El objetivo clave de los adversarios políticos de Podemos -tantos, tan pertinaces y tan deleznables algunos- ha conocido y conocerá probablemente varios asaltos en los pocos años de vida que lleva entre nosotros el partido morado. Ningún otro lo consiguió en tan corto plazo. El último ha tenido por asunto el chalé que el secretario general de Podemos y su portavoz parlamentaria han elegido para vivir en compañía de sus hijos venideros en la Sierra de Guadarrama, a 40 kilómetros de la capital de este reino en declive. Todos esos asaltos se han centrado en dividir a esa formación política, para lo cual se ha tratado de atacar y difamar a Pablo Iglesias. El artículo de Manuel Monereo que rescato de las hemerotecas, publicado en Cuarto Poder, fue firmado por su autor el 6 de enero del pasado año, como consecuencia de uno de esos asaltos. El titular es bien explícito: Objetivo: demoler a Pablo Iglesias y dividir Podemos. Es el mismo que se podría estampar estos días. Las bases lo deberían tener muy claro esta semana.  
Manuel Monereo
La orden fue dada. Ahora o nunca, hay que liquidar a Podemos, cueste lo que cueste. El debate Sánchez–Pablo Iglesias
 marcó un antes y un después; lo de la “cal viva” fue una señal, un dato
 especialmente significativo: ¿de qué? De que Podemos va en serio, que 
no votará o se abstendrá ante un previsible gobierno de coalición 
Ciudadanos-PSOE. Ahora se trata de tirar del manual, un grueso libro, 
siempre renovado y puesto al día, trabajosamente elaborado por expertas 
manos de las cloacas periodísticas del Estado y demás aparatos paralelos
 de los que mandan. En el centro del manual se recoge cómo destrozamos 
IU y cómo conseguimos poner fin a la carrera política de Julio Anguita.
Para
 que el asunto funcione tiene que haber una perfecta coordinación entre 
periodistas, hombres de negocios, políticos y servicios paralelos o 
simplemente bien relacionados con los que mandan. No hace falta que sean
 muchos, tienen que ser, por así decirlo, los cabales, los 
significativos, los determinantes en este tipo de operaciones. Hay que 
encontrar el medio que haga de vanguardia, dado el signo de la operación
 —salvar al PSOE— el honor le toca al El País y el mundo mercenario de Prisa. Su “manual de estilo” es excelente y de probada eficacia.
El
 guión del operativo es previsible y apenas ha sufrido modificaciones 
con los años. Se ha hecho más sofisticado, más complejo y –esto tiene su
 importancia– más centralizado. Las tecnologías ayudan más que antes, 
pero la sociedad ha cambiado, las pautas comunicacionales también, y las
 viejas consignas ya no tienen la eficacia de antaño. Reeditar sin más 
la “operación pinza” no parece ya adecuado; hay que ir más lejos, mucho 
más, hasta excluirlos del sistema político. La pieza maestra es demoler a
 Pablo Iglesias. Hay que hacerlo sistemáticamente, poniendo en juego su 
vida privada y pública; su discurso debe ser reconfigurado, desintegrado
 hasta hacerlo irreconocible. Hay que demonizarlo, convertirlo en 
desagradable, prepotente, rígido, mesiánico, impolítico y fanático, 
profeta del pasado y anacrónico. El objetivo final: un hombre así no nos
 puede gobernar.
Para que esto pueda funcionar hace falta algo 
más: construir una “oposición interna” al secretario. Toda organización,
 por definición, es una estructura de poder, con líneas de demarcación 
singulares, con contradicciones más o menos explicitas y con diferencias
 políticas de mayor o menor calado. En el caso de Podemos la cuestión es
 más fácil. Es más grande e influyente que IU, pero orgánicamente más 
débil, con una identidad más difusa y con liderazgos menos consolidados.
 En Podemos todo está en proceso de formación y, mientras tanto, se han 
convertido en una fuerza política determinante y con posibilidades 
reales de ser alternativa y no mera alternancia. Lo dicho: ahora o 
nunca.
Construir
 una “oposición interna” a Pablo Iglesias. El acento hay que ponerlo en 
el verbo construir. Se trata de convertir las legítimas diferencias, los
 modos y formas de concebir problemas, la pluralidad de culturas 
–esenciales para una organización democrática y de masas–, hasta los 
distintos talantes, en oposición organizada al secretario y, esta es la 
clave, con complicidades con los poderes establecidos, especialmente con
 los estrategas de los medios. La vía maestra siempre ha sido la 
respetabilidad, ser respetados y respetables, ser responsables y marcar 
diferencias con la línea mayoritaria en la organización.
Se podría
 decir que el operativo se alcanza cuando se construye un liderazgo 
alternativo al secretario general. Atención, toda organización –incluida
 Podemos– tiene liderazgos diversos y su riqueza reside ahí, en que los 
mismos se organizan en una dirección colectiva plural capaz de reflejar 
la complejidad de lo social y de la propia base electoral y militante. 
No, no se trata de esto, sino de encontrar líderes que construyan 
complicidades con los poderes fácticos con el objetivo de plantarle cara
 a la dirección legítima de la organización y de construir una oposición
 sistemática en el tiempo, en el espacio y, sobre todo, en los medios de
 comunicación siempre disponibles para ello.
En estos días estamos
 ya en un salto de cualidad. Basta mirar, leer y oír al complejo 
mediático Prisa para saber que la guerra es total, sin miramientos, 
definitoria. Acorralar a la dirección de Podemos, generar desconfianza y
 temor, desagregar votos y arruinar la imagen pública de una fuerza 
política que hay que eliminar, cueste lo que cueste. Quien no se dé 
cuenta de esto está ciego o, lo que es peor, no entiende lo que nos 
estamos jugando en este país.
Ahora la clave está en la madurez de
 su equipo dirigente, de su coherencia política y de su coraje moral e 
intelectual. Sin unidad del equipo dirigente, el futuro es problemático y
 no está en peligro solo Podemos, sino la posibilidad de construir un 
nuevo proyecto de país frente a una oligarquía dura y terrible y unas 
fuerzas políticas sumisas a los poderosos y en proceso de 
reconstrucción. Restauración y más restauración.
Al final, esta 
ofensiva puede tener un significado positivo si se encara de frente y 
con lucidez. Una fuerza se construye en las victorias y en las derrotas,
 en la defensa y en la maniobra, en los momentos duros y en los momentos
 menos duros. Lo que no hay que hacer es replegarse identitariamente 
sino defender el proyecto con audacia, con fuerza, con alegría, con 
innovación. No convertirse en “trinchera petrificada” sino reconstruir 
espacios, conseguir aliados y recomponer relaciones con los movimientos,
 con los círculos, con las personas comprometidas con un cambio 
verdadero. Se puede ganar si queremos y nos organizamos, si somos 
capaces de imaginar y soñar.
DdA. XIV/3856 

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