El 22 de julio de 2004, el escritor israelí Amos Oz (Jerusalén,
1939) y el filósofo palestino Sari Nusseibeh (Jerusalén, 1949) fueron
galardonados de forma conjunta con el XVI Premi Internacional Catalunya,
que otorga la Generalitat, tanto por su “obra teórica y literaria” como
por su “decidida, valiente y matizada intervención en favor de la paz y
la reconciliación fuera de los esquemas políticos oficiales”, según el
veredicto del jurado del galardón, que hizo público el entonces
presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall (“El País, 23 de julio
de 2004”). Con más de treina libros publicados y traducidos a una treintena de
lenguas, Amos Oz, quien cambió su apellido familiar, Klausner, por el de
Oz, que en hebreo significa fuerza y coraje, era un escritor de éxito
comprometido con el proceso de paz en Oriente Próximo. En su libro
“Contra el fanatismo.” (2003, 2018) escribió: (“Contra el fanatismo”).»
Como homenaje a Amos Oz, fallecido el 29 de diciembre,
reproducimos a continuación el discurso pronunciado el 8 de diciembre
de 2004 con motivo de la recogida del premio en Barcelona. Era un
momento de gran optimismo, y Amos Oz se atrevió a pronosticar que
estábamos ante un gran paso adelante con la solución de los dos
Estados… La historia, una vez más, fue mezquina … (DRH). Es de lamentar que con una obra tan importante y tan significativa para los valores de la paz y la convivencia en Oriente Medio, Amos Oz se haya quedado sin el Premio Nobel para el que tantas veces sonó su nombre. Me permito resaltar las últimas frases del discurso pronunciado con motivo del citado premio en Barcelona:
"Mis novelas y narraciones no son apolíticas, sino metapolíticas. Tratan de un modo complejo con las complejas manifestaciones del bien y del mal, en un paisaje complejo y ambiguo. Los signos de exclamación abundan en mis
artículos políticos, pero apenas aparecen en mis novelas y relatos. He oído a Sari Nusseibeh una frase maravillosa: el optimismo no es una opción, sino un deber ético.
Mi forma de decir más o menos lo mismo es la siguiente. Si estalla un incendio voraz, puedes salir huyendo para salvar la vida y dejar que se abrasen quienes no pueden correr. Puedes dirigir un gesto admonitorio a las llamas y exigir una
investigación y dimisiones. O puedes llenar de agua un cubo, un vaso o una cucharilla, y echarla al fuego. Aunque el incendio sea enorme y la cucharilla diminuta, cada hombre y cada mujer tiene su cucharilla. Me gustaría crear la
“Orden de la Cucharilla”. Todos los que compartamos esta esperanza deberemos llevar una cucharilla en la solapa. Así nos reconoceremos. No nos limitemos a recordar al máximo y confiar al máximo: esforcémonos, también, al máximo".
"Mis novelas y narraciones no son apolíticas, sino metapolíticas. Tratan de un modo complejo con las complejas manifestaciones del bien y del mal, en un paisaje complejo y ambiguo. Los signos de exclamación abundan en mis
artículos políticos, pero apenas aparecen en mis novelas y relatos. He oído a Sari Nusseibeh una frase maravillosa: el optimismo no es una opción, sino un deber ético.
Mi forma de decir más o menos lo mismo es la siguiente. Si estalla un incendio voraz, puedes salir huyendo para salvar la vida y dejar que se abrasen quienes no pueden correr. Puedes dirigir un gesto admonitorio a las llamas y exigir una
investigación y dimisiones. O puedes llenar de agua un cubo, un vaso o una cucharilla, y echarla al fuego. Aunque el incendio sea enorme y la cucharilla diminuta, cada hombre y cada mujer tiene su cucharilla. Me gustaría crear la
“Orden de la Cucharilla”. Todos los que compartamos esta esperanza deberemos llevar una cucharilla en la solapa. Así nos reconoceremos. No nos limitemos a recordar al máximo y confiar al máximo: esforcémonos, también, al máximo".
Señor presidente de la Generalitat de Cataluña, señor presidente y
miembros del jurado del Premi Internacional Catalunya, mi estimado
profesor Sari Nusseibeh, señoras y caballeros, amigos. Buenas tardes,
shalom, erev tov.
Hace unos mil años vivió aquí, en Barcelona, un poeta judío autor de
versos litúrgicos notables que glorificaban el universo y celebraban
toda la creación. Era, asimismo, un erudito talmudista y traductor de
textos árabes al hebreo. Aquel poeta se llamaba Yitzhak Ibn Reuven
Albargeloni, o Yitzhak, hijo de Rubén, el barcelonés. Nació en Barcelona
el año 1044.
Lo que me ha maravillado de este poeta es que viviera y escribiera
aquí, en el Principado de Cataluña, bajo el dominio cristiano del conde
Ramón Berenguer. Y que, pese al intenso estímulo de la tradición poética
de los árabes, escribió sus versos en un hebreo bellísimo. Sus
descendientes fueron ilustres intelectuales judíos, entre ellos el
rabino Moshe Ben Nachman, llamado Nacmánides por los cristianos.
Un escalofrío me recorre el espinazo cuando pienso que, casi mil años
después de que Yitzhak Albargeloni creara en esta ciudad cristiana su
poesía en hebreo, inspirado por el legado árabe, la Generalitat de
Cataluña invite a un filósofo palestino y a un novelista israelí, a un
árabe y a un judío, a compartir entre ellos el honor de recibir el Premi
Internacional Catalunya.
La existencia musulmana-cristiana-judía en Iberia se ha celebrado
ampliamente. Los judíos recordamos aquella edad de oro de España con el
nombre de “Sefarad”. Antes de la edad moderna, Sefarad fue nuestra era
cultural más abierta, creativa y pluralista: abierta a otras creencias y
mentalidades, alerta ante el saber y la literatura, hambrienta de ideas
nuevas. Algunos de los rabinos y eruditos más conocidos de aquel
período fueron médicos: los notables musulmanes y los príncipes
cristianas tenían expertos médicos judíos en sus cortes. Era ésta una
costumbre consagrada por la tradición y de significado simbólico. Los
judíos eran mediadores culturales, intermediarios, traductores, pero también curanderos. Elogiaban el cuerpo activo y la mente abierta.
Sin embargo, también fue una época sangrienta. Cristianos y
musulmanes se disputaron el territorio y el poder con dureza y
brutalidad. A los judíos se les toleraba más en el Islam que en la
Cristiandad, aunque en ambos casos eran socialmente inferiores. Teniendo
presente esta realidad, opino que podemos seguir apreciando el legado
de poesía, filosofía, arte, medicina y ciencia inspirado por aquel
encuentro fértil, precisamente en esta tierra.
Existe una similitud reveladora entre la epopeya de la lengua hebrea y
la de la catalana. Tanto el hebreo como el catalán son lenguas antiguas
que debieron luchar duramente para sobrevivir. Ambas se vieron
asediadas, por así decirlo, o abrumadas por lenguas vecinas más
poderosas, y ambas lucharon contra corriente por sobrevivir,
enfrentándose en ocasiones a la supresión activa.
Se da la circunstancia de que me hallaba en Barcelona en 1978, poco
después de la caída de la dictadura totalitaria. Me emocionó entonces el
privilegio de presenciar la euforia de la recuperación y el
rejuvenecimiento del catalán. Inevitablemente me recordó la
recuperación y el rejuvenecimiento del hebreo en la época moderna, un
milagro que se trata en mi última novela, Una historia de amor y
oscuridad. Pueden imaginarse el orgullo que sentí cuando mi novela, Mi Miguel,
figuró entre las primeras extranjeras que se vertieron al catalán,
muy poco después de la liberación, seguida por tres de sus sucesoras. De
ahí que, para mí, en modo alguno sea Cataluña una tierra extraña y
distante.
Me parece significativo, incluso simbólico, poder compartir tan
maravilloso premio cultural con mi estimado amigo, el profesor Sari
Nusseibeh. Los dos hemos nacido en Jerusalén, separados por diez años y
por menos de tres kilómetros. Durante demasiados años, un férreo muro de
odio, violencia y fanatismo ha separado mi mundo en el Jerusalén
occidental y judío del mundo de Sari, al otro lado de la línea del alto
el fuego, en la parte oriental de la ciudad.
La integridad y el valor de Sari Nusseibeh destacan sobre este
sombrío telón de fondo. Los dos coincidimos en el tipo de solución de
compromiso, en la clase de cirugía que necesitan nuestros pueblos.
Israel debe retirarse de los territorios palestinos ocupados, porque de
lo contrario no habrá paz. Los refugiados palestinos deberían tener un
hogar seguro y permanente en el estado de Palestina, no en Israel. De lo
contrario tendremos dos estados palestinos y ni siquiera uno para el
pueblo judío.
Sari Nusseibeh y yo llevamos más de tres decenios empeñados en
convencer a nuestros respectivos, traumatizados y desconfiados pueblos,
de la necesidad y de la posibilidad de encontrar un compromiso llevadero
que se base en una coexistencia de dos estados, Israel y Palestina, uno
junto al otro y como vecinos civilizados.
DdA, XV/4.050
No hay comentarios:
Publicar un comentario