Félix Población
No fue en las elecciones del 18 de noviembre de 1933, tal como
habitualmente se sostiene, cuando las mujeres votaron por primera vez en
España, sino unos meses antes, en las elecciones municipales parciales
que se celebraron el 23 de abril. Lo hicieron como consecuencia de la
aprobación en las Cortes Constituyentes de la Constitución republicana
de 1931, en cuyo artículo 36 se consagra el sufragio universal, según el
cual los ciudadanos de uno y otro sexo mayores de 23 años tendrán los
mismos derechos electorales. En contra de las falacias propaladas por
Pablo Casado no hace mucho en Gijón, en esa votación -según consta en
el Diario de Sesiones del Congreso correspondiente a la histórica
jornada del 1 de octubre de 1931- votaron a favor del sufragio femenino
83 de los 115 diputados socialistas, por lo que sólo 32 lo hicieron en
contra o se abstuvieron. El resultado fue favorable por 161 votos frente
a 131.
En el libro Mujeres en los gobiernos locales, de la historiadora Gloria Nielfa Cristóbal, citado en un artículo de mi estimada amiga Remedios Palomo publicado en Infolibre, encontramos una referencia periodística del diario Ahora
y las razones, cifras y porcentajes electorales de esos olvidado
comicios del 23 de abril: "La convocatoria de estas elecciones se debió a
que en las anteriores, las municipales del 12 de abril de 1931
celebradas bajo mandato de la ley electoral Maura, hubo municipios donde
por ser el número de candidatos igual al de puestos a cubrir, los
concejales se nombraron automáticamente y, en consecuencia, tales
municipios quedaron gobernados por candidatos designados y no elegidos.
Para eliminar el déficit democrático, “el ambiente monárquico y caciquil
que obstaculizaba la obra de la República”, como reflejó el diario Ahora,
el Gobierno dispuso en una ley de 1 de diciembre de 1932, el cese de
esos concejales y la creación de Comisiones Gestoras, compuestas por un
funcionario, un contribuyente y un obrero, uno de ellos el alcalde, que
asumieron sus cargos a partir de enero de 1933. Conviene destacar a este
respecto que, puesto que en muchos de estos municipios el único
“funcionario” era la maestra, un gran número de mujeres, probablemente
varios cientos, accedieron a los gobiernos municipales en virtud de esta
ley. En la misma ley se daba un plazo de tres meses para la
convocatoria de nuevas elecciones, que finalmente se celebraron el 23 de
abril de 1933, en 2653 municipios para elegir a algo más de 19.000
concejales, y aunque afectaban a la cuarta parte de los municipios,
representaban solamente el 10% del censo electoral".
En una de las páginas de Ahora, con fecha del 24 de abril de
1933, podemos observar una serie de fotografías realizadas con ocasión
de esas elecciones municipales. El titular lo enuncia a las claras: Las mujeres votan por primera vez en España.
No falta entre las fotografías de esa página la apostura en actitud
vigilante de un sacerdote, en la última de las imágenes, que casi podría
venir a juego con lo tantas veces dicho de que el voto de las mujeres
en las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933 estuvo
mediatizado por las prédicas de confesionario y por eso ganó la derecha.
En un extenso reportaje escrito ante las perspectiva de esos comicios
parciales por la entonces joven periodista Josefina Carabias para la
revista Estampa, bajo el titular ¡Mujeres, a votar!, se
puede leer en la entradilla: "Esta es la invitación que hace la
República a todas las españolas para que acudan a las urnas e
intervengan con su voto en la administración y en la política del país".
Y en letras mayúsculas se decía lo que ahora se aplica al 19 de
noviembre de ese año, fecha en que todas las mujeres del país votaron
por primera vez, ciertamente, pero no las que lo hicieron con
anterioridad el 23 de abril: "Mañana acudirán por primera vez a las
urnas las mujeres españolas". La revista ilustró profusamente aquella
primera votación femenina. Le dedicó la portada de su número 276 y el
largo reportaje firmado por Carabias a lo largo de ocho páginas.
La periodista recorrió algunas provincias castellanas y los pueblos
del norte. A lo largo de esas páginas podemos observar el aspecto de un
mitin celebrado en el teatro Calderón de Valladolid o la imagen de la
propia reportera en compañía de la señora viuda de Santelices, tesorera
de Unión Republicana Femenina de Valladolid, federada con la que en
Madrid preside Clara Campoamor, la gran activista del voto femenino. La
señora dice sentirse molesta porque se mezcle la religión con la
política: "Yo soy profundamente religiosa y a la gente le extraña que
esto sea compatible con la devoción que lo mismo mis hijos que yo
sentimos por la República. En casa somos republicanos y los hemos sido
siempre, sin que estas ideas hayan perturbado lo más mínimo nuestros
sentimientos religiosos".
El viaje de Josefina Carabias continúa por la provincia de Ávila, con
una fotografía de la señora de Azaña en compañía de "damas
republicanas" durante una visita de la esposa de don Manuel a la ciudad
castellana. En un pueblo de esa provincia, cuyo nombre no cita la
reportera, en diálogo con una de las lugareñas, ésta le dice a Carabias
que antes de la República no leían "el papel" [periódico] ni cinco
personas, mientras que ahora hasta los niños saben cómo se llaman los
"deputados". Carabias visita las Casas del Pueblo de varias localidades y
pulsa el interés que sienten las mujeres por los asuntos políticos,
según recoge de las conversaciones que dice captar por distintos paseos:
El Espolón de Burgos, El Salón de Segovia, El Rastro de Ávila, El
Miradero de Toledo o Campo Grande de Valladolid.
A continuación, la reportera glosa el ambiente que se respira en los
distintos partidos ante aquella inédita expectativa electoral para el
sexo femenino, empezando por la derecha. El partido de Acción Popular es
conservador, no se preocupa mucho de la forma de gobierno, anota:
"Nosotras comprendemos que la restauración sería una calamidad", le dice
una señora. "No nos sentimos republicanas de esta república, claro que
no, pero si se respetase la religión, el clero, la propiedad privada y
el orden tal y como nosotras lo entendemos, nos daría igual que fuese
rey o presidente de la República el que habitase en Palacio".
Escribe Carabias, generalizando, que de todas las regiones españolas
acaso sea la vasca donde las mujeres toman una parte más activa en las
contiendas políticas. En Bilbao es donde las mujeres se han lanzado a la
lucha política de modo más decidido y belicoso, afirma. La periodista
visita en Somorrostro a una vecina de Pasionaria, que ese día se
encuentra en Madrid, y que adora a Dolores Ibárruri, a juzgar por sus
palabras: "Ella y su marido son muy buena gente, honrada y trabajadora.
Ella nos ha convencido a todos con sus discursos, a hombres y mujeres.
Sabe mucho Dolores y también lee mucho. Ella va a ser la Lenina de
España".
Muchas mujeres llevan en el País Vasco enseñas en la solapa de sus
prendas. La verde, roja y negra significa que su propietaria es emakume,
miembro de las Emakume Abertzale Batza o Institución de Mujeres
Patriotas, el partido de Sabino Arana, que niega para los vascos toda
nacionalidad que no sea la suya, cree en la soberanía de la Iglesia para
cumplir su elevada misión y aspira a la plena soberanía de Euskadi,
teniendo como régimen político una república federal formada por
Guipúzcoa, Vizcaya, Álava y Navarra como estados, además de la Basconia
francesa. En el orden social se establecería una democracia cristiana.
La periodista anota esta conversación en un comercio: una joven le dice a
otra sobre su guapo acompañante masculino que si fuera de aquí y no
extranjero de Madrid, quizá se casara con él, que
no se puede casar con un maqueto, que sería como casarse con un negro.
No es lo mismo, interviene Carabias. "No es que yo compare a los
maquetos con los negros -aduce la mujer-, pero soy vasca de los pies a la cabeza y no
puedo casarme con un hombre que no tenga por lo menos cuatro apellidos
de los de aquí". Es que aquí si uno no se llama Larrinagarrigoitia,
Pagazaurtundúa u otra cosa por el estilo no está bien mirado por los
nacionalistas, anota la periodista. Claro que se podía arreglar
añadiendo el “Goitia” a su apellido. Todas las que piensa así están
unidas a Emakume".
Las margaritas carlistas de Bilbao
También hay señoritas -siguiendo lo que describe la reportera- que
llevan en el pecho la margarita de los tradicionalistas, en recuerdo de
Margarita de Borbón, esposa de don Carlos. Se trata, en palabras de
Carabias, de las monárquicas de verdad, militantes del partido
tradicionalista. Aseguran ser muchísimas mujeres en Vizcaya y pronto se
constituirán muchos más grupos en todo el país. En principio se trataba
de una organización benéfica, incorporada después a ese partido.
"Nuestro rey es don Alfonso Carlos, que ha heredado de don Jaime el
derecho a la corona de España".
El triángulo con la bandera tricolor lo lleva la Unión Femenina
Republicana y las socialistas y comunistas muestran insignias rojas,
ante las que las viejas se santiguan, puntualiza la periodista. Indica
Carabias que son Sestao y La Arboleda los pueblos más socialistas de
toda Vizcaya. Un 60 por ciento de la agrupación socialista de Sestao son
mujeres, puede que sea el único caso en toda España: "Hay más mujeres
socialistas que hombres. Ahora lo verá usted. Aquí no se queda una mujer
en casa esta tarde. Todas van al mitin. Hasta mi abuela, que tiene
ochenta y tres años, que me ha dicho que vaya a buscarla". La anciana
dice ser socialista de verdad y que tiene ponerse siempre en primera
fila porque no oye bien: "Si esto del socialismo se hubiera inventado
siendo yo más joven, ya echaría yo discurso como esos compañeros que
vienen de Madrid y de Bilbao. Y menos mal que no me voy a morir sin
votar a los de mi partido. Vieja y todo, yo iré el domingo con mi
papeleta, más contenta que unas castañuelas".
Josefina Carabias dialoga, después del mitin en la Casa del Pueblo,
con la "compañera" Aurora Arnaiz, una joven militante socialista de
veinte años. Lo hace junto al Árbol de Guernica, sin que falte la
correspondiente fotografía. Arnaiz es tan famosa en Vizcaya como
Indalecio Prieto, escribe. Estudió la carrera de comercio y raro es el
día que no da un fogoso mitin en alguna de las Casas del Pueblo de la
provincia. Su afán es ganar adeptos para su causa y se muestra muy
contenta por haber inscrito hoy nuevos nombres. Aurora le habla con
entusiasmo de los nombres históricos del partido. De Pablo Iglesias
asegura que hoy sería el presidente de la República.
La periodista visita más tarde el domicilio social de las
republicanas bilbainas, presidido por una fotografía de Alcalá Zamora.
La secretaria es Luisa de Fatrás: "Esto aumenta de día en día. Primero
fuimos unas pocas; ni siquiera teníamos casa y nos reuníamos en la
sociedad El Sitio. Al principio este local nos parecía grande y ahora es
insuficiente. El día que vino Victoria Kent a hablar seríamos unas
quinientas y ya pasamos de mil. Todo esto en el espacio de un mes. A
este paso no sé adónde llegaremos." Según la secretaria, hay mujeres de
distintas tendencias, desde radicales a socialistas, unidas todas por el
amor a la República". La gente creía que en Bilbao no sería posible
conseguir una organización de este tipo, sobre todo tratándose de
mujeres de la clase media. Nuestros mismos amigos nos auguraban que
tendríamos que desistir del empeño. Afortunadamente no ha sido así".
"En Madrid, la gente pensará que todas las mujeres vascas, a
excepción de las obreras, somos ultraconservadoras y ultraclericales,
¿verdad? Pues ya puede usted decir que no es cierto. Claro que tenemos
que luchar mucho y que tenemos muchos enemigos o, mejor dicho, enemigas;
pero somos las suficientes para que los diputados se convenzan de que
no hicieron ninguna tontería al darnos el voto. Entre nosotras y las
socialistas, es seguro que doblamos los votos que puedan tener las de la
acera de enfrente: -¿Usted cree? -Yo sí. Y faltan muy pocos días para que lo crea toda España".
En un momento dado de su largo reportaje, Josefina Carabias plantea
el pensamiento que afectó a muchos diputados para no conceder el voto a
la mujer en aquella histórica sesión parlamentaria: “Los que ganan con
los votos de las mujeres son los de la extrema derecha y los de la
extrema izquierda. La mujer no conoce el término medio. Los comunistas y
los monárquicos van a tener un éxito enorme”. Esto lo viene oyendo
todo el mundo desde aquel día en que casi inopinadamente las Cortes
concedieron el voto femenino. "Lo hemos oído en los pasillos del
Congreso y en los vagones del ferrocarril, y en los "círculos" de
provincia, y en los casinos de pueblo. Lo repite todo el mundo con un
convencimiento triste. ¿Es esto verdad?... Yo, rotunda y
categóricamente, no puedo afirmar que no. Pero lo que afirmo, desde
luego, es que durante mi viaje a través de España he visto mujeres de
todos los matices republicanos, desde la extrema derecha a la extrema
izquierda. He hablado con mujeres nacionalistas, socialistas,
anarcosindicalistas, pero en honor a la verdad tengo que declarar que de
lo que menos he visto han sido monárquicas y comunistas".
*Artículo publicado tambien en el elsaltodiario.com
*Artículo publicado tambien en el elsaltodiario.com
DdA, XV/4183
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