NOS AVERGÜENZA LA JUSTICIA ESPAÑOLA
Jaime Richart
La Justicia
ordinaria es una superestructura fundamental para el buen funcionamiento de una
sociedad. Y la justicia social es una derivada de la justicia distributiva de
Aristóteles. Ninguna de las dos están en España a la altura que esperábamos para hoy hace cuatro décadas. La distributiva, porque las disparidades
socioeconómicas, las desigualdades, no sólo han aminorado, es que son crecientes. Y la
ordinaria, porque la Justicia parece haber perdido el norte de la epiqueya. La epiqueya es la acción hermenéutica,
interpretativa, que le permite al hombre liberarse de la "letra" de
la Ley (de la justicia) en favor del "espíritu"
de la misma (la equidad).
Las leyes
están redactadas por las clases
sociales dominantes que arriman el ascua a su sardina al elaborarlas. El papel
de la Justicia ordinaria, al menos lo que esperan de ella los individuos de las
clases no dominantes, es compensar en la medida de lo posible con su
interpretación la forma desequilibrada de
plasmar la norma de las clases dominantes que en teoría afecta a “todos” por igual. La epiqueya es por eso esencial. Pero si la
justicia ordinaria, dentro del marco interpretativo previamente diseñado para desempeñar su
competencia por los mismos que legislan no corrige al interpretarla la norma
que no distingue entre ricos y pobres, entre fuertes y débiles sociales, la justicia se convierte en otro
aparato más al servicio de la ideología contenida en las leyes de las clases sociales
superiores, y por consiguiente es injusta en su raíz. En algo así
debió pensar el
gran escritor francés Anatole François Thibault, conocido como
Anatole France, premio Nobel de Literatura en 1921, cuando dijo que el mismo
delito es robar un panecillo para un rico como para un pobre...
Resulta
cuanto menos curioso que precisamente en estos últimos
tiempos en España la Justicia esté dando la medida de sí
misma en ya
numerosos casos escandalosos que por ello van pasando al primer plano de la
actualidad. Casos en los que, por una parte, multitud de personajes de la política dominada durante estos cuarenta años de dudosa
democracia se han revelado como delincuentes contra el Estado, contra los
bienes y contra las arcas públicas, y,
por otro, gentes más o menos conocidas o anónimas que han pasado a “manos” de la justicia por conductas más o menos reprensibles, convertidas por el arte de
birlibirloque en delitos o cuasi delitos por un espíritu juzgador que podría pensarse
propio de un sistema opresor. Siendo así
que ya no sólo en materia penal sino también en la civil hay leyes, como la hipotecaria que
data de 1870, sacralizadoras de la propiedad individual, injustas por su base
y que no sólo no son modificadas o
atemperadas por otras sino que la judicatura la aplica implacablemente por una
estricta interpretación.
Que en
materia de justicia ordinaria y justicia social España está muy lejos del sentido de las cosas que tiene la
Europa Comunitaria lo prueban ya numerosos casos. Cada día nos desayunamos con la noticia del rechazo de tribunales
belgas, alemanes o de Estrasburgo al marcado “interés”
mostrado por
los tribunales españoles en aplicar una modalidad de “ajusticiamiento”
a políticos
catalanes, y también a algún político vasco, a titiriteros, raperos, cantantes o artistas
que, suponiéndose asistidos por su libertad
de expresión han hecho ácida crítica de la situación crispada y general que vive este país...
En términos generales es palmario que
la mentalidad de los jueces españoles, y especialmente los magistrados que
integran un tribunal, incluido el Supremo, está
demasiado
distante de la mentalidad de los jueces europeos y del Tribunal de Estrasburgo.
En estos días leemos: “Bélgica da un nuevo revés a las
altas instancias españolas tras el rechazo de las euroórdenes contra los exconsellers”. “La decisión del juez
belga vuelve a cuestionar las penas de cárcel por
enaltecimiento del terrorismo e injurias a la corona, tal y como antes había hecho el tribunal Estrasburgo”. “Un juez de Gante (Bélgica) ha
vuelto a reflejar la desproporción de las
altas instancias judiciales españolas a la hora de castigar los delitos de
injurias a la corona y enaltecimiento del terrorismo al rechazar la entrega a
España del cantante conocido como Valtònyc”. “El Tribunal de Estrasburgo
dictamina que Otegi no tuvo un juicio justo en el caso de la reconstrucción de Batasuna”...
Ahora mismo
se celebra un juicio contra un joven que en una cafetería de Barcelona se abalanzó sobre el mostrador para
coger un bocadillo, para el que la Fiscalía
pide 3 años y 4 meses
de cárcel, tras haberse la noticia de
haber pedido inicialmente 4 y diez meses. El supuesto manejo agresivo de una
lata en estado de embriaguez ha dado pie al fiscal para calificar de robo lo
que no pasa de hurto, de hurto que en otro tiempo hubiera sido calificado de “hurto famélico”... Hace falta ser mala persona, además de incompetente, para desear, que no otra cosa es
pedir, un fiscal, cuatro años de cárcel y diez
meses o tres años y cuatro meses, da igual, para un hombre que manifiestamente tenía hambre.
En otro
orden de cosas, la decisión de la Sala Tercera del TS de
obligar al solicitante de un préstamo
hipotecario a soportar el impuesto de actos jurídicos
documentados “por el impacto social” que supondría cargárselo a la Banca, reformando con ello la sentencia
de la semana anterior, es otro de los casos que no basta con calificarlo de
injusto. Injusto y además disparatado. Disparatado
porque el registro de la hipoteca sólo responde al interés del banco, no del prestatario. Y luego ahí están, por un lado, la benevolencia apreciada en los
delitos gravísimos económicos cometidos por políticos cuya
repercusión en la sociedad ha sido
escandalosa vía recortes, y, por otro, la política penitenciaria permisiva con políticos que a la
par son delincuentes económicos.
En suma, la
Justicia en general en España, sobre todo la impartida por los Tribunales, es
de tan escasa calidad, tan distorsionada respecto a la idea que tiene de la
justicia una persona común, y por consiguiente tan injusta
que, si examinamos y valoramos España a su través, España
parece estar siendo regresada, en materia de justicia al menos, por unas
fuerzas entre invisibles y fatalistas a otras épocas para
el olvido...
DdA, XV/4.010
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