lunes, 4 de marzo de 2019

VUELVEN A ARDER EN INVIERNO LOS BOSQUES DEL NORTE, QUE TIENEN CORAZÓN

Bosque de Muniellos

Félix Población

Arden otra vez los bosques del norte (Asturias, Cantabria, País Vasco) en pleno invierno y vuelvo a tener la sensación de que se está tratando de acabar con maravilloso entorno natural de allá arriba. No es la primera vez ni será la última porque siguen campando por allí gentes ruines y encanalladas capaces de cometer semejantes atentados y porque tampco a los bosques se les presta la atención y vigilancia requeridas.

En este país hemos pasado de los pavorosos incendios habituales en periodo canicular -algunos de ellos con víctimas mortales- a que las llamas cundan en invierno, prendidas por sujetos sin escrúpulos. Más de sesenta incendios se registraban ayer en Asturias, con más de treinta concejos afectados. Suman en total más de un centenar si se cuentan los de Cantabria y Euskadi.  Todos a una, como si la tea incendiaria respondiera a un acuerdo previo.

Recientemente leí una información según la cual, facilitada por András Zlinszky, de la Universidad de Aarhus, los árboles tienen corazón. Hasta ahora se pensaba que el agua discurría a través de los árboles por ósmosis y de algún modo permanecía en movimiento por el interior. Sin embargo, se ha descubierto que los trocos y las ramas de los árboles se contraen y expanden para bombear agua desde las raíces hasta la hojas, tal como lo hace el corazón con nuestra sangre. La única diferencia entre nuestro pulso y el del árbol es que el pulso forestal es mucho más lento. En este caso latiría una vez cada dos horas aproximadamente. Si en nosotros el latido regula la presión arterial, en los árboles regula la presión del agua.

“Hemos descubierto que la mayoría de los árboles cambian regularmente de forma y en forma periódica, estos cambio están sincronizados en toda la planta, lo que implica cambios en la presión del agua”, explicó András Zlinszky, de la Universidad de Aarhus, en los Países Bajos, a la revista New Scientist.

En su estudio de 2017, Zlinszky y su colega Anders Barfod usaron un escáner láser terrestre para monitorizar más de veinte especies de árboles y poder documentar cómo cambiaba la forma de las copas de estos árboles. Las mediciones se realizaron en invernaderos durante la noche para descartar el sol y el viento como factores en los cambios de forma de los árboles. En varios de los árboles, las ramas se movían hacia arriba y hacia abajo aproximadamente un centímetro cada dos horas.

Arden otra vez los bosques del norte en pleno invierno. Duelen mucho más esas llamas sabiendo que El corazón del bosque no es sólo el lugar más interior del mismo, ni una excelente película de Manuel Gutiérrez Aragón, sino la certeza de que los bosques tienen corazón y hay terroristas capaces de hacer todo lo posible para que ese corazón arda y deje de latir, sin que los gobiernos se tomen en serio hasta qué punto nuestro latido vital depende del latido de los árboles.

                  DdA, XV/4105                   

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