No es preciso que el entrevistado responde con largas parrafadas para que una interviú sea interesante, sobre todo si el entrevistado es Andrés Rábago, más conocido por El Roto, al que el entrevistador ha puesto un titular que invita a leer cuanto dice el protagonista de la charla: La maldad es minoritaria pero poderosa. Debemos exponerla a la luz y señalar a sus responsables:
José Antequera
Un hombre levanta los brazos, mira al cielo con desconsuelo y grita
desesperado: “¡Libertad de expresión, pero sin tener que pensar!” Un
millonario bien trajeado sostiene a su bebé y le susurra al oído:
“Vamos, vamos, no estás cumpliendo con los objetivos de crecimiento”. Un
trabajador con el casco de obrero reflexiona marxistamente: “¿Y cómo
voy a saber yo que soy un proletario si vengo en coche a trabajar, hablo
por el móvil y tengo un chalecito?” Ninguno de esos tipos es una
persona de carne y hueso (aunque bien podrían serlo) todos ellos son
personajes de ficción, sombras de tinta negra, pero son tan reales y
dramáticos, tan mortales y agonísticos, que parecen recién salidos de la
calle. Todo el arte cabe en el humor gráfico de Andrés Rábago, El Roto (Madrid,
1947): aforismos, reflexiones filosóficas, diálogos de la vida
cotidiana, escenas del existencialismo más absurdo y pesimista,
lecciones prácticas de teoría política o corrosivos actos de subversión y
denuncia social. El Roto, probablemente el ilustrador que más
ha influido en la prensa española de nuestro tiempo, se define como un
ser “analógico” que no quiere saber nada de lo digital. También en eso
es un adelantado a su tiempo. Para escapar del ruido de las redes
sociales, lo mejor es “apagar el receptor, no es obligado escuchar…”,
asegura tirando de sentido común, mientras lamenta que los seres humanos
nos hayamos “olvidado de preguntarnos quiénes somos y cuál es nuestra
tarea en la Tierra”. Desde las páginas de El País –un periódico
que “muchos medios desearían que no existiera para ocupar su lugar,
aunque lo veo difícil”, según dice–, Andrés Rábago El Roto sigue
bombardeando nuestras conciencias con su explosivo silencioso y sutil
compuesto por una combinación perfecta de icono y texto, de humor (casi
siempre negro, cuando no ácido) y descarnada tragedia, de lo más
miserable de la sociedad y lo más sublime del ser humano. Renacentista
en vías de extinción, maestro indiscutible del realismo –”sucio o
limpio, pero siempre en el territorio del realismo social”, como él
mismo define sus creaciones–, los personajes de El Roto, unas
veces naturalistas hasta la crudeza más deshumanizada y tenebrista,
otras llenos de luz y dignidad, casi siempre pincelados en riguroso
blanco y negro, nos revelan a diario todo lo malo que anida en el mundo y
en nosotros mismos.
Léase la entrevista en La Crónica del Pajarito
DdA, XIV/3788
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