Prometo solo escribir un último artículo, si fuera preciso, en cuanto se sepa el resultado del referendo planteado por Irene Montero y Pablo Iglesias acerca de la permanencia en los cargos que ocupan democrática, digna y lúcidamente, al menos para quien suscribe estas líneas. Me ha parecido oportuno, antes, republicar este breve artículo de mi leído Antonio Cambril en el diario Granada Hoy. Quédense con esta frase que lo glosa con perspicacia: Si Pablo e Irene hubieran comprado una madriguera o fundado un falansterio los denigrarían por hipócritas.
Antonio Cambril
Marx cobraba sus escritos en publicaciones radicales y se
encolerizaba con sus editores cuando le pagaban mal o tarde, y Engels
fue rico de nacimiento y un próspero industrial durante buena parte de
su vida… pero eso no les impidió construir el corpus doctrinal del que
se ha nutrido la izquierda durante más de un siglo. Querían eliminar la
pobreza, nunca quisieron ser pobres. Igual sucede en la actualidad con
un centón de políticos, intelectuales,
literatos, jueces o empresarios progresistas, muchos de los cuales
poseen residencias de gran valor y no han sido criticados por ello. A la
pareja de dirigentes de Podemos, sin embargo, la están despedazando.
Muchos medios de la derecha, los mismos que han soslayado la corrupción
oceánica del PP y jamás han afeado que se alargue la jubilación, se
abaraten las pensiones o se pretenda hacer un país más rico a costa de
multiplicar el número de pobres, les gruñen con la ferocidad del perro
hambriento que coge cacho y no piensa soltarlo. Unos los persiguen, como
la policía de Minority Report, por las traiciones a su ideario y los
crímenes que habrán de cometer en el futuro para costear la mansión.
Otros ofrecen fotografías detalladas de la casa y comentan que está
presidida por el mal gusto y es propia de nuevos ricos. Y desde su
propia organización no faltan quienes los acusen agriamente de
incoherencia.
Pocos
matizan. Pocos dicen que la propiedad que han adquirido cuesta lo que un
piso en el centro de Madrid. Ni que, seguramente (no lo sé ni voy a
bichear para confirmarlo), su valor es inferior al de las posesiones de
los líderes de otros grandes partidos nacionales. Ni que una es
psicóloga y el otro un profesor universitario que ha demostrado
inteligencia y recursos para obtener ingresos sustanciales con sus
escritos o participaciones en programas de radio y televisión. Ni, lo
capital, que no se vilipendia a alguien por lo que obtiene, sino por la
manera de conseguirlo. Si lo hacen honradamente, con su trabajo o la
ayuda familiar, allá él y allá ella con su hipoteca. Ella se llama
Irene, no santa Irene. Y él Pablo, no San Pablo. No han profesado voto
de pobreza. Y han fundado un partido, no una religión. Aunque el
apellido de uno sea Iglesias y una tropa de sectarios se apreste a
crucificarlo. La casa es el pretexto. Si hubieran comprado una
madriguera o fundado un falansterio los denigrarían por hipócritas o
iluminados. ¡Amén!
DdA, XIV/3857
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