Las Madres Víctimas de Trata –mirad la web donde se encuentran todos los datos y los horrores–
no encuentran ni en los periodistas argentinos ni en los políticos ni
en las fuerzas de seguridad ni en la judicatura, el amparo que un Estado
democrático debe a sus ciudadanos.
Lidia Falcón
Margarita Neira acudió hace unos días
a la reunión del Partido Feminista en Madrid para contarnos su trágica
historia. Veinticinco años atrás su hija de 17 desapareció en Buenos
Aires de donde eran y vivían las dos. Durante varios años
Marga estuvo buscándola sin que ni las fuerzas del orden ni la
judicatura atendieran sus desesperadas llamadas de auxilio. Mediante
la peripecia más extraña logró encontrar el nicho donde la habían
enterrado. A pesar de la indolencia -¿complicidad?- con que actúa la
justicia en ese país, cuando hallaron los restos de la muchacha tomaron
las huellas dactilares del cadáver antes de enterrarla, sin nombre.
En la angustiosa búsqueda de Marga para conocer el destino de su
hija, en el cementerio le indicaron que buscara las tumbas que no tenían
nombre. Y así, durante
interminables días, estuvo haciéndolo, y con los números que tenían los
nichos acudió nuevamente al juzgado donde a través del archivo de las
huellas encontraron los restos de su hija.
En ese periplo, Marga tropezó con
otras madres que vivían su mismo calvario. Sus hijas, adolescentes, y
cada vez más niñas, desparecían un mal día, al ir o volver de la
escuela, y nada más se sabía de ellas. Ni la policía indagaba
la desaparición ni los jueces tramitaban los sumarios ni los medios de
comunicación se hacían eco del drama. Unas
encontraron los restos de las desaparecidas, otra, afortunada, logró,
tras las pesquisas de Marga y sus compañeras, que solas, sin cooperación
de la policía, se atreven a internarse en el horrible inframundo de los
prostíbulos, salvar a su hija de las garras de la mafia de la
prostitución que la tenía secuestrada en un burdel.
Margarita y sus compañeras de desgracia crearon la asociación Madres víctimas de trata
y , como sus antepasadas en la lucha, reclaman la búsqueda y aparición
de sus hijas tocándose con un pañuelo blanco en la cabeza y recorriendo
cada jueves la Plaza de Mayo, cuyo periplo hizo mundialmente famosas a
sus antecesoras las Madres de la Plaza de Mayo.
Pero Hebe Bonafini y sus compañeras
actuaron durante la terrible dictadura en una gesta heroica que los
hombres no fueron capaces de iniciar.
Hoy, Marga y sus compañeras reclaman la actuación de la justicia en plena democracia, o al menos eso creemos. Cuentan
que ya hay 28.000 muchachas desaparecidas, que llegan a sumar casi el
mismo número que los desaparecidos bajo la dictadura.
Las mafias de la prostitución han
encontrado un fácil sistema de adquirir materia prima para su infame
negocio: secuestran a las muchachas, cuanto más jóvenes mejor. Las
últimas tenían 12 años. Las encierran en los burdeles donde los puteros
encuentran un material joven y sin estrenar, y las usan hasta que los
cuerpos y las mentes no pueden soportar más. Alcoholizadas,
drogadas, apaleadas, violadas diariamente durante unos meses o años,
según lo que aguanten, cuando ya las consideran inservibles porque no se
sostienen en pie y no sonríen, las asesinan.
Han lanzado sus cuerpos a campos,
carreteras, playas, plazas. Desnudas y sin identificación. Cuando los
hallan la policía y los juzgados no se molestan en comparar los
cadáveres con las denuncias que las madres habían presentado.
Únicamente, en un último detalle de humanidad toman las huellas, y las
entierran como desconocidas.
El negocio de la prostitución, en
el que se sospecha que están implicados los más altos cargos de la
política, que son propietarios de diversos hoteles, lugares de recreo,
spas, casas de masaje y otros eufemismos con los que encubren los
burdeles, es enormemente rentable. Se calcula que en nivel de ingresos
es el segundo del mundo después del tráfico de armas.
Pero las Madres Víctimas de Trata –mirad la web donde se encuentran todos los datos y los horrores–
no encuentran ni en los periodistas argentinos ni en los políticos ni
en las fuerzas de seguridad ni en la judicatura, el amparo que un Estado
democrático debe a sus ciudadanos. Por eso acudieron a nosotras en el
Partido Feminista en Madrid.
Marga recorre el mundo explicando su
caso y la tragedia que sacude Argentina, porque en su país no encuentra
quienes escuchen a las madres, lo denuncien y lo persigan. Ni la prensa
ni la televisión les dedican sus portadas. Las tertulias públicas no les
conceden su atención, los políticos no las reciben, los sindicatos no
han dado un paso para exigir una acción eficaz del Estado, los jueces no
tramitan los expedientes. Contaba Marga que se presenta ante el juzgado
una denuncia por la desaparición de una muchacha y al cabo de un año ni
siquiera han tomado declaración a la denunciante.
Las madres, esas Madres Coraje, que en todos los países mantienen
el mundo por su base, esas heroicas mujeres que sin estudios, sin
dinero, muchas debiendo mantener a sus restantes hijos a base de fregar,
se reúnen todas las semanas en la Plaza de Mayo para
enseñarle al resto del mundo su tragedia y exigirle que reaccione, que
responda, que plantee ante el gobierno argentino la demanda de
explicaciones y soluciones, como hizo la comunidad internacional frente a
la dictadura.
Pero hoy las víctimas no son opositores políticos y sindicales, la
mayoría hombres, sino débiles muchachitas de familias pobres y por
tanto no valen lo mismo. Hoy los
victimarios no son militares fascistas repudiados por los países
democráticos y vergüenza de su país, sino sicarios y asesinos a sueldo
de los grandes consorcios de la prostitución, que son señores muy bien
situados en la empresa, las finanzas y la política, y proporcionan
buenos y rentables ingresos a sus propietarios e intermediarios y
a los que los protegen, que se sientan en los bancos del Parlamento, en
los de los Ayuntamientos, en los de la policía, en los del juzgado, en
los de la prensa y la televisión.
Y la comunidad internacional que a
veces interviene, como en el caso del apartheid de Sudáfrica, porque la
discriminación y el crimen se ejercía contra toda la población negra,
ante esta tragedia que sólo tiene víctimas femeninas cuya explotación
proporciona satisfacción, placer y beneficios económicos a una buena
parte de la población masculina, no se conmueve con las Madres Víctimas de Trata, porque al fin ese es un asunto privado interno de Argentina. Ya se sabe que el Capital y el Patriarcado se asocian muy bien.
Desde el Partido Feminista de España
hacemos un llamamiento iracundo y desesperado a los medios de
comunicación españoles, a nuestros gobernantes, a nuestros
representantes en los Parlamentos e instituciones, a nuestros
europarlamentarios, a nuestros partidos políticos, a todo el Movimiento
Feminista, para que publiquen esta información y la amplíen, y exijan
explicaciones en los foros internacionales y en las reuniones con el
gobierno de Argentina, sobre esta masacre de mujeres que tiene que
avergonzar no sólo a los responsables de la política argentina sino a
toda la humanidad.
Si no hay respuesta a este llamamiento es que las mujeres, las del
mundo entero, como en la puerta del Infierno de Dante, deben abandonar
toda esperanza.
DdA, XIV/3764
1 comentario:
¡Qué terrible todo esto! Si sumamos la violencia de género, la discriminación laboral y otras lindezas por el estilo, resulta difícil y hasta peligroso ser mujer.
Bravo por dar difusión a la noticia, Lazarillo.
Un abrazo y gracias por pasarte por mi blog.
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