domingo, 12 de mayo de 2019

LAS LÁGRIMAS DEL TORO, MORANTE DE LA PUEBLA Y MANUEL VICENT

Me consta que el diario El País tiene desde su fundación en 1976 acreditados cronistas taurinos y que llegadas las principales ferias o festejos taurinos -según se les llama a estas exhibiciones de tortura y muerte de un animal  en el ruedo-, los cronistas dan cuenta de las suertes que se dan a costa de un toro ensangrentado. Esas crónicas no impiden que el periódico cuente entre sus mejores columnistas con Manuel Vicent y que éste reitere cada año sus críticas a la tauromaquia, como ha ocurrido una vez más en la edición de este domingo. Lo que lamenta este Lazarillo es que para ilustrar el texto de Vicent  no se haya recurrido a una imagen que concuerde con el mismo, habiendo como hoy sobradas fotografías de toros atrozmente torturados. Claro que también valdría la última imagen que nos ha llegado de la barbarie. La firma un tal Morante de la Puebla, torero, a cuenta del toro que le tocó matar creo que en Sevilla. En un vídeo sobre la faena que circula por las redes se observa que el torero se percata de que el animal, con las banderillas clavadas en el cuerpo, llora de dolor. Entonces el diestro mete su mano en uno de los bolsillos de su traje de luces y extrae un pañuelo blanco con el que le limpia las lágrimas al aminal. Este Lazarillo prefiere no calificar el gesto del sujeto, confiando en que Manuel Vicent de cuenta de él en su próximo artículo contra la "fiesta nacional". 



Octavio Chacón da un pase en la corrida de Las Ventas.
Octavio Chacón da un pase en la corrida de Las Ventas. EFE

Manuel Vicent
Aunque a estas alturas suene un poco a broma, los toreros, los empresarios taurinos y los espectadores de las corridas, si son católicos practicantes, deberían saber que la bula Salute gregis que emitió el papa Pío V en 1567 contra este cruel espectáculo sigue vigente y que la pena de anatema y excomunión que contenía no ha sido levantada. La bula incluía una cláusula que impedía su derogación y ni Gregorio XIII, ni Clemente VIII ni ningún otro Pontífice de los que ha habido desde entonces hasta hoy se ha molestado en anularla. Pío V invocó la autoridad divina, de la que derivaba su infalibilidad. Sin duda los taurinos se pasan este anatema por el forro e incluso puede que algunos lo consideren como a un incentivo más para ir a Las Ventas. Dado que este perro mundo está lleno de estímulos infames el asistir a una corrida de San Isidro, empinar la bota o comerse un pastelillo de nata entre puyazos, estocadas, vómitos, descabellos y encima salir de la plaza excomulgado puede que para ciertos estómagos constituya un atractivo insoslayable. Pero a la sensibilidad del español medio hoy le resulta más duro que el anatema papal el tener que contemplar esta masacre entre señoritos con un puro ensalivado en la boca apoyados en la barrera y con los de la solanera jaleando el chorro de sangre que se desliza por el lomo hasta la pezuña del toro, uno de los animales más bellos de la creación. Y por si la fiesta nacional necesitaba más ajo arriero, más chulería patriótica, más salivazos ideológicos y más moscas llega la extrema derecha, se apropia de este obsceno sacrificio de reses bravas y lo mete en su programa como un hito de la reconquista. He aquí, pues, a un don Pelayo de pelo engominado, con una copa de fino amontillado en la mano proclamando la consigna electoral: en la España cañí, cuantos más votos, más puyazos, más estocadas.

                       DdA, XV/4167                   

No hay comentarios:

Publicar un comentario