miércoles, 23 de mayo de 2018

SI HUBIERAN FUNDADO UN FALANSTERIO LOS LLAMARÍAN HIPÓCRITAS

  Prometo solo escribir un último artículo, si fuera preciso, en cuanto se sepa el resultado del referendo planteado por Irene Montero y Pablo Iglesias acerca de la permanencia en los cargos que ocupan democrática, digna y lúcidamente, al menos para quien suscribe estas líneas.  Me ha parecido oportuno, antes, republicar este breve artículo de mi leído Antonio Cambril en el diario Granada Hoy. Quédense con esta frase que lo glosa con perspicacia: Si Pablo e Irene hubieran comprado una madriguera o fundado un falansterio los denigrarían por hipócritas.

Antonio Cambril

Marx cobraba sus escritos en publicaciones radicales y se encolerizaba con sus editores cuando le pagaban mal o tarde, y Engels fue rico de nacimiento y un próspero industrial durante buena parte de su vida… pero eso no les impidió construir el corpus doctrinal del que se ha nutrido la izquierda durante más de un siglo. Querían eliminar la pobreza, nunca quisieron ser pobres. Igual sucede en la actualidad con un centón de políticos, intelectuales, literatos, jueces o empresarios progresistas, muchos de los cuales poseen residencias de gran valor y no han sido criticados por ello. A la pareja de dirigentes de Podemos, sin embargo, la están despedazando. Muchos medios de la derecha, los mismos que han soslayado la corrupción oceánica del PP y jamás han afeado que se alargue la jubilación, se abaraten las pensiones o se pretenda hacer un país más rico a costa de multiplicar el número de pobres, les gruñen con la ferocidad del perro hambriento que coge cacho y no piensa soltarlo. Unos los persiguen, como la policía de Minority Report, por las traiciones a su ideario y los crímenes que habrán de cometer en el futuro para costear la mansión. Otros ofrecen fotografías detalladas de la casa y comentan que está presidida por el mal gusto y es propia de nuevos ricos. Y desde su propia organización no faltan quienes los acusen agriamente de incoherencia.
Pocos matizan. Pocos dicen que la propiedad que han adquirido cuesta lo que un piso en el centro de Madrid. Ni que, seguramente (no lo sé ni voy a bichear para confirmarlo), su valor es inferior al de las posesiones de los líderes de otros grandes partidos nacionales. Ni que una es psicóloga y el otro un profesor universitario que ha demostrado inteligencia y recursos para obtener ingresos sustanciales con sus escritos o participaciones en programas de radio y televisión. Ni, lo capital, que no se vilipendia a alguien por lo que obtiene, sino por la manera de conseguirlo. Si lo hacen honradamente, con su trabajo o la ayuda familiar, allá él y allá ella con su hipoteca. Ella se llama Irene, no santa Irene. Y él Pablo, no San Pablo. No han profesado voto de pobreza. Y han fundado un partido, no una religión. Aunque el apellido de uno sea Iglesias y una tropa de sectarios se apreste a crucificarlo. La casa es el pretexto. Si hubieran comprado una madriguera o fundado un falansterio los denigrarían por hipócritas o iluminados. ¡Amén! 

DdA, XIV/3857

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