Angel Viñas (1)
De su blog y de De re historiographica
La literatura memorial sobre el universo concentracionario nazi
es inmensa y se declina en numerosos idiomas. También en los nuestros.
Por desgracia, así como en España se han traducido ejemplos,
particularmente desde el francés, no me consta que muchos testimonios
españoles hayan sido vertidos a otros. Haberlos, haylos. He tenido el
honor de prologar algunos rescatados de la oscuridad por la escritora
catalana Montserrat Llor Serra y publicados en CRITICA. Abundan más los
de los hombres que los de las mujeres y entre estos últimos menos
todavía los que combinan recuerdos de la resistencia en Francia con los
de los campos nazis. De aquí que la editorial Renacimiento sevillana
merezca un agradecimiento especial por haber dado a la luz, en
castellano, hace años las memorias de Mercedes Núñez Targa. Una
militante comunista que combatió en la Résistance francesa, que fue
deportada al campo de mujeres de Ravensbrück y que regresó para
contarlo.
Debo el conocimiento de esta versión al hijo de Mercedes, Pablo
Iglesias Núñez, que la tradujo con Ana Bonet Solé del original catalán, El carretó dels gossos (La
carretilla de los perros), aparecida en Edicions 62 y que la reeditó en
2005. Su hijo le cambió el título por uno más expresivo: Destinada al crematorio con el subtítulo De Argelès a Ravensbrück: las vivencias de una resistente republicana española, aparecida
en 2011. A esta edición se le añadió un prólogo del conocido escritor y
filólogo gallego Xesús Alonso Montero, presidente de la Real Academia
Galega hasta principios de 2017 y militante comunista en su época. En él
se resume la vida accidentada de la autora, que falleció en Vigo (donde
tiene dedicada una calle) en 1986. Su primer relato, Cárcel de Ventas,
publicada en París en 1967, se tradujo al catalán y al gallego.
Renacimiento la ha publicado en castellano en 2017. Confieso no haber
leído esta obra primera. La segunda parte de sus memorias muestra, en
todo caso, a una escritora de estilo simple y efectivo. Con garra. Es un
bonito recuerdo de la conferencia que el 18 de julio pasado di en el
centro cultural de Goián, cerca de A Guarda. Hasta estas vacaciones de
Navidad no había tenido tiempo de leerlo.
En comparación con los grandes campos de exterminio nazis,
Ravensbrück fue “simplemente” de concentración y se destinó,
principalmente, a albergar mujeres, procedentes de todos los países
sobre los cuales los nazis echaron sus miradas ávidas. No debe creerse,
sin embargo, que fuese un campo de secundaria importancia. Figura en
lugar prominente en la mejor historia que conozco de los campos nazis
(la de Nikolaus Wachsmann, publicada por CRITICA y ya en tercera
edición). En ella puede seguirse la infame trayectoria de Ravensbrück
desde sus comienzos, en 1os primeros meses de 1939, hasta su final. Tras
la ocupación de Polonia en aquel año más del 70 por ciento de las
internas eran polacas, lo que hizo que en el campo se extendiera la idea
de si Hitler no habría decidido también exterminar, aparte de los
judíos, a los polacos. Realmente los trató como a perros inmundos, de
aquí tal vez el título original de estas memorias.
En su comienzo las condiciones de vida no eran mortales. Empeoraron
después hasta llegar a la apoteosis catastrofista. En el campo estuvo
detenida la conocida comunista alemana Margarethe Buber-Neumann, que
llegó en agosto de 1940. Era una militante del KPD de gran prestigio a
la que Stalin no le permitió que participara en el canje de prisioneros
que él y Hitler autorizaron. Como para entonces Buber-Neumann ya había
visto de cerca las condiciones del Gulag, en Karaganda, Ravensbrück le
pareció mucho más tolerable. Recordaré que en 1980 fue condecorada con
la Gran Cruz del Mérito de la República Federal de Alemania, la más alta
distinción de su país. Está por ver que algo similar se haya hecho en
España con algún deportado de después de la guerra civil, pero nunca es
tarde para perder la esperanza, aunque fuese a título póstumo.
A medida que transcurrió la guerra, en Ravensbrück fueron
deteriorándose las condiciones de vida e incluso de muerte de los
internados. Sobre todo, a partir de 1942. Las “enseñanzas” de Auschwitz y
campos similares en materia de asesinatos masivos y de “selecciones”
para la muerte inmediata tras la llegada a ellos fueron expandiéndose
por toda la red contaminándola “adecuadamente”. Mercedes Núñez llegó en
el verano de 1944 a Ravensbrück en un período en el que el campo era una
sombra de lo que había sido. Para peor.
La autora tenía tras de sí numerosas aventuras. Había caído
prisionera después de la guerra al tratar de reconstituir el partido
comunista en Galicia. Ingresó en la cárcel de Ventas, aunque salió de
ella por un error administrativo, huyó a Francia, se adhirió a la
Résistance, fue detenida por los franceses colaboracionistas y los
alemanes cuando militaba en la 5ª Agrupación de Guerrilleros Españoles.
En vez de mandarla al pelotón de fusilamiento de inmediato, su
interrogador, un alsaciano que trabajaba para los nazis, sorprendido de
su gallardía, la puso en el camino que la condujo a Ravensbrück después
de pasar por dos campos en Francia y uno en Alemania. En su recorrido ya
pudo observar que lo que se murmuraba de los nazis amenazaba con ser
cierto. La realidad sobrepasó todo lo imaginado e imaginable.
A lo largo de sus memorias, de no más de 120 páginas, que se leen en
poco más de dos horas, Mercedes Núñez trazó con vigor y realismo una
multitud de retratos de los co-protagonistas de su relato, en la
Résistance y en los campos, españoles, franceses, polacos, rusos,
yugoslavos, alemanes nazis y no nazis. Añadió la descripción de los
sistemas de degradación y humillación en el horror, la vida diaria, el
temor a contraer algún tipo de enfermedad (casi inevitable) que
condujera directamente al crematorio, las vejaciones diarias de las
kapos, los esfuerzos para inutilizar obuses que en los talleres del
campo las prisioneras más fuertes se veían obligadas a montar (pequeñas
victorias en el balance general de la guerra pero cuán satisfactorias
para quienes podían topar con el crematorio al intentarlas).
En Ravensbrück se vieron, como en otros campos, entremezclados el
horror, el honor, la dignidad y la cobardía. En todo caso, la abyección.
No sin cierto orgullo Núñez recuerda que las españolas solían despertar
sentimientos de admiración en comparación con otras internas. Incluso
entre los obreros alemanes que trabajaban con ellas en los talleres.
Ciertamente no hubo muchas en el período que la narradora pasó en el
campo. La mayor parte de los españoles “rojos” (tal era su apelación
oficial) pasaron por decisión de Himmler a otros campos y, en especial, a
Mauthausen. Pocos sobrevivieron.
Especialmente impresionantes son las descripciones que la autora hace
de las kapos, es decir, de las vigilantes. Chocan un poco con la
valoración de Wachsmann, para quien las guardianas de Ravensbrück
retrocedían en términos de brutalidad con respecto a sus homónimos
masculinos de las SS. Por lo que Núñez Targa vivió se trataba de
prisioneras que colaboraban con el fin de obtener algunas migajas de
“simpatía” por parte de los nazis y esto dependía de su disponibilidad
para actuar con dureza, incluso extrema. Cierto es que Wachsmann hace su
observación al principio de la vida del campo.
Tras haberse “empapado” de millares de impactantes escenas de
humillación, miedo cerval y horror, destaca la significación del regreso
a Francia en las circunstancias un tanto caóticas en que vivía el país
vecino. Por suerte evitó que la pusieran en un convoy que probablemente
la hubiese llevado a España. Se quedó en París y tuvo el placer de no
recargar las acusaciones que pendían sobre el abyecto colaboracionista
que la había puesto en la vía que conducía a los campos alemanes. El
tipo remilgado, fino, elegante, pero no exento de ataques de una
brutalidad que recuerda a las descripciones que han salido a la luz en
los últimos años sobre las vejaciones y torturas que solían aplicar
algunos especímenes notables de la Político-Social franquista, se había
convertido en un auténtico guiñapo humano. Tampoco le sirvió de nada.
Fue condenado en Carcassonne y fusilado en septiembre de 1945. Uno más
de los traidores a Francia que tuvieron que responder de sus actos ante
los tribunales de justicia en una de las jurisdicciones de excepción
creadas el año anterior y de composición especial. Según informaciones
francesas, tales tribunales condenaron a muerte a 767 personas (hubo más
que se enfrentaron a otras dos jurisdicciones).
Mercedes Núñez Targa fue condecorada con la Legión de Honor, la
Medalla Militar, la Cruz del Combatiente Voluntario de la Resistencia,
la Medalla de la Deportación e Internamiento por hechos de Resistencia,
la Cruz de Guerra y la Cruz del Combatiente. Del libro que comento no
aparece nada que haga pensar que en la España postfranquista se le diera
ningún trato especial.
Nunca es bueno olvidar. El historiador Nikolaus Wachsmann es alemán,
asentado en Londres. Nació en 1971. Miembro de una generación que no
tiene el menor inconveniente en revisar los imborrables crímenes
alemanes. Ha tenido acceso a archivos múltiples donde han quedado
registradas las vergüenzas de una generación anterior. ¿Hasta cuándo
habrá que esperar para que el acceso libre a los archivos centrales de
la represión franquista pueda hacerse en similares condiciones? Pregunto
esto porque, según mis noticias, el anuncio hecho por la Sra. Ministra
de Defensa, y publicitado a bombo y platillo, no ha pasado en realidad
de una declaración de buenas intenciones. Ahora algún archivo me ha
reconocido que no tiene funcionarios o empleados para dar abasto a todas
las peticiones.
DdA, XV/4092
4 comentarios:
Por si acaso algún día te cierran tu blog, como cerraron el mío, este artículo y otros tuyos que merecen permanecer, los he guardado en web.archive.org, el archivo de internet de donde he podido rescatar los artículos de mi blog y republicarlos.
http://web.archive.org/web/20190219111711/https://www.diariodelaire.com/2019/02/merecedes-nunez-targa-una-militante.html
¡Larga vida a los insurgentes!
Me gustaría que me dieras más detalles para publicar lo que me dices. Tomo nota y te lo agradezco. SALUD HERMANO.
Me gustaría que me dieras más detalles para publicar lo que me dices. Tomo nota y te lo agradezco. SALUD HERMANO.
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