Mi recuerdo de Mogarraz, en el Parque Natural de Las Batuecas-Sierra de Francia, es el de una mañana muy limpia con sonido de fuentes y fuentes de cerezas, recién adquiridas a los vecinos en los soportales de las casas. ¡Qué dulce y fresca la mañana, y qué honda la vieja memoria rural y medieval que se respira en el aislamiento de su geografia y la angostura de sus calles, con su arquitectura civil de tramonera y piedra, a las que se asoman como distintivo propio desde hace unos años esos rostros (388), pintados por Florencio Maíllo, de los que el poeta José Carlos Díaz dice que miran sin recelo desde todas las esquinas:
Te mirarán desde todas las esquinas. Las de sus casas, donde guardan la
memoria de la vida que allí levantaron, y desde la esquina retorcida del
tiempo al que se han sobrepuesto. Te mirarán con la firme convicción de
que en Mogarraz el terco culto a la personalidad de quienes levantaron
sobre el granito, el castaño y el adobe la intimidad de sus existencias,
se ha amotinado contra del despoblamiento que amenaza a tantos y tantos
pueblos. Mogarraz tiene un ejército de ánimas alegres que miran sin
recelo a los viajeros y con agradecida complicidad a quienes mantienen
encendida la lumbre de sus cocinas y abren cada mañana a la luz las
ventanas desde donde miraron el mundo, desde donde milagrosamente siguen
mirándolo.
DdA, XIV/3921
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