sábado, 1 de diciembre de 2018

UNA REALIDAD ESPERPÉNTICA, OBSCENA Y DESAFIANTE NOS HACE LA PEINETA



Ana Cuevas

Calderón de la Barca defendía la teoría del solipsismo. Todo en la vida es sueño. No existe la realidad que nos rodea. Por lo visto Platón, ya insinuaba algo parecido cuando explicaba que el ser humano vive atrapado en una maraña de sueños en el interior de una caverna oscura.
De forma instintiva, comparto esta hipótesis desde que me salieron los primeros dientes. Asumir el mundo al que venimos no es tarea fácil y, con frecuencia, el sueño de nuestra vida está plagado de demasiadas pesadillas. La presunta realidad se nos muestra esperpéntica y obscena.
Desafiante, nos hace la peineta. Los malos sueños, si les das riendas, tejen redes de miedo e ignorancia para impedirnos ver la luz más allá de las pertinaces sombras. 
Si me he puesto estupenda es por mi propia incapacidad para asumir algunas cosas que acontecen en este onírico territorio llamado España. 
Pasan fenómenos para-anormales, de eso no hay duda. Un payaso televisivo puede ir a la cárcel por sonarse los mocos con nuestra sagrada bandera.
¿Perdón? Siento comunicar a todos los ofendidos por el histrión rojeras que mancilló la rojigualda con sus fluidos nasales que en las tiendas de chinos de mi barrio se han puesto morados de vender toallas con la bandera patria este verano. Incluso he visto que, quienes se sienten mucho y muy españoles, pueden encargar el mismo artículo en el portal de Amazon, con una calidad de felpa superior, para envolverse con ella al salir de la ducha y secarse convenientemente sobacos y genitales. ¡Chupaos esa abogados ultracatólicos y demás facherío recalcitrante! El ultraje a la bandera  se está a dando a diario entre vuestras prietas filas.
El surrealismo nos ataca sin piedad. Ahora resulta que, el presidente de China, un tío muy salaó y respetuoso a tope con los derechos humanos, ha venido de visita. Puente de plata. Es comunista sí pero, amén de no tener nada que ver con Cuba o Venezuela, la mayor virtud del gobierno de Xi-Jinpin, es su poderío económico emergente en el capitalismo. Lo de la represión y las ejecuciones metódicas contra su propio pueblo es pecata minuta comparado con la oferta de posibilidades que se abre para los empresarios nacionales. Practicismo o hipocresía. La oscuridad adormece la conciencia.
Menos mal que, para compensar, nos hemos echado unas risas a costa de un adorable personaje amigo de los niños que amenaza la estabilidad emocional del dictador chino. Alguien comparó la imagen del apuesto galán oriental, Xi-Jinpin, con la del mítico osito Winnie the Poo y el presidente entró en cólera. En su país se han prohibido las emisiones o representaciones en cualquier formato relacionadas con el animalillo.
Reconocerán que es un alivio hacer negocios con gente tan equilibrada. Y para no contrariar al titán del este, nuestro gobierno ha corrido solicito a solucionar lo que podría haber sido un grave escollo en las relaciones bilaterales entre los dos países. Han quitado de circulación durante un par de días al señor que pasea por el retiro vestido de Winnie para conseguir unas monedas haciéndose fotos con la chavalería.
¡Imaginen que el señor Xi y el moñaco de Winnie de Poo se hubieran encontrado cara a cara! Sería una ofensa solo comparable a las mucosidades de Dani Mateo sobre nuestra maltratada enseña. Pero a nivel casi universal porque, mosquear a los chinos, supone echarse encima unos cuantos millones de enemigos.
Así que todo solucionado. Salimos airosos otra vez del brete. A Berlanga se le caería la baba. A mí me parece que esta tragicomedia hispano-china puede acabar como lo de la bandera. Y que dentro de nada veremos en el Retiro señores disfrazados de Xi-Jinpin porque el personaje real habrá absorbido la esencia del peluche y bandadas de turistas y tiernos infantes pagarán por fotografiarse junto a tan redondito y amoroso sátrapa.
¿No me creen? Recuerden a Calderón de la Barca y prueben a soñar con los ojos abiertos. A disipar las brumas que no nos dejan ver la salida de la cueva. Descubrirán que, expuestos a la luz, los monstruos que pueblan nuestras pesadillas son como Winnie the Poo, pero con menos alma.

                  DdA, XV/4.026                   

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