Nos decían hace años los sabios temerarios
adictos a este sistema de mierda, que nuestra alarma ante un supuesto cambio
climático no estaba justificada. Incluso el primo de un estadista español le
dijo a éste que el clima no estaba cambiando; que en último término era un
ciclo natural. Y el estadista, ni corto ni perezoso se apresuró a decírselo,
primero a los mucho españoles y luego a los españoles del montón. El buen señor
quiso dejarnos tranquilos. Aunque a los mal pensados
nos pareció que era una añagaza, pues si el clima estuviese en verdad cambiando
-debió pensar para sí-, noticiando la explicación de su primo, él no
tendría que molestarse en tomar medidas contra la polución, no se distinguiría
una causa o la otra a lo largo de dos legislaturas y él, ante el electorado,
quedaría como un gobernante sagaz. Y todo gracias a su primo.
Pues bien, han pasado esas dos legislaturas y
todo el mundo ha podido ir comprobando
hasta qué punto aquel estadista y su primo erraron. Digo todo el mundo, pero
algunos, científicos o no pero con olfato e instinto del salvaje muy metidos en
años, ya veníamos desde mucho antes que la ciencia se pronunciase registrando
por la natural observación que el clima planetario estaba caminando con paso de
gigante hacia una Era de sequía; que las estaciones cada vez se diferencian
menos, que año tras año el otoño es más o menos una prolongación del verano, que el invierno cada vez es más otoñal,
y que cada año sube la temperatura media en todas las latitudes. De las
dos últimas décadas a esta parte, sólo a comienzos del año hidrológico, que en el hemisferio sur empieza en
marzo o abril, unos cuantos días de nieve y lluvia nos sacan el resuello del
cuerpo, respiramos y seguimos adelante como si la biosfera no se estuviese tambaleando. Un año tras
otro, la península ibérica se va librando de la catástrofe en el último
momento. A veces, a algunos nos parece que ese año va a ser el último que
veamos nieve y que no va a volver a llover jamás.
Desde luego este invierno es casi tropical;
sin apenas nieve, sin borrascas profundas, sin apenas nubes, sin apenas
vientos, sin apenas lluvias... Lo que nos hace temer a quienes tenemos ese
instinto salvaje del que hablaba es que, si no aparece de nuevo el Deus ex
machina del teatro clásico que arrebata en su caída hacia el abismo al protagonista
evitando que se estrelle, 2019 lo vamos a recordar toda la vida. Como toda la
vida vamos a recordar la necia explicación de aquel estadista necio, a su no
menos necio primo y a la necia madre que los parió...
DdA, XV/4115
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