
Mohamed come el bocadillo que un voluntario
les ha traído a los chicos que viven en el puerto de Ceuta. Irene Segales
les ha traído a los chicos que viven en el puerto de Ceuta. Irene Segales
Lo he dicho en más de una ocasión y lo repito con motivo de este artículo. Hay un periódico en España que de una manera silenciosa y constante está llevando a cabo una gran labor profesional, tanto por la que acreditan los periodistas de su redacción como la que demuestran los colaboradores de El Salto, un medio que procede en origen del semanario Diagonal. Desde este modesto DdA invitó una vez más a frecuentar esta publicación y a no perderse cada uno de los números mensuales impresos en papel. La dignidad e independencia crítica del periodismo tiene en El Salto todo un gran ejemplo.
Si la fortuna es un banco de madera, sin barra en medio, elevado sobre el suelo, apenas a tres palmos del asfalto.
Si esta noche no llueve y la limpieza, tan municipal, tan neutral,  
tan eficiente, ha respetado la manta y los cartones en detrimento del 
bien de los turistas, de la higiene social, del vecindario, y nadie más 
mayor, con más colmillos, se ha apropiado del lugar seleccionado, tal 
vez pueda enfrentarse al navajazo del frío amanecer en los riñones. 
Si esta noche es la segunda, o la tercera, y no es el tercer mes, el 
tercer año, y aun existe el olor  y la promesa de la sábana limpia en el
 recuerdo. Si no pesan los golpes en los huesos, si no pesa la piel, 
como un designio, si la salud resiste a los castigos, si conserva los 
dientes y un amigo y aún se siente capaz de superarlo, puede que no sea 
tarde todavía. 
Si nadie decide utilizarlo para vender hachís, o robar móviles, o 
descargar su ira o reducirlo a un juguete sexual y traficarlo fingiendo 
que le importa lo más mínimo (porque lo más mínimo ya es mucho ante la 
nada). A lo mejor hay suerte y se levanta. A lo mejor hay alguien que se
 apiada y reconoce en sus doce, quince años, al niño sepultado  bajo el 
MENA. 
MENA es
 el término legal que se utiliza para referirse a los niños sin familia,
 ni pasaporte europeo, ni respaldo, que llegan a España como pueden: 
debajo de camiones de Melilla, atravesando el mar Mediterráneo con la 
promesa, normalmente ficticia, de una vida mejor en este lado que les 
miente en la prensa, en las películas, en el Facebook, en la publicidad 
para el consumo, que aquí, los derechos se respetan. 
Una decepción tan grande.. Y él, tan chico… 
No sabemos cuántos son, pero son muchos. Temen, con razón, los 
uniformes, el cuerpo policial, los militares, los centros de salud, las 
oficinas, los colegios, los adultos, las preguntas. Esquivan su registro
 horrorizados. Las cifras bailan dependiendo de los cálculos. Están los 
que no están en el registro, están los que se registran demasiado. La Fundación Raíces
 nos advierte de que un menor puede ser contabilizado una vez por cada 
traslado ejecutado, hasta cinco veces, lo que explica el “alarmante 
aumento” en estos años. Cada vez que un niño se computa alguien recibe 
un presupuesto por salvarlo. 
Si las pruebas biométricas confirman, tras medirles los huesos y los 
dientes, que no pasan de cumplir 16 años. Si han venido huyendo de una 
guerra que Europa reconozca como tal, y lo demuestran. Si sufrieron 
torturas y las marcas son visibles como para confirmarlo Si han sido 
vendidos como esclavos, usados por las mafias, maltratados, y hay 
pruebas evidentes de estos hechos, a lo mejor el sistema les acepta y no
 son deportados de inmediato. 
El ministro del interior, Grande-Marlaska, habla de “repatriación” 
extensible a los mas jóvenes. Dice esto rápido y luego se deleita en “la
 ampliación del presupuesto para MENA”. El presupuesto se amplía, es 
necesario. No se puede ocultar más bajo la alfombra que los dichosos que
 pasan al sistema duermen sobre esterillas en el suelo, que se hacinan en los centros de Melilla,
 de Ceuta, de Madrid, de Andalucía, de Barcelona. Que por cada educador 
toca a 50, que las colas de comida son tan largas que prefieren salir, 
vender su ropa y comprarse una hamburguesa del Macdonald para volver 
cuando su turno aún no ha pasado. Pero el presupuesto no se cierra, no 
se dicen las cifras y se teme que se acabe antes siquiera de empezar. 
Mientras tanto se hacen fugitivos, abandonan los recursos, y se 
escapan, duermen fuera, al raso, sobreviven como gatos ferales por los 
parques. Nadie les busca, el discurso oficial se ha reducido a “es que 
son así, hay que aceptarlo”. Son así  por que nadie les escucha. Porque 
denuncian y queda en un silencio. Por que solo ellos se estremecen 
cuando oyen amenazar con La Purísima, con el volver al centro de Hortaleza. 
Podemos fingir que nunca ha habido violencia en los centros de 
menores. Que un empleado en un centro fronterizo no apuñaló tres veces a
 un chaval y fue encubierto por la administración. Que no hemos devuelto
 a varias niñas, perfectamente integradas, de un centro de Palencia 
hasta Marruecos, porque la agencia que las gestionaba argumentase que 
aquello “no es rentable”. Que no ha muerto  ninguno bajo nuestra tutela,
 la de España, digo, en algún cuarto sórdido en Melilla, por ejemplo, 
con un pie amputado por las ruedas del camión en el que intentaba 
encaramarse.  Que no hubo de ser PRODEIN quien se ocupase de comunicar 
las muertes a sus padres, Palazón dando la cara una vez más, mientras el
 consejero de Melilla, Daniel Ventura, que le escupe cuando puede, 
declaraba sin verguenza: “No voy a recibir a los padres del fallecido 
porque para que vengan a llevarse un cadáver que hubieran venido antes a
 por su hijo” después de llamar al chico drogadicto. (Está acostumbrado a
 “gestionarlo”, pasa dos veces al año como mínimo). Podemos simular que 
cuando alguien se preocupa de ellos no se le castiga. Fue hace poco en 
Almería, las tres personas encargadas de la Educación Social, 
horrorizadas por lo que  estaban viendo, grabaron un video en el que se 
veía como algunos menores eran atados, cabeza abajo, de pies y manos, a 
las camas, y pedían auxilio. Ellos querían denunciar, y fueron 
denunciados, “por exponer la intimidad de los menores en detrimento de 
su honor”. Ni una palabra que decir de las torturas. Buscad, los que 
estáis leyendo. Buscad lo que estoy diciendo, pero buscadlo en un diario
 regional, en una columna pequeña de sucesos, detrás del ultimo gol de 
Messi, debajo de la publicidad de un coche nuevo. No esperéis hallarlo 
en las portadas. Los niños de nadie, no son niños. 
El 5 de Noviembre celebraron el Seminario Internacional de 
Cooperación Policial y Social en materia de Menores Extranjeros No 
Acompañados, España  insistía en deportarlos, María von Bredow, experta 
en derechos de infancia y tráfico y trata de menores,  tuvo  que 
recordarnos muy bajito “en Suecia a los menores de edad no se los 
devuelve” que un mes y 28 años antes,  firmamos la Convención de 
Derechos de la Infancia. Por pudor, en Suecia, esperan a deportarlos con
 18 años. 
Los niños del mar vienen adultos. Más del 80% ha trabajado y vienen 
pensando en trabajar. Traen responsabilidades a su espalda: hermanos,  
madres enfermas, deudas grandes… No saben qué hacer en los colegios, no 
saben qué hacer en los silencios, no saben jugar, o no se acuerdan. 
Desconfían. Desconfían y lloran a escondidas. Niños prematuramente 
ancianos, interpretando El Señor de las Moscas sin leerlo. Juguetes rabiosos, carne de fracaso. 
Las gentes de bien, que se preocupan, cuando tienen  cuatro, cinco 
años, van perdiendo el interés según avanzan. ¿Cuándo dejan de merecerse
 la ternura?¿A los 12? ¿A los 13? ¿A los 14? No los quiere nadie por sus
 barrios. Cada vez que se abre un centro, la polémica. Coslada, 
Somosierra, el Pais Vasco, Melilla, Ceuta, Extremadura, La Rioja… Se 
habla de inseguridad, de malos hábitos, de ruidos, de violencia, de la 
sarna… Sarna,  en este siglo, en estas calles. ¿Cuándo se acaba la 
infancia para un MENA? ¿Cuando habla con mis hijos en un parque? Niños 
que dan pena en la distancia. 
El desprecio se nota, ellos lo notan. Huyen de los ojos que los 
juzgan. Como huiría yo estando en su caso. A veces,  si la suerte se 
dispone a jugar a su favor, tan solo un poco: Un buen centro, educadores
 preocupados, trabajadoras sociales que se esfuerzan a pesar de los 
sueldos y las horas, alguna organización realmente seria que no los ve 
como un talón bancario desde Europa, profesores conscientes de su 
oficio, médicos que entienden su pasado, un poco de humanidad y 
confianza capaz de no marcarles para siempre como carne de presidio 
prematura, la cosa sale bien, y ellos se esfuerzan, y estudian y crecen 
en silencio, guardando el secreto ignominioso de haber sido los hijos de
 la nada. Niños escupidos por el mar, sobre la arena, como pequeños 
restos de un naufragio.
                   DdA, XV/4.040                    
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