Al tiempo que celebramos el retorno de Ana Cuevas y sus colaboraciones a este DdA, no queremos dejar pasar la oportunidad de encabezar su artículo con este mensaje de Jose Mujica tras la victoria de Bolsonaro en las elecciones generale celebradas el pasado domingo en Brasil:
“No hay derrota definitiva”, aseguró José Pepe Mujica. Unos días atrás, Mujica dijo que los pueblos también se equivocan y puso de ejemplo el ascenso de Hitler en Alemania.
“No hay derrota definitiva”, aseguró José Pepe Mujica. Unos días atrás, Mujica dijo que los pueblos también se equivocan y puso de ejemplo el ascenso de Hitler en Alemania.
“La vida es una lucha permanente con avances y retrocesos. No es el
fin del mundo. Por lo tanto, debemos aprender de los errores que hemos
cometido y volver a empezar. Esto debe ser permanente”, aseguró Mujica.
El uruguayo también recomendó tomarse las victorias con calma y
“humildad desde el punto de vista estratégico”. “Tampoco creerse que
cuando triunfamos tocamos el cielo con las manos y que hemos llegado a
un mundo maravilloso. No, apenas hemos subidos un escalón… tener
humildad desde el punto de vista estratégico”, sostuvo Mujica.
“No hay derrota definitiva ni triunfo definitivo”, dijo por última el expresidente uruguayo.
Ana Cuevas
Los humanos somos unos seres desconcertantes. Observamos la bóveda
celeste desde tiempos inmemoriales en la desesperada búsqueda por hallar
un atisbo de vida inteligente fuera de nuestro planeta. De lo que se
puede deducir que, en la tierra, existen serias dudas sobre nuestro
intelecto como especie. Ha de ser por eso que nos creamos la necesidad
de contactar con vírgenes, extraterrestres o iluminados varios para que
nos señalen un camino que, por sí solos, no nos creemos capaces de
diseñar.
El mundo está plagado de psicópatas que conocen
nuestra debilidad para distinguir entre ficción y realidad. Solo podemos
adivinar la capa superficial, manipulada y convenientemente maquillada
del muladar de basura sobre el que se asienta nuestra civilización. La
reflexión serena de los acontecimientos se sustituye por las tripas y el
odio inducido a las masas frustradas para dirigirlo contra los que
turban los intereses de los poderosos.
Definitivamente, la
inteligencia es un don escaso en el planeta. No puede ser de otra manera
cuando, a nivel global, el fascismo cabalga de nuevo y su montura son
los propios desheredados.
Brasil es un ejemplo. El último pero
no el único. Aunque es posible que el flamante nuevo presidente
brasileño, Jair Bolsonaro, recopile en un solo individuo toda la bazofia
que puede abarcar la naturaleza humana. Defensor de la tortura,
machista confeso (capaz de despreciar a una periodista diciéndole que
tan siquiera merecía ser violada), homófobo declarado (asegura que
prefiere un hijo muerto que uno homosexual), racista y orgulloso (afirma
que sus hijos no se enamorarán de una mujer negra porque están bien
educados) y defensor de todo tipo de violencia contra sus opositores
políticos. Por algo es un nostálgico de la dictadura. ¿De qué me suena?
Sin
embargo, este tipo ha llegado al poder gracias a las urnas. Han sido
los pobres que desprecia, las mujeres que humilla, los negros y mulatos a
los que considera una subespecie... quienes han encumbrado al sociópata
y le conceden el poder para destrozar sus vidas y libertades.
El
discurso de la crispación está calando hondo por doquier. Estados
Unidos tiene su propio trol naranja e imprevisible. Algo así como un
mono con un arsenal nuclear a sus expensas. Un líder mundial con el
cociente intelectual de un ababol que rige los destinos del planeta. La
fórmula: La agitación de la bandera del odio bajo la que se arremolinan
millones de criaturas infelices dispuestas a desahuciar la razón y
permitir que les llenen el cerebro de entrañas.
Europa no se
libra de esta plaga. Austria, Francia,Suecia, Hungría, Italia, Holanda,
Alemania, Reino Unido... el avance de la extrema derecha va de la mano
del desencanto de una clase trabajadora que cae en la trampa de los
falsos argumentos xenófobos. Siempre es más fácil odiar y perseguir al
desgraciado que enfrentarse a los filibusteros que nos roban sin
palancas y de día. Es el mismo proceso que tuvo lugar antes de la
segunda guerra mundial, pero a lo bestia. No aprendemos nada. ¿Será que
nos han robado la Memoria(histórica)? O a lo mejor, simplemente, somos
tontos.
España no podía ser menos. De casta le viene al
franquista su idilio con el fascismo. Y aunque el perro está bien
muerto, nos dejó la semilla de la rabia.
La derecha española,
conservadora y neoliberal, está entrando en una vertiginosa competición.
¡A ver quién es más facha! Y como una serpiente de tres cabezas Casado,
Abascal y Rivera escupen veneno al respetable para inocularlo en la
corriente sanguínea de los trabajadores (esos que no merecemos ni 900
euros de salario mínimo), de las mujeres (a las que piensan controlar
sus derechos reproductivos), de los jubilados (que reciben las pensiones
del hambre) y en general de todo aquel que sea susceptible de ser un
tonto útil para los que verdaderamente importan: Los banqueros y los
emporios económicos. Los auténticos dueños del cotarro.
Las
grabaciones del repugnante comisario Villarejo ponen al descubierto el
funcionamiento de las cloacas del estado. Nada nuevo, al parecer, desde
los reyes católicos. La diferencia es que ahora queda al descubierto la
podredumbre que esconden esos discursos grandilocuentes de algunos
políticos sobre la patria. Como los piratas, su única patria es el botín
que puedan sacar de nuestras costillas obreras. Pero somos tan simples
que entramos al trapo cuando nos cuentan que es el emigrante, el
refugiado por sus abusos y sus guerras, el que nos roba el trabajo a los
españolitos. ¡Ay señor!
El fascismo ataca porque estamos
dejando abiertas las ventanas. Porque elegimos la venda del odio a tomar
las riendas de nuestros destinos.
Les aviso: como los
simpáticos marcianos de la película, no tienen buenas intenciones. Ya se
sabe, esclavizar y explotar. Lo llevan en el adn.
Dirán
ustedes que exagero. Nada quisiera más que equivocarme pero un barrunto
oscuro se extiende por la atmósfera y siento que me falta el aire.
Pero
no quiero catastrofista. Para eso ya está la actualidad diaria.
Prefiero acabar con un chascarrillo que invite a darle al coco.
Por ejemplo, un tuit cachondo que leí ayer sobre este tema. Lo dice claro: "¿Y a mí qué me importa el ascenso de Hitler si yo soy polaco". Pues eso.
DdA, XV/3998
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