“LA LENTITUD, O INCLUSO LA PEREZA, ME HACEN SENTIR UN REVOLUCIONARIO"
Aconsejable entrevista emocional de Luis Reguero al poeta Ramón Espejo en El Asombrario. Vaya en titular lo que sigue a propósito de las telecomunicaciones: Un nuevo orden escapista
que ha instaurado el ocio compulsivo en nuestras vidas y la urgencia en
nuestras casas. En mayor o menor medida, todos somos víctimas de una
adicción sistemáticamente programada (y obsolescente, por cierto),
maniobras de escapismos sustentadas en el vacío personal.
Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve al primer amor.
Alfredo Le Pera
Tú quédate, no impidas
esta mano templada.
Muéstrate verdadera y dime, suave,
la lentitud del mundo si vives en la ausencia:
que un tiempo nos buscamos torpemente,
que nos equivocamos.
Tú acércate con dudas,
devuélveme el asombro
de aquel breve, infinito primer beso,
el temblor en tus ojos
de niña sorprendida en el pecado.
Deshazte de la ropa.
Tú separa los muslos
e imagina el gemido de unos cauces
con las aguas crecidas,
siente el salitre denso, desbocado
del río al diluirse en el océano.
Tú piensa en tierras húmedas después de una tormenta.
Y acaríciame dulce,
recógeme en tu pecho
la promesa
de que ya no te vas,
susurra que mañana
vamos a amanecer, mi vida, a medias;
pero antes de que el sueño nos aísle
dame otra vez tus labios recién hechos,
ondúlalos como una bienvenida,
enjúgame el sudor
pacientemente, madre.
De "El vino de los amantes" Hiperión, 2001
Y aunque no quise el regreso
siempre se vuelve al primer amor.
Alfredo Le Pera
Tú quédate, no impidas
esta mano templada.
Muéstrate verdadera y dime, suave,
la lentitud del mundo si vives en la ausencia:
que un tiempo nos buscamos torpemente,
que nos equivocamos.
Tú acércate con dudas,
devuélveme el asombro
de aquel breve, infinito primer beso,
el temblor en tus ojos
de niña sorprendida en el pecado.
Deshazte de la ropa.
Tú separa los muslos
e imagina el gemido de unos cauces
con las aguas crecidas,
siente el salitre denso, desbocado
del río al diluirse en el océano.
Tú piensa en tierras húmedas después de una tormenta.
Y acaríciame dulce,
recógeme en tu pecho
la promesa
de que ya no te vas,
susurra que mañana
vamos a amanecer, mi vida, a medias;
pero antes de que el sueño nos aísle
dame otra vez tus labios recién hechos,
ondúlalos como una bienvenida,
enjúgame el sudor
pacientemente, madre.
De "El vino de los amantes" Hiperión, 2001

El escritor Rafael Espejo. Foto: Cristina Sánchez.
Para Rafael Espejo (Palma del Río, Córdoba, 1975) nacemos envenenados de neocapitalismo. A sus 43 años vive prácticamente con lo puesto. Espejo ha publicado algo más de tres libros en 20 años. Ahora ha vuelto con una antología de sus versos: ‘Madriguera’ (Editorial Pre-textos). Para este poeta, Premio García Lorca en 1995 y Premio Emilio Prados en 2009, la poesía es refugio para “intimar con el mundo”. En medio de este mundo mercantilizado y deshumanizado, su máxima aspiración
es convivir en paz consigo mismo y con los suyos. Nunca he conseguido
ahorrar un poco para mañana. Ingreso poco y soy además un gran despilfarrador”,
asegura este singular poeta, que ama la vida lenta, esa que no tiene
precio, que no está en venta y que, a su juicio, inquieta al sistema.
“La imagen de alguien recostado en el sofá con la tele apagada, sin producir ni consumir, suele poner nerviosa a la gente.
Como dice en uno de sus poemas, Rafael Espejo es de los que
tranquilamente se saca una silla al balcón y se sienta a vivir, a mirar
cómo le roban el pan las hormigas o a pensar, recordar o imaginar,
maneras todas ellas eficaces para dilatar el tiempo. “Soy, dicho
grandilocuentemente, un exiliado temporal”, sentencia.
-Lo más importante es estar vivo. Pero eso ya nos parece,
incluso, insuficiente. Hemos hecho del mundo un lugar complejo,
violento, alejado de la sencillez, donde nos hemos despreocupado por lo
cercano, por el otro, por el aroma de los pequeños instantes. Hoy
conducimos por el carril contrario. En tus versos leemos: “¿Sabes qué
significan las líneas de tus manos? / Que estás viva”. ¿Se nos ha
olvidado que seguimos vivos?
-Me temo que a menudo se olvida, sí. Pero es inevitable. Probablemente
porque ya nacemos envenenados de neocapitalismo, ese inhibidor del
individuo. Se viva a cuerpo de rey o contando céntimos a final de mes,
empleamos nuestras energías en tener más, legitimando así el sistema,
manteniendo vigente la fábula del asno y la zanahoria. Y eso sin contar
con el último señuelo: las telecomunicaciones. Un nuevo orden escapista
que ha instaurado el ocio compulsivo en nuestras vidas y la urgencia en
nuestras casas. En mayor o menor medida, todos somos víctimas de una
adicción sistemáticamente programada (y obsolescente, por cierto),
maniobras de escapismos sustentadas en el vacío personal.
Televisión a la carta, juegos en línea, móviles de última generación…
O las redes sociales, que nos permiten jugar a la ubicuidad cuando,
paradójicamente, ni siquiera estamos donde estamos. En fin, que entre
hipotecas varias y entretenimientos se nos olvida que estamos vivos. Se
nos olvida que todo cuanto creemos poseer nos ha sido dado en préstamo.
Que cuando esto acabe, habrá que devolver el traje y los recuerdos. Que
ese día llegará, y que el día después seremos lo mismo que éramos el día
anterior a que hubiésemos aparecido. Recapacitar sobre todo esto…, qué
fastidio, ¿no? Yo por mi parte siempre llevo en mente, como quien sale a
pasear con auriculares, un mantra de Carmen Martín Gaite: Lo raro es vivir.
DdA, XV/4.047
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