Dedico este excelente artículo, sobre todo, a todos los ciudadanos de Asturias que han tenido que soportar recientemente, con motivo de la visita de la familia Borbón y Borbón Ortiz a Covadonga, los excesos de unos medios de comunicación convertidos en serviles adoradores de la monarquía reestablecida por el dictador, cuyos restos mortales serán desalojados en breve del mausoleo que ocupan desde hace más de cuatro décadas. El articulista se refiere al evento de Covadonga como un ejercicio de legitimidad histórica de la institución monárquica y una suerte de resurrección extemporánea de los ritos y símbolos del viejo nacionalcatolicismo, más propios -añado- de la restauración borbónica de 1875 que de este avanzado siglo XXI, con el arzobispo de Oviedo como principal guionista de una homilía propia de entonces:

Antonio Bernárdez Sobreira


Nada es casual, incluso en la política. Quien haya leído el artículo que sobre el evento publicó la corresponsal de ABC en las vísperas del mismo, sumará dos y dos y percibirá que, en la actual coyuntura, es toda una declaración de intenciones y un aviso a navegantes. La hagiografía borbónica convirtió el acto en un ejercicio de legitimidad histórica de la institución monárquica mediante la continuidad sincronizada entre Asturias/León/Castilla/España, una evolución territorial milenaria y teleológica reforzada, además, por la tradición católica, apostólica y romana representada por la Virgen, la venerada y venerable Santina de Covadonga. Es, en suma, una suerte de resurrección extemporánea de ritos y símbolos del viejo nacionalcatolicismo a mayor gloria de una monarquía que se dice parlamentaria, moderna y del siglo XXI.

Detrás de todo ello hay un sibilino (pero burdo por lo transparente) ejercicio de disciplinamiento político y social. Por un lado, guarda una evidente relación con el contencioso nacional(ista) y Catalunya. Por el otro, con la alusión al centenario de la visita de Alfonso XIII se remarca la idea de la República como anomalía histórica ya superada (merced al Franquismo como método quirúrgico: de ahí el impulso al revisionismo histórico o neonegacionismo desde los propios medios monárquicos). En este sentido, el carácter simbólico de la visita es evidente: Asturias la roja, la del 34, la de la “cuenca minera, borracha y dinamitera”, es disciplinada y sometida por la autoridad monárquica.

Todo esto obedece, a mi modo de ver, a un proyecto sociopolítico muy concreto. ABC es la hoja parroquial del Cogollito, ese espacio físico y simbólico de los buscadores de rentas del capitalismo parasitario español, representado por el Barrio de Salamanca y el palco del Santiago Bernabéu (el nacionalmadridismo como sucesor natural del nacionalcatolicismo, la nueva Religión Balompédica al servicio del capitalismo depredador). La comida de este verano en Cedeira (A Coruña, Galicia) entre el ex presidente Mariano Rajoy, el presidente de la Xunta Alberto Núñez Feijóo, el director de ABC Bieito Rubido y el presidente del Real Madrid Florentino Pérez, contiene, en este sentido, una fuerte carga de profundidad. Sabido es, porque lo desveló en los últimos tiempos el sagaz periodista Anxo Lugilde, el desembarco de comisarios políticos de ABC en la televisión pública gallega. Algo fundamental en la “doma e castración” de sus servicios informativos y en el sometimiento a las directrices de la omnímoda jefa de prensa del presidentiño, quien actúa como un sátrapa al servicio del Partido Popular, amigo o enemigo según quien ocupe (okupe) la Moncloa. La presencia de Florentino en el ágape (el mejor marisco regado con el mejor vino) es un claro indicio de la necesaria simbiosis entre los poderes político, mediático y económico..

Nuevamente podemos retroceder a la Restauración Alfonsina y a la conformación de un monolítico bloque de poder oligárquico (que en Galicia se concreta en una cada vez más descarada depredación del territorio, por lo que la comida no es simbólicamente en absoluto baladí), aquel que definiera en su día el regeneracionista aragonés Joaquín Costa y que la II República no fue quien de defenestrar. La Monarquía, ahora renovada (sic) en el nuevo monarca, es la piedra de toque de este bloque de poder, la que asegura la estabilidad política, la continuidad y la legitimidad históricas. Vamos a tener Leonor para rato, en vena, pese a la antipatía que puede generar esta familia de privilegiados, sobrealimentados pero con la línea bien cuidada, en amplios sectores de la sociedad. París bien vale una misa.


DdA, XV/3949