Jaime Richart
Con
independencia del grado de la presunta deshonestidad de sus políticos, a
ninguno de los líderes de los cuatro partidos de alcance nacional les
preocupa sus reiteradas incoherencias. Estamos hartos de presenciarlas,
una tras otra. Unas veces han pasado muchos años desde la categórica
afirmación o la promesa cuando el político se ha aferrado
sospechosamente a su escaño (y en esto se llevan el trofeo los del
bipartidismo), y otras han pasado apenas unas semanas o unos días. Y no
les preocupa, en buena medida porque pese a ser grave los medios no
hacen hincapié en la impostura...
Pero
si la vergüenza de contradecirse fácilmente a duras penas la resaltan
los periodistas situados en la cúspide de la opinión cuando se trata de
los políticos del partido del gobierno, del otro partido que ha
compartido poder cuarenta años o del otro nuevo de perfil
ultraconservador, cuando se trata de abordar las contradicciones de los
líderes de la nueva formación de izquierdas, su hostilidad es
escandalosa. Tan escandalosa que millones de personas, si pudiéramos,
emigraríamos con tal de que el mundo no nos confunda con ladrones y con
mentirosos que gobiernan, por un lado, y con amarillistas e incapaces de
neutralidad, por otro.
El
panorama general existente en este país y la estela de las condiciones
sociales y humanas dejada por un ejército de embaucadores, de tramposos
y de saqueadores de lo público durante veinte o treinta años explican
nuestra desafección a todos cuantos no ven su gravedad, y más si estos
disponen de la megafonía de los medios de opinión e información masivas.
Si no fuese así la erosión que sufre el partido del gobierno y los
suyos pese a estar desde esas tres décadas en el poder o en la
oposición, sería casi irrelevante en comparación con la erosión que
infieren al partido y a los representantes del partido emergente en los
apenas tres años que llevan en la escena política. Porque en la erosión
de este partido hay varias causas. Pero quizá la más importante y
concluyente es la del modo de tratar esos periodistas las torpezas, las
debilidades y las incoherencias de sus líderes, por una parte, y la
machaconería y los libelos contra ellos, puestos en circulación por un
par de periodistas españoles que en distintas ocasiones han confesado
abiertamente su ideología neoliberal. Hasta tal punto eso es así que,
entre los ataques recibidos de este periodismo rampante y sus luchas
intestinas, empieza a parecer que ese nuevo partido de izquierdas no
tarde mucho en debilitarse hasta acabar desaparecido en el sumidero.
Esto, a cualquier espíritu libre, libre de pensamiento, libre de
solipsismo y libre de prejuicios ha de darle que pensar... Porque si en
materia política España estuviese en las circunstancias y los estándares
éticos de los países de la Europa Vieja, poco habría que decir acerca
de esa obscena parcialidad.
Pero vivimos una España destrozada mucho
antes de que los independentistas, según algunos, amenacen con
destrozarla por su causa; una España donde un tercio de la población
aguanta una vida miserable y sin futuro en buena medida por el expolio a
que la han sometido gentes que llevan demasiado tiempo en el poder. Por
lo que la virulencia mostrada contra el nuevo partido por el periodísmo
predominante clama al cielo; una virulencia y una hostilidad que sin
duda devienen de su complicidad, larvada o manifiesta, con el poder
político, con el poder económico, con el poder financiero y con el poder
religioso e incluso con el poder judicial. Con este último... a menos
que la reciente sentencia de la Audiencia Nacional que condena a
numerosos miembros del partido del gobierno, nos haga recapacitar. En
cualquier caso, la asimetría periodística en este asunto es tan
vergonzosa y exasperante como lo son las contradicciones, los embustes y
el latrocinio de los destrozadores de la vida de millones de
españoles.
DdA, XIV/3863
No hay comentarios:
Publicar un comentario