sábado, 1 de diciembre de 2018

LAS DISCULPAS DE UN MINISTRO


Jaime Richart

Sí, sí, está muy bien pedir disculpas. Pero no es lo mismo pedir disculpas directas a una persona a la que se ha ofendido, que pe­dir disculpas por una blasfemia histórica y pública de un experto” en relaciones internacionales que menosprecia un geno­cidio en toda regla en Norteamérica, certificado, por si fuera poca la notoriedad, por profesores estadounidenses del Con­tinente donde se produjo el virtual genocidio del que sólo quedan unas cuantas “reservas” indias.

¿Qué podemos pensar de un científico que en una conversación con colegas de oficio y periodistas, desprecie la ley de la grave­dad? ¿Y qué de un ministro de asuntos exteriores que frivoliza la conquista del espacio Norte del continente americano diciendo que se hizo cómodamente matando a cuatro indios? Si el cientí­fico pidiese luego disculpas por haber sido un lapsus lingue, a me­nos que fuesen acompañadas las disculpas de la aclaración de que sufrió un trastorno mental transitorio, diríamos que era un ne­cio rematado. Y si en la ciencia no caben científicos necios, en la política son indeseables los políticos necios; máxime te­niendo en cuenta que ese político es español y “mucho español” es ministro, ese ministro lo es de asuntos exteriores y la política española está plagada de políticos despreciables por ladrones...

¿Cómo va el mundo a respetar la palabra de un científico frívolo? ¿Cómo va a hacer caso una sociedad a un político de asuntos internacionales insensato que dice públicamente una bar­baridad histórica más grave que negar el Holocausto judío de la segunda guerra mundial? ¿Basta en ambos casos, uno imagina­rio y el otro real, pedir disculpas para no considerarle un absoluto incompetente como ministro y como político, sólo por­que los únicos directamente afectados por esa ligereza punible son los escasos miembros que quedan en la comunidad india de Norteamérica, y sin tener en cuenta que el agravio es contra la verdad y, en consecuencia, contra la ciudadanía española y con­tra todos los ciudadanos del mundo? 

                    DdA, XV/4026                     

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