Reforma artículo 135 de la Constitución en 2011
Jaime Richart
En España, de lo que ocurre en su
sociedad la ciudadanía lo sabe casi todo. Es más, quizá nada hay que no sepa. Y tan espesa es la realidad social
que no creo que haya otro país europeo donde, en general, se viva más alegre y
despreocupadamente y al mismo tiempo con más desasosiego. Hasta tal punto esto
es así que si uno no quiere enfermar de exasperación, lo saludable es
desconectarse de la realidad o solo asomarse a ella con cautela y no pasar de
leer los titulares.
Pero eso no obsta para saber también
que hay hechos, de este país y de un sistema que nos va devorando poco a poco
en lo material, en lo psicológico y en lo moral que o se silencian y no
aparecen en las parrillas informativas, o se publican no cuando acaban de
suceder sino calculadamente, y no sólo con intención
de recopilar pruebas sino también por presiones oscuras (toda presión lo es)
desde los centros neurálgico del poder, instituido o de facto, para que
no salgan a la luz, al menos en ese preciso momento.
Pues cuando el hecho grave aflora, se
investiga o se juzga, resulta que o su gravedad ha prescrito o las condiciones
que vive el país en general y la figura del presunto culpable en particular
amortiguan el hecho hasta quedar reducido a anécdota. En todo caso los dos
partidos del bipartidismo virtual arropan las imposturas principales, entre
otros motivos porque parte de sus miembros viven del statu quo, monarquía incluida, y de la alternancia, y por eso la promueven
aunque favorezcan y solapen con ello infamia tras infamia desde la Transición y
millones de personas lo paguen con su miseria o su salud...
Pero también sabemos que, conociéndolo
todo, en muchos casos es todo menos lo más grave. Al poder económico, al financiero y al empresarial
les interesa la estabilidad social y la política aunque el desengaño, la
frustración y el cierre de las puertas que dan al futuro de millones de
personas estén a la orden del día. Por eso presionan para que el político, el
gobernante o los miembros de la monarquía no sean investigados a fondo, no sean juzgados a conciencia castigados
estrictamente pese a haber sido inductor, autor intelectual o autor a secas de
tropelías y graves abusos que constituyen delito social. Es más, cuanto más
escandaloso y más grave es el hecho, y más relevante la personalidad del
presunto culpable, sea un presidente de gobierno o un ex rey, más a salvo: a todas luces lo que menos podíamos esperar el siglo
pasado para éste...
En otro orden de cosas pero
relacionadas con la naturaleza del verdadero poder, los parlamentarios de
cualquier parlamento abordan numerosos asuntos como si fueran ellos quienes
deciden nuestro destino y de paso el suyo. Sin embargo ellos y todos sabemos
que quienes deciden realmente son los poderes económicos, los financieros y
los fondos de inversión que condicionan subrepticiamente al poder político,
cuando no le bloquean, a través de su papel concluyente en el empréstito.
Todo se prepara con antelación.
Anticipàndose a los acontecimientos políticos,
círculos oscuros deliberan para que nada se les
vaya de las manos. Por ejemplo, oficialmente sabemos que el banco central
europeo, cuyos fondos son públicos por definición pues son la suma de los aportados por cada Estado de la
Unión, no presta el dinero a los Estados, se lo presta a los bancos nacionales
y estos se lo prestan al Estado a unos intereses arbitrarios de modo que la
conducta política de los gobernantes de la nación prestataria dependa de las
condiciones impuestas por el banco, por las entidades financieras y por las
agencias de calificación. Por ejemplo, sabemos que ahí está Bilderberg y más o menos quiénes asisten a sus conciliábulos, pero
ni una palabra oficialmente sabemos de qué tratan, aunque lo suponemos: defender con uñas y dientes
la riqueza de quienes la poseen a través de la tenaz imposición de políticas concretas, de cortapisas y de
impedimentos a las fuerzas, líderes y partidos que tratan de ahondar la
democracia y avanzar en España. Por ejemplo, oficialmente sabemos del
incremento repentino del presupuesto militar español, inevitable por
compromisos anteriores contraídos,
que desdibujan la voluntad antimilitarista de millones de españoles, y se
imponen ahora a la voluntad de un presidente de gobierno español de convencional
y presunta progresía. Por ejemplo, sabemos que un ex rey hace mucho cayó en la
infamia, pero su castigo conduciría a una convulsión social de suficiente envergadura como para remover los
cimientos del Estado. Por ejemplo, sabemos de la deriva que tomó Grecia tras
prolongados periodos de indignación
social abanderados por un economista no neoliberal que, una vez presente en los
entresijos políticos y económicos europeos, fue expulsado difuminándose así
tanto el político como su noble causa prácticamente para siempre. Por
ejemplo, sabemos que la modificación del artículo
135 de la Constitución española en cuya virtud los primeros en cobrar son los
acreedores internacionales, aunque una vez pagados no quede ni un sólo euro en
las arcas públicas obedece a un mandato indirecto del poder bancario europeo
(modificación, por cierto, que el portavoz del partido del gobierno de aquel
entonces intentó justificar al comunista que le interpeló en el Congreso, con
frases como estas: “no hay otra opción, la presión
de los mercados obligaría a hacer más recortes; las tensiones en los mercados
han llegado a un límite que ponen en riesgo las políticas sociales. Esta es la
realidad”).
Y es que, reconozcámoslo de una vez
para no engañarnos constantemente, parlamentarios y dirigentes apenas tienen
voluntad propia y pintan poco, mucho menos de lo que imaginamos. Pues, habida
cuenta que pocas cosas escapan en este sistema al influjo de la economía, están abducidos. Todo
depende de la realpolitik,
que no es otra que la exigida por los
poderes financieros y económicos y los fondos de inversión, en unos aspectos,
que, en otros, se suman a las trabas y compromisos con la Unión económica
europea a su vez asimismo a ellos sometida.
Sabemos que todo podrá seguir en apariencia un curso “natural”, pero que cuando
esas fuerzas sienten que una iniciativa compromete su statu quo, los préstamos son acompañados de
condiciones que marcan severamente el rumbo de la sociedad. No en vano Marx
decía que la política es una mera superestructura cambiante de lo económico...
No es ya del mito de la caverna
platónica o del elogio de la locura eramista de lo que hablo, que también,
sino de una realidad inalcanzable para la virtual totalidad de la población de cada nación y del mundo, o acerca de una
realidad cuyo conocimiento, aun siendo asequible no conviene manejar en la
información o en los relatos públicos porque quizá la civilización, al menos
la occidental, se desplomaría como el edificio de una demolición controlada o un
rascacielos engullido por un profundo movimiento de tierras. Hablo de que, si
atravesásemos las paredes y nos constase la certeza de cómo se han preparado
numerosas situaciones para las sociedades del sistema y la nuestra en
particular, nos echaríamos las manos a la cabeza e iríamos a los centros
neurálgicos del sistema para hacérselo pagar a los culpables verdaderos...
Por todo esto me pregunto ¿qué sentido tiene arremeter, increpar,
maldecir y perseguir a los títeres interiores del país, si los verdaderos y
gigantescos depredadores están fuera? ¿No debería el mundo que quiere ser
verdaderamente libre ir contra estos? ¿Podemos contrarrestar la globalización?
Porque la realidad que no trasciende pero nos trasciende es que los políticos y
sus dirigentes son unos auténticos peleles, sobre todo los de países de estructura
endeble, como España. Quizá no pueda evitarse. Pero ya que
creemos saberlo todo, no olvidemos esto, pues es posible que ese sea el comienzo de buscar otros caminos para
romper hostilidades, no con los intermediarios, los miembros del poder político, sino con quienes son la causa de
la causa, los depredadores del poder económico.
Imaginemos que se instala en los
parlamentos la formulación de esta verdad: “son los poderes económicos los que
mandan, nosotros les estamos sometidos, ¿qué podemos hacer?” Pues bien, si las naciones no prefieren que
la humanidad salte por los aires, quién sabe si el aflorar desde el
subsconsciente a la consciencia de parlamentos y ciudadanía, psicoanalítica y
sanitariamente, que los poderes económicos son los que deciden, no facilitaría
eso el comienzo y desarrollo de una nueva y más saludable Era de la
humanidad.
Se dice que España entra en bancarrota
en 2019. Si es así, sólo habrá unos ganadores. Si ahora nuestro futuro, el de
los demás, es incierto, ya nos podemos preparar... Lo peor es que, si no intentamos
remediarlo, todo seguirá más o menos así
hasta que desde el primero hasta el último ser humano se dé cuenta de que el
dinero no se come...
DdA, XIV/3905
No hay comentarios:
Publicar un comentario