Vicente García Riestra muestra su tarjeta de apátrida en Oviedo
Félix Población
Mi estimado colega Javier Valenzuela ha tenido la amabilidad y la
oportunidad de recordarnos en estas fechas en que la ultraderecha ha
contado con hasta 400.000 votos en las urnas de Andalucía, el país de
Blas Infante y Fermín Salvochea, las imágenes de los presos políticos de
la Topografía del Terror, el memorial que todo viajero con afanes de
ilustración histórica puede visitar actualmente en Berlín y del que ha
elegido esa fotografía.
Entre 1933 y 1945 aquellos centros más significativos del terror
nacionalsocialista hitleriano como fueron las cárceles de la temible
policía secreta del Estado (Gestapo), la dirección de las SS, el
servicio de seguridad de las SS (SD) y la Oficina Central de Seguridad
del Reich se encontraban radicados en el lugar donde hoy se puede
asistir a la denominada Topografía del Terror, en las calles Wilhelm y
Prinz Albrecht, junto al edificio Martin Gropius, muy cerca de la
carismática Potsdamer Platz. En esa gran exposición se documenta, desde
hace ocho años en que fue inaugurada, la aciaga historia de esos
organismos y de sus múltiples crímenes y persecuciones. También se puede
contemplar una de las pocas partes que se conservan del viejo muro que
dividió Berlín hasta su caída en 1989. Hasta ese lugar llegan cada año
800.000 visitantes al objeto de no perder de vista la época más oscura
de la memoria histórica de aquel país. Se trata de uno de los museos y
lugares conmemorativos de la ciudad que más asistencia registra
anualmente.
Las fichas de los detenidos pertenecen a algunos de aquellos miles de
militantes socialdemócratas y comunistas que en su día lucharon contra
el nazismo, previendo lo que su victoria podría comportar y comportó.
Conviene recordar en este punto que la primera vez que el Partido
Nacional-socialista Obrero -tal como se le denominó en sus orígenes- se
presentó a unas elecciones no llegó a lograr ni el 3 por ciento de los
votos (1928). Se trataba por entonces de un partido subestimado que, con
la gran depresión que azotó a Alemania en 1929, pasó en los comicios de
1930 a conseguir el 18 por ciento, con el Partido Comunista como gran
adversario político a partir de ese año.
Por temor al comunismo, los empresarios y el gran capital se
decantaron entonces por el partido nazi, que con ese respaldo
convirtieron a judíos y comunistas en los grandes enemigos del país. Ese
mensaje caló rápidamente en amplios sectores de la sociedad -incluidos
los trabajadores desempleados- en un contexto grave de crisis
socio-económica, una de esas crisis con las que de vez en cuando nos
obsequia el capitalismo. Fue en ese momento cuando comenzó el sabotaje y
la violencia contra esos dos enemigos, creando una imagen de caos que
beneficiaba al partido nacional-socialista como garante del orden, de
ahí que en las elecciones de 1932 obtuviera el 37 por ciento de los
votos.
En 1933, Adolf Hitler fue nombrado canciller, previo acuerdo de su
partido con los de la derecha moderada. Hubo periódicos, sin embargo,
que ni en esas circunstancias veían la posibilidad de que Alemania
llegara a tener un régimen totalitario, incluso entre la prensa judía.
(Sería muy interesante al respecto revisar las hemerotecas). Lo cierto
es que los nazis pasaron en cuatro años de ser un fuerza residual a
ocupar el poder, beneficiándose de la crisis y del odio, y también del
ninguneo y menosprecio de los medios, buena parte de la sociedad y los
restantes partidos políticos.
Si siempre ha sido necesario mantener en la memoria la identidad y la
acción de las mujeres y hombres que figuran en la fotografía del
memorial berlinés, nuestro tiempo aconseja que esa memoria reviva en
tiempos sombríos, que diría Bertold Brecht. Lo aconsejan casos como el
que hace poco contó en el diario Sur un profesor de Historia de
un instituto de Málaga. Juan Naranjo, que así se llama, glosó sus
impresiones ante la alarma que le produjo ver seducidos por la
ultraderecha a los alumnos adolescentes a los que dio clase. En un hilo de
Twitter que se hizo viral escribió: «En mi clase, delante de mis ojos,
estaban creciendo fascistas». El profesor lo explicó después con detalle
en un artículo
Los cachorros de la reconquista.
Lo aconsejan también estas declaraciones de Vicente García Riestra,
el último superviviente asturiano en un campo de concentración nazi
(Buchenwald) , muy tardíamente (93 años) homenajeado el pasado sábado en
Oviedo y en su localidad natal, Pola de Siero. Vicente dijo haberse
nacionalizado francés (sigue residiendo en ese país) y recuerda que allí
le han reconocido lo que hizo -fue condecorado con la Legíón de Honor-,
mientras que en España -donde su padre y su hermano fueron asesinados
por las tropas franquistas-, ningún gobierno hasta ahora, desde que se
instauró la democracia hace cuarenta años, le ha devuelto la
nacionalidad española que le arrebató Franco. De hecho, él se
nacionalizó francés para no ser un apátrida, algo que testimonió en
Oviedo mostrando el documento correspondiente. "Todos seguimos siendo
españoles de corazón pero nada más, y nadie nos devolvió la
nacionalidad", dijo.
Es muy posible que si Vicente García Riestra hubiera tenido la
nacionalidad española que desde hace cuatro décadas merece, su presencia
y su memoria en este país habrían sido de agradecer en institutos y
colegios para que los cachorros de la reconquista lo tuvieran más
difícil y la educación en democracia bebiera mejor en sus fuentes: las de la
libertad y los derechos humanos.
*Artículo publicado hoy también en El Salto
DdA, XV/4.041
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