sábado, 4 de mayo de 2019

LOS VOTOS PERDIDOS POR LOS DESUNIDOS O DESUNIDAS



Debería quedarles algo claro a los disidentes o a los que quieren ser gallitos de un solo corral porque, como era de temer a pesar de la inmejorable reacción final de Unidas Podemos, los resultados insatifactorios obtenidos en las elecciones del pasado domingo dan como resultado una predecible lección: Unidas se puede y desunidas no. El 28-A ha resuelto la hipótesis de la dispersión: todos pagan el precio de la aventura en solitario.
 Esta es la consideración que saca hoy también Pedro Vallín en su artículo del diario La Vanguardia, que este Lazarillo aconseja leer en su integridad. Se aducían razones de democracia interna, falta de transparencia, desacuerdo con las listas…, pero el principal motivo de la dispersión fue otro, según apuntó Alberto Garzón: los sondeos y los medios decían que el tren morado estaba exangüe y no podía garantizar liberados. “Mucha de nuestra gente teorizó que Podemos era un cadáver, compró el relato de los medios de que Podemos estaba acabado y quería saltar del barco”, explicó el coordinador general de IU. Todo pesa, a mi juicio, lo que señala Garzón y lo anterior, porque la izquierda siempre se caracterizó históricamente por sus pugnas internas, y en nuestra corta historia democrática está más que demostrado que solo partiendo de la unidad se puede vencer en las urnas. De lo contrario, las fuerzas se dividen, tal como le ha ocurrido ahora a la derecha, sin reparar tampoco en esa lección. Lo malo es que ante las elecciones municiales y autonómicas de este mes la  dispersión de la izquierda es aún mayor, por lo que cabe esperar unos resultados más modestos todavía y en los que tendrá su influencuia, además, el resultado de las elecciones generales. Quiero resaltar, del artículo de Vallín, los votos dispersos recolectados por quienes desunidos los han condenado a la inutilidad:

"El resultado modesto del 28-A ha resuelto el test de la viabilidad de Unidas Podemos: un millón de votos por encima de los mejores números de IU y casi tres millones más que en la regencia de Gaspar Llamazares, desbaratando la profecía voluntarista de quienes postulaban el acabose. Pero sobre todo, ha ridiculizado los cálculos de los que buscaban mejor suerte por su cuenta. La cuenta de votos inútiles es larga. Actúa, la formación de Gaspar Llamazares y Baltasar Garzón, obtuvo 30.000 votos, lo que, dada la exhibición mediática de sus promotores, es un testarazo de antología. Recortes Cero, sin ninguna proyección pública, logró 46.000 sufragios. Que tampoco sirven, claro. Por un Mundo más Justo, que en el 2016 confluyó con Podemos, logró 21.000 votos. El Partido Comunista de los Trabajadores de España sumó 14.000 y otras expresiones de la biodiversidad marxista, como el Partido Comunista de los Pueblos de España o el del Pueblo Andaluz, aún peor: menos de 9.000 los primeros, 4.000 los segundos. En Marea, que rompió con Iglesias y Garzón, logró unos desdichados 17.000 votos. Toda una lección de marketing: una marca es más que un nombre. Sus votos caen en el mismo saco roto que los 93.000 del BNG, que doblando su apoyo del 2016, se ­queda sin diputado por los pelos. También Albano-Dante Fachin, tras su salida de Podemos, intentó sin éxito obtener un escaño poniéndose al frente de Front Republicà, una candidatura cuyo grueso proviene de la órbita de la CUP. Igualmente lo intentó el Pacma, que aspiraba incluso a dos actas los días previos. Pero no".

  DdA, XV/4159

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