Echamos mano de la imprescindible hemeroteca para republicar el editorial que el diario El País suscribió el 13 abril de 2.002 con motivo del golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez (Golpe a un caudillo), a fin de que se compare con los artículos y editoriales que se están publicado estos días en línea similar contra el gobierno de Nicolás Maduro, con motivo de este otro golpe de Estado contra el gobierno que preside. Dejo a la consideracion de lector los criterios y consideraciones que le merezcan estas coincidencias entre un texto que se difundió hace casi diecisiete años y los que ahora encontramos en la mayoría de los medios de comunicación nacionales. En 2.002 gobernaba Aznar el de las Azores, el más falaz de los presidentes que ha tenido este país en los últimos cuarenta años, capaz de mentir sobre casi doscientos cadáveres, y que como es sabido apoyó ese golpe. Ahora gobierna Pedro Sánchez, cuyo partido se autoproclamó como La izquierda. También invito al lector a que encuentre entre uno y otro presidente, con respecto a Venezuela, las diferencias que pueda haber con lo dichoayer por el ministro de exteriores JosepBorrell. Pedro Sánchez ha teniendo la desvergüenza de dar hoy un ultimátum a Maduro, amenazando con apoyar al autoproclamado presidente opositor interino si no convoca elecciones en ocho días. ¿Y si esas elecciones las vuelve a ganar Maduro como hasta ahora?
Sólo un golpe de Estado ha conseguido echar a Hugo Chávez del poder
en Venezuela. La situación había alcanzado tal grado de deterioro que
este caudillo errático ha recibido un empujón. El ejército, espoleado
por la calle, ha puesto fin al sueño de una retórica revolución bolivariana
encabezada por un ex golpista que ganó legítimamente las elecciones
para, convertirse desde el poder en un autócrata peligroso para su país y
el resto del mundo. Las fuerzas armadas, encabezadas por el general
Efraín Vásquez, han obrado con celeridad al designar como jefe de un
gobierno de transición a un civil, Pedro Carmona Estanga, presidente de
la patronal venezolana, a la vez que destituía a los mandos militares
compañeros y amigos del depuesto presidente.
Aprovechando
la ola de hartazgo de tanta gente con la corrupción del anterior
sistema de partidos, Chávez arrasó en las urnas, para hacer luego un uso
abusivo de ese poder, con un autoritarismo que llegó incluso a las
aulas de los colegios. Su final se veía venir tras las cada vez más
numerosas declaraciones de diversos militares, el deterioro de la
situación económica y la marea de protesta de la clase media, que creció
con la aprobación en diciembre pasado de 49 decretos-leyes de
inspiración castrista. Chávez introdujo varios centenares de asesores
cubanos en Venezuela, al tiempo que suministraba a La Habana petróleo
gratuito, un grifo que ahora se cierra.
La gota que colmó el vaso y levantó a los militares fue la
represión protagonizada por la policía y francotiradores adictos a
Chávez, que causaron 15 muertos y un centenar de heridos el jueves, en
la tercera jornada de una huelga general que unió paradójicamente a
sindicatos y empresarios. La protesta recibió un impulso extraordinario
cuando paró la estratégica compañía Petróleos de Venezuela (PDVSA) y
Chávez ordenó por televisión el cese de algunos de sus directivos. El
régimen chavista ha sido tan desastroso que ni siquiera ha sabido
gestionar con eficacia esta riqueza nacional, que le convierte en el
cuarto exportador mundial, lo que puede obligarle en los próximos meses a
bombear y refinar a pleno rendimiento para llenar las cajas de su
hacienda pública, en contra de la voluntad de otros países de la OPEP
(Organizazión de Países Exportadores de Petróleo), temerosos de que
caigan los precios.
La resistencia civil contra Chávez, que atacó a los medios de
comunicación y amenazó con nacionalizar las cadenas privadas de
televisión, en cuyas emisiones irrumpía, se había organizado en redes
que constituyen una esperanzadora semilla de desarrollo de una sociedad
civil, y que utilizaron Internet como 'trinchera de la modernidad'. Esta
resistencia pacífica esperaba una salida constitucional, aunque fuera
para cambiarla a continuación. Por desgracia, lo ocurrido demuestra que
en Venezuela el ejército sigue siendo el árbitro de última instancia. A
la luz de los hechos, hay que elogiar al menos la decisión de la cúpula
militar de ceder el poder a un civil, aunque resulte singular que el
elegido sea el presidente de la patronal.
Vaciadas las cúpulas de los partidos políticos tradicionales, es
necesario convocar elecciones cuanto antes y redactar una Constitución
que restablezca el equilibrio de poderes que Chávez eliminó a su medida,
como hiciera Fujimori en Perú. El nuevo presidente interino, Ricardo
Carmona, se ha comprometido a nombrar un Gobierno de concentración 'con
gente intachable' y a convocar elecciones en el plazo de un año. Además
de preparar la transición, tendrá que abordar sin demagogia algunos de
los graves problemas sociales que padece el país.
Chávez ha jugado con fuego dentro y fuera. La sombra de EE UU -que
importa de Venezuela un 13% del crudo que consume y que ayer le acusó de
buscar su propio final- se puede presentir detrás de lo ocurrido.
Chávez no parecía haberse percatado de cómo ha cambiado el mundo tras el
11-S: evitó condenar los atentados de Nueva York y el Pentágono, viajó a
Bagdad para expresar su apoyo de Sadam Hussein, apoyó la guerrilla
colombiana de las FARC, estrechó sus relaciones con Castro y acogió a
Montesinos, la mano negra de Fujimori. Retrospectivamente, no
es la mejor muestra de acierto que Aznar, al recibirle en Madrid en
1999, subrayara su 'profunda confianza' en Chávez. Tiene ahora, como
presidente del Consejo Europeo, una ocasión para que la UE contribuya a
la instauración en Venezuela de un régimen democrático normal y estable.
Sería bueno que Chávez y algunos de sus colaboradores detenidos
rindieran cuentas de sus desmanes autoritarios y corruptos ante los
tribunales de su propio país. Su experiencia, como la de Fujimori, debe
servir para que se difunda la lección de que la democracia no son sólo
votos, sino también usos.
DdA, XV/4.072
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