Jaime Richart
No
es mi propósito dar aquí una lección de historia. Cualquiera que esté
interesado en el asunto puede buscarla y recibirla de Internet. En estos
tiempos, por esto mismo están demás los eruditos y con mayor razón los
sabiondos. Lo que deseo ahora es sólo dar un pantallazo al panorama:
quizá despierten algunos espíritus dormidos y quizá comprendan que la
izquierda, las izquierdas, están obligadas a renunciar a la
sobreactuación y a protagonismos personales excesivos, para centrarse en
procurar su unión frente a los dominadores de hace siglos...
Por
vía de resumen y dejando a un lado otros posibles avatares de la misma o
parecida índole, he aquí un cuadro sucinto de los tres fenómenos
sociológicos más destacados que se han producido en el Viejo continente a
lo largo de los dos últimos siglos...
En
Europa ha habido dos grandes Revoluciones políticas, con efectos
profundos sociales, y tres revoluciones sociales, con efectos políticos
mucho más limitados
La
primera Revolución política, fue la de 1789 en Francia, que supuso el
final definitivo del feudalismo y del Absolutismo del Antiguo Régimen, y
culminó en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
La segunda Revolución tuvo lugar en Rusia en 1917, que acaba con el
Absolutismo de los zares.
La
primera revolución estrictamente social fue en París, en 1830.
Impulsada por sectores de la sociedad civil y liberales, desemboca en la
restauración del Absolutismo monárquico. La segunda en 1848, impulsada
por la burguesía y por el Movimiento obrero, en la que fueron
determinantes las comunicaciones (telégrafo, ferrocarril) en el contexto
de la Revolución Industrial, acaba con la Europa de la Restauración
anterior. Iniciada también en Francia, se difundió rápidamente por
Alemania, Austria, Hungría e Italia. La tercera, en 1968, que apunta en
distintas direcciones nacida asimismo en Francia. Como se ve, salvo la
Revolución Rusa, las demás, sea la otra política y las sociales, han
estallado en Francia, siempre a la cabeza del humanismo y de la
intrepidez...
Las de 1830, 1848 y 1968 son revoluciones sociales desde arriba. Las de 1789 y 1917 son revoluciones políticas desde abajo.
En
cuanto a los golpes de Estado, salvo el de 1926 en Portugal, los demás
tuvieron lugar en España: 1874, 1923, 1929, 1932, 1936, 1981. Todos,
excepto uno, golpes militares. El de 1874, a cargo del general Pavía,
acabó con la primera República de 1873 y el gobierno republicano
federal. El de 1923, a cargo del general Primo de Rivera, trajo el
autoritarismo, el conservadurismo, el nacionalismo español y el
militarismo. El de 1929, a cargo del político conservador José Sánchez
Guerra, cuya finalidad era poner fin a la dictadura de Primo de Rivera,
fracasó. El de 1932, a cargo del general Sanjurjo, fue el primer
levantamiento del ejército contra la Segunda República desde su
instauración en 1931, pero asimismo fracasó. El de 1936, a cargo del
general Franco contra esa misma República, condujo a una guerra civil y a
una dictadura hasta la muerte del dictador en 1975. El de 1981, a
cargo del coronel Tejero, no lo cuento porque estoy convencido de que
fue una farsa, un preparado a la carta para robustecer la monarquía y la
figura del monarca introducido en el sistema por la puerta de atrás de
una Constitución cocinada por juristas más o menos franquistas pero en
todo caso ninguno de ellos de procedencia popular.
Los
Movimientos sociales, todos populares, se iniciaron con el movimiento
obrero en el siglo XIX. A él siguieron en el espacio de más de un siglo
el movimiento sufraguista, en reivindicación del voto femenino; el
feminista, en reivindicación de la igualdad de derechos de la mujer
equiparables a los del hombre; el pacifista, contra el belicismo; el
ecologista en defensa de la Naturaleza; el antiglobalización, en defensa
de las economías nacionales; ahora balbucea el que denuncia el cambio
climático. El último movimiento social es de Mayo de 1968. También
nacido en Francia, como desarrolla Joaquín Estefanía, “acunó muchas
causas diferentes como el ecologismo, la libertad sexual, la educación
igualitaria o el feminismo y todas fueron impulsadas como nunca antes.
El mayo francés transformó ideas y valores morales, no cambió el poder
ni el sistema. Fue una eclosión de libertades y causas. Los derechos
civiles, el antinuclearismo, la revolución sexual, el antibelicismo
tuvieron cobijo bajo un paraguas que reclamaba una nueva moral y una
nueva sexualidad. Las perspectivas libertarias se canalizaron
posteriormente en el feminismo, la ecología, la lucha contra el racismo.
El espíritu de Mayo del 68 servía contra todas las discriminaciones”.
Sus eslóganes fueron abundantes y apuntaban en todas direcciones:
No a la revolución con corbata
Seamos realistas, pidamos lo imposible
Leer menos, vivir más
La escuela está en la calle
En los exámenes responde con preguntas
Cuanto más hago el amor, más deseo hacer la revolución
Asaltar los cielos
Prohibido prohibir
Queremos todo y lo queremos ahora
Los
Movimientos sociales, por sí mismos no son violentos aunque a menudo
tienen efectos colaterales violentos. Las revoluciones son cruentas y
suponen una fractura del sistema reinante, aunque tarde o temprano, por
la ley física de acción y reacción acaba haciendo acto de presencia el
espíritu reaccionario. Los golpes de Estado no necesariamente son
cruentos. Pero el último en España, el de 1936, por sus efectos y la
deriva hacia la apertura de nuevos horizontes que bullían en la sociedad
muy alejados de lo que había intentado ser políticamente la sociedad
española, también fue una Revolución por arriba ultraconservadora.
Revolución de esa clase cuyo espíritu y sus tambores de guerra vuelven a
amenazar el presente histórico y el inminente que va a vivir este país.
Pues si la inmensa mayoría del pueblo español no reacciona y cierra
filas, abandonando la propensión tan al necio protagonismo frente al
mayor poderío en recursos económicos, mediáticos e institucionales de
quienes vienen hace mucho tiempo preparándolo, si no en ésta sí en la
siguiente legislatura nos volverá a atenazar sin apenas ruido un Régimen
similar al del franquismo tardío, esta vez refrendado por las urnascomo
lo fue el partido nazi en la Alemania de 1932.
DdA, XI/4118
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