La Contra del diario La Vanguardia es quizá una de las mejores páginas de periodismo que se hace hoy en España. Pocas veces dejará de interesar a sus lectores la contraporta de este periódico. En ella se publican entrevistas breves, con preguntas cortas y respuestas igualmente breves y casi siempre enjundiosas, como las que da el ingeniero forestal alemán Peter Wohlleben, que trabaja para retornar a la naturaleza los necesarios bosques
primigenios. El maestro Pepe Mera me hace llegar lo noticioso de esta interviú en un titular sorprendente: Los árboles adultos alimentan y cuidan de los pequeños. Todos los colegas de Pepe ahora en activo deberían utilizar y explicar esa entrevista como herramienta de trabajo reflexivo en las escuelas de España, para que los árboles crezcan en el aprecio colectivo, pues mucho y mejor ha de ser para que los bosques no ardan cada verano. Iba a seleccionar un fragmento de la inteviú, pero mejor leerla al completo porque no tiene desperdicio. Este Lazarillo la ha querido complementar con la imagen del árbol de Begoña, el lugar de juegos de su niñez gijonesa. Si los árboles tienen memoria, como dice el ingeniero forestal alemán y este Lazarillo no lo duda cada vez que los abraza, la del arbolón de Begoña me es especialmente afín:
El arbolón de Begoña (Gijón)
¿Los árboles son seres sociales?
Están conectados a
través de las raíces, y pueden distinguir las raíces de otras especie
e, incluso, de los diferentes ejemplares de su misma especie. Un bosque
es un superorganismo, como un hormiguero.
¿Juntos funcionan mejor?
Sí,
porque juntos crean un clima local equilibrado. Cada árbol es
importante para la comunidad y el bosque actúa en consecuencia: a los
ejemplares enfermos el resto les proporciona los nutrientes necesarios
para que sanen.
Creía que competían.
Pueden competir
ferozmente con otras especies, pero también entablar amistad y vigilar
que ninguna rama demasiado gruesa crezca en dirección del otro. Los
árboles igualan sus debilidades y sus fuerzas. A través de las raíces
tiene lugar un intercambio activo. El que tiene mucho cede y el que
tiene poco recibe ayuda.
En esos bosques espesos, ¿cómo pueden crecer los pequeños arbolitos?
A
través de las raíces sus madres entran en contacto con ellos y les
proporcionan azúcar y otros nutrientes. Podría decirse que los árboles
bebé son amamantados.
Increíble.
Los adultos forman ese espeso techo sobre el
bosque y sólo dejan pasar un tres por ciento de luz para que los
pequeños no crezcan demasiado rápido, es lo que los expertos forestales
desde hace generaciones llaman educación.
¡Educación!
El
crecimiento lento es condición para que luego se alcance una edad
avanzada. La ciencia ya no discute la capacidad de los árboles para
aprender, queda por resolver dónde almacenan lo aprendido y cómo lo
rescatan.
...
Muchos botánicos sostienen que en las
puntas de las raíces tienen estructuras similares al cerebro. De hecho
sabemos que los árboles tienen memoria, son capaces de registrar y
distinguir las temperaturas en ascenso de la primavera de las que están
en descenso durante otoño.
Sólo les falta hablar...
A
su manera también lo hacen. Mediante sustancias odoríferas se
comunican. Cuando se aproxima un peligro, la acacia avisa a sus
congéneres emitiendo etileno, un gas de aviso.
¿Y qué hacen con la información?
Sueltan
sustancias tóxicas para prepararse. También envían avisos mediante
señales eléctricas a través de las raíces y de las redes de hongos, que
son como nuestro sistema nervioso.
¿También lo hacen las hortalizas?
Por
desgracia nuestras plantas de cultivo han perdido la capacidad de
comunicarse. Son mudas y sordas, y por tanto muy vulnerables a los
insectos.
Los árboles, ¿sufren cuando pasan sed?
Gritan.
Según investigaciones del centro de investigación confederado de los
bosques de Suiza que registraron los tonos de ultrasonidos, los árboles
emiten determinadas vibraciones cuando el agua escasea.
Y los árboles de ciudad, ¿se comunican?
Igual
que en las plantaciones forestales, debido a la poda y plantación las
raíces quedan dañadas para siempre y ya no pueden formar una red. Se
comportan como niños de la calle. Básicamente les falta el bosque, la
comunidad, la educación: nadie que les castigue si crecen demasiado
deprisa o torcidos privándoles de luz.
¿No es partidario de la poda?
Si
se retira una gran parte de las ramas se reduce la fotosíntesis y en
consecuencia una gran parte de las raíces mueren de hambre, en esas
zonas muertas penetran los hongos.
Pensábamos que saneaba a los árboles...
Hemos
estado considerando y tratando la naturaleza como si fuera una máquina,
pero en un puñado de tierra del bosque hay más seres vivos que seres
humanos sobre la Tierra.
Usted trabajó durante veinte años al servicio de la Comisión Forestal de su país.
Sí,
mi trabajo consistía en gestionar bosques como si fueran madera, con
los años empecé a mirar de otra manera. Hoy estoy convencido de que
existe una comunidad de bosque en el que cada ser vivo tiene su papel.
Ha colaborado con biólogos de la Universidad RWTH de Aquisgrán.
Todo
lo que le cuento no es una chifladura, se basa en investigaciones
científicas realizadas también por la Universidad de Aquisgrán, la
Columbia Británica y la Sociedad Max Planck. Y todas esas
investigaciones apuntan a que nuestra gestión de los bosques es muy
errónea.
¿Por ejemplo?
Los estudios afirman que los
árboles viejos son mucho más productivos que los jóvenes, e importantes
aliados en el tema del cambio climático, así que revitalizar los bosques
es un error.
Hay que dejar que los bosques envejezcan.
Sí,
necesitamos más bosques salvajes, dejar que los árboles crezcan con el
espacio intermedio que ellos eligen. Y no hay que temer a la maleza, en
las reservas en las que hace 100 años los humanos no hemos intervenido
la densa sombra y la hojarasca impide el crecimiento de hierbas y
matojos.
Dicen que el aire de bosque es salud.
Además
de filtrar el aire los árboles desprenden sustancias, pero no son las
mismas en una vieja reserva forestal que en una plantación artificial.
Con la hojarasca se transportan hasta el mar a través de ríos ácidos que
estimulan el crecimiento del plancton, el primer y más importante
eslabón de la cadena alimentaria.
DdA, XV/4183
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