Ana Cuevas
Se rumorea que un nutrido grupo de mujeres están
tramando algo contra papá-patriarcado. Comentan que andan reuniéndose a
lo largo y ancho de nuestra geografía empoderadas hembras de toda edad y
condición. Jubiladas, ecologistas, científicas, obreras, , escritoras,
abogadas, sindicalistas... Un batiburrillo de seres humanos con
circunstancias diferentes pero conscientes de tener un enemigo común.
Dicen, que no son solo féminas las que promueven esta especie de
aquelarres conspirativos. Que acuden hombres que también se sienten
afectados por un sistema que relega a la mitad de la humanidad a un
papel secundario. Hombres que se consideran feministas de la misma forma
que serían abolicionistas ante cualquier abuso de poder de un grupo de
individuos sobre otros. Por una cosas que se llaman conciencia y sentido
de la justicia. Algo de lo que carecen muchos hombres y, no me duele
admitirlo, también muchas mujeres.
La sociedad que vivimos,
para bien o para mal, la hacemos entre todos. En la intimidad de
nuestras casas con el ejemplo que les transmitimos a nuestros hijos. En
la calle, minimizando los abusos y situaciones vejatorias. Aceptando,
unos y otras, unos roles prefabricados por nuestra condición sexual y
transmitiéndolos a las siguientes generaciones.
Decía Leguina
el otro día que hay que educar a las mujeres para que no se dejen pegar.
¡Ah claro! Que aprendan a esquivar las hostias porque eso de educar a
los niños en el respeto y la equidad da mucha pereza. El septuagenario
ex-presidente socialista de la comunidad madrileña no se sentía cómodo
hablando de feminismo. Más o menos vino a decir que el feminismo está
bien, siempre que no se traspasen los límites que marque el
patriarcado. ¡Pero si ya nos dejan hasta votar! ¿Qué diantres
reclamamos con esa cantinela feminazi sobre la igualdad? Como ya dijo
Mariano, aunque haya tenido que rectificar mi pobriño, no nos metamos en
esas cosas. Al fin y al cabo, solo afectan a la mitad de la población.
Una nimiedad.
Sin embargo, ya les digo que algo grande está
tomando forma. De momento, el día 8 de marzo se convoca a una huelga
general feminista a todas las personas que entiendan que hay que
equilibrar la balanza. A quienes se indignan porque crece el número de
mujeres que viven en la precariedad, que sufren violencia sexual,
laboral o física. Que cobran sueldos miserables para sostener una
economía que sirve para seguir explotándolas. Que renuncian a realizarse
como seres humanos plenos por tener que dedicarse obligatoriamente a
labores de cuidadoras de niños, ancianos o enfermos. Como si en nuestro
adn femenino viniera grabado a fuego el irrevocable destino de asumir en
carne propia toda clase de penosas situaciones.
Mi abuelita
decía que si las mujeres paráramos, el mundo se pararía. El día 8 puede
ser el ensayo general de esa revolución feminista que ella, a su manera,
ya preconizaba. Por supuesto, todos los hombres cabales estarán codo
con codo, compartiendo la trinchera.
Esto es tarea de todas y
todos. De momento, puede que solo parezca un pequeño paso. Un gesto
simbólico que puede que no sea masivamente secundado. Pero como decía
Machado:
"Al andar se hace camino
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar."
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar."
Que
en la prosa del barrio de "El Gancho" zaragozano donde
vive servidora viene a decir: ¡Agárrate los machos patriarcado! ¡Que no
pensamos reblar ni para coger impulso!
DdA, XIV/3761
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