediciones. En estas últimas elecciones se han producido algunos fenómenos que, desde mi punto de vista, tienen mucho que ver con la fractura radical existente entre la izquierda y sus votantes más pobres y más feministas- no voy a utilizar ningún eufemismo para pobre, me niego-. No son los votantes quienes han abandonado a la izquierda, ha sido al revés. Y si la parte más izquierdista del censo electoral, la más débil y castigada, se ha sentido abandonada por las izquierdas elitistas gobernantes (en verdad ha sido literalmente abandonada), como censo que es - porque para sus gobernantes parecen existir solo como censo -, ha protestado no votando. Y tal acción ni es condenable ni es punible, más bien debería servir para que la izquierda/caviar reflexionara e hiciera autocrítica. A veces la casta de los invisibles no tiene otra forma de avisar a sus gobernantes que haciéndose visible; la única oportunidad que tienen de hacerlo es desde el espacio de su visibilidad, desde el censo no votando, visto que en los espacios interelectorales son la nada.
Afortunadamente hay otra izquierda radical, con su lucha en la calle que es donde tiene que estar. En Cádiz ha revalidado Kichi y en mi pueblo ha revalidado Aveal, la agrupación de vecinos. Hay otros ejemplos, pero estos me vienen al pelo. No sé si se entiende.
Mientras tanto intento avanzar con la Segunda República en mi horizonte.

                        DdA, XV/4201                       

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