Ana Cuevas
La actualidad viene cargada de un tufillo no apto para pituitarias 
delicadas. Hay varios temas que huelen mal, tirando a carroña, en esta 
España nuestra que dicen que embiste o que bosteza. Por ejemplo: los 
interminables capítulos por entregas que el comisario Villarejo 
(Interpretando el papel del Torrente de las cloacas del Estado) tiene a 
bien regalarnos, gota a gota, y que sirven para que atisbemos la puntita
 del iceberg de guano sobre el que parece flotar nuestro estado de 
derecho. 
El hecho de que una mafia policial actuara desde el 
Ministerio del Interior con dinero público para espiar y construir 
pruebas falsas contra Pablo Iglesias y Podemos no debería ser una 
cuestión baladí para los demás partidos políticos. Si algo tan 
extremadamente grave hubiera ocurrido en un país democrático real, que 
haberlos haylos, el resto de grupos hubiera exigido una investigación 
Anaexhaustiva para aclarar y dirimir responsabilidades. En cambio aquí se 
le da carpetazo como si se tratara de un simple chisme de escalera. 
Solo
 imaginen que los morados no son el único objetivo de esta pretendida 
"policía patriótica" que espía y fabrica pruebas cometiendo toda clase 
de ilegalidades. ¿A cuántos rivales políticos, empresarios, periodistas,
 jueces... se pueden extorsionar con un entramado delictivo como el que 
actuó al auspicio del Partido Popular? Don Vito y su entrañable familia 
se sentirían orgulloso y un poco celosos de la impunidad con la que 
campa la camorra ibérico- casposa. "¡P´a echarse a temblar!".
Y
 si aún les queda estómago y pueden vencer las arcadas, ahí va otra 
bocanada de podredumbre carpetovetona: La iglesia católica organiza 
cursos ilegales y clandestinos para curar la homosexualidad. Es curioso 
que consideren una enfermedad, amén de un imperdonable pecado, amar a 
alguien de tu mismo sexo de manera libre y responsable. Lo digo porque 
cuando el sodomita lleva sayas negras y alzacuellos y practica pedofilia
 abusando de su imagen de autoridad, barren la basura debajo de sus 
abultadas alfombras y cambian la vara de medir.
 Es que, como dice algún obispo, son los niños que van provocando.
¡Claro
 que sí monseñores!. Los niños son unos guarros que quieren ser 
penetrados por adultos y se contonean delante de los curas para hacerles
 caer en la tentación. ¡Qué van hacer, pobrecicos! Pues sucumbir a los 
encantos de esos pequeños enviados de Satán y darles lo suyo y lo que no
 está en las Escrituras. 
Yo les aconsejo que organicen cursos
 para curarse ellos mismos de la hipocresía y el cinismo. Y otro detalle
 de nada, que se autofinancien, ésto va por todas las religiones, con 
sus propios fieles o fabricando yemas de Santa Teresa, a su particular 
criterio. Y que paguen impuestos como todo hijo de cristiano, musulmán, 
judío o ateo y devuelvan los bienes inmatriculados por la jeta de Aznar.
O
 puede que la terapia la necesite yo. A veces olvido que estamos 
atrapados en el intramuro de un esperpento democrático y me vengo muy 
arriba.
Será que busco aire limpio para poder respirar.
                        DdA, XV/4129                        

1 comentario:
No solo escribe verdades, además lo hace muy bien.
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