Aunque el momento de la aparición del homínido y su inteligencia, es
decir un ser vivo que se diferencia de los otros porque mientras estos pueden
hacer una sola cosa él es capaz de hacer cosas diferentes, es controvertido, podemos
decir, para entendernos, que la inteligencia del homínido aparece hace unos 6
millones de años, que el homínido
empieza a ser “inteligente” hace 6 millones de años. Sin embargo sabemos que cuando de su
inteligencia surge algo significativo y sustantivo puede calcularse que es
hace unos 500 mil años, y que en estos siguientes 500 mil años apenas se mueve su
inteligencia global. Es decir, hasta hace unos 150 años los avances de su
inteligencia fueron insignificantes en comparación con lo que ha sucedido desde
entonces hasta hoy. En siglo y medio la
inteligencia del ser humano ha dado un salto gigantesco. Ha pasado, por decirlo
así, de un nivel uno a un nivel 100.
Digamos que se desplaza a razón de una unidad por siglo, que su
inteligencia, aparte sus construcciones y su arte, no hace apenas nada en medio
millón de años. Y de repente se dispara. Casi súbitamente, la inteligencia de
algunos seres humanos se transforma. En cien años hemos pasado del gramófono
descubierto en 1890 al MP3 descubierto en 1993, del kinetoscopio en 1893 al
cine en 3D y alta resolución a principios del siglo XXI. En la alta tecnología,
desde la válvula
de vacío descubierta en 1894 hasta el nanotransistor. Y en 60 años, más o menos en una generación, ha pasado del ordenador “eniac” que hacía 455 operaciones por segundo al ordenador
“tianhe2” que es capaz de realizar 33860 billones de operaciones por segundo.
Es decir, en solo 150 años hemos pasado de la carreta de bueyes a la nave
aereoespacial...
Pero esto es en relación a un
tipo de inteligencia, pues en relación a otras el homínido ha perdido
considerable valor y además, ha perdido buena parte del instinto de supervivencia
de la especie a que pertenece. Desde luego en imaginación, por ejemplo, toda
la centra en la fantasía espacial. La capacidad imaginativa de una sociedad
como la griega de la antigüedad que es capaz de organizar un universo completo
inimaginable en torno al mito, no tiene parangón alguno con la inteligencia
actual relacionada con la robótica. Ello es así, a no ser que consideremos
asombrosa y equiparable a ella la inteligencia para fabular esas aventuras
espaciales o para desarrollar, generalmente en equipo, la propia robótica y
sus innumerables aplicaciones. Y qué decir de su instinto de supervivencia
atrofiado, incapaz el homínido de regular sus conductas que alteran severamente
las condiciones de vida en el planeta que habita y con ello la continuidad de
la vida misma...
Pero hablemos de la o las
inteligencias propiamente dichas. Si tomamos la inteligencia como una capacidad
unitaria puede decirse que, en efecto, su desarrollo le ha permitido al ser
humano aplicar diversas capacidades para hacer diversas cosas. Pero si sus
capacidades se corresponden con otras tantas inteligencias, entonces afirmamos,
con Howard Gardner y otros, la
teoría de que el hombre no tiene una sola inteligencia
sino inteligencias múltiples.
Personalmente estoy a favor de esta teoría. No
creo que la inteligencia del ser humano haya de entenderse como una única potencia
del alma. Una multitud de ejemplos apuntan a varias clases de inteligencia; a
una diversidad de inteligencias más o menos agrupables y tantas como
capacidades o aptitudes del individuo en relación a sus posibilidades de alterar
el mundo exterior o el suyo propio interno, o bien influir sobre ambos, así como
hacerse comprender en esa alteración o influencia, sea durante el tiempo
vivido por ese individuo sea en su posteridad. Howard Gardner afirma que la
inteligencia no es un conjunto unitario que agrupe diferentes capacidades
específicas, sino una red de conjuntos autónomos, relativamente
interrelacionados. Para él, la inteligencia es un potencial biopsicológico de
procesamiento de información que se puede activar en uno o más marcos
culturales para resolver problemas o crear productos que tienen valor para
dichos marcos. Indica que las inteligencias no son algo que se pueda ver o
contar: son potenciales —es
de suponer que neuronales— que
se activan o no en función de los valores de una cultura determinada, de las
oportunidades disponibles en esa cultura y de las decisiones tomadas por cada
persona y/o su familia, sus enseñantes y otras personas.
La prueba indiciaria de todo esto es que hay
personas que muestran una inteligencia extraordinaria en su oficio, profesión
o especialidad, y una nula inteligencia en otros aspectos que otros sin embargo
dominan por haberlos ejercitado y por corresponderse con una determinada
aptitud que al mismo tiempo se corresponde con una determinada inteligencia.
Y digo y sostengo que hay
inteligencias múltiples, porque al igual que de la inteligencia creativa artística
de un individuo se beneficia al menos la mitad de la humanidad, o de la inteligencia
de un equipo de individuos se beneficia toda la humanidad (tecnología), para
otras finalidades, como por ejemplo, aquellas dirigidas al propósito de superar
las limitaciones humanas en relación a sus propios congéneres (el egoísmo
superlativo) o al de vencer
el gen de la agresividad física, el progreso de esa inteligencia es ínfimo en
comparación con la inteligencia
aplicada al utilitarismo puro. Pues aunque grupos o una multitud de individuos
en el mundo laboren, hipotéticamente, para aliviar el sufrimiento de todos los
individuos de la humanidad (como sucede
en ciertas especies animales) y para que predomine la inteligencia colectiva
dirigida a la
felicidad en
“todos” los individuos aproximadamente por igual y aun para su propia
supervivencia, esa inteligencia apenas prospera y puede decirse que nunca acaba
de tener éxito. Miles de millones, que ven o saben del contento y bienestar que
disfrutan otros miles de millones, viven una vida desgraciada por razones ajenas
a su voluntad o por la voluntad de otros. Y por otro lado la subsistencia del
propio hábitat humano, la casa de la especie, está en peligro por esas mismas
concausas. Pero lejos de reconocerlo los llamados a dirigir la operación, y
ponerse a la la tarea de lograr una
sinergia entre las naciones que están a la cabeza de la civilización, esa maravillosa
inteligencia de la que se pavonea el ser humano por logros espectaculares
conseguidos por algunos, hace apenas nada para evitarlo, y no lo
evita.
De modo que si una inteligencia
es capaz de proporcionar progreso y satisfacciones materiales a la humanidad pero al mismo tiempo excluye
de ambos a gran parte de ella y va acompañada de una potencia destructiva
incalculable para la especie y para el mundo en que vive, equivale a no reconocer
y desaprobar que obras colosales a lo largo de la historia, como catedrales,
pirámides u otras, no han sido causa de la muerte, de la miseria y de la
esclavitud de a saber qué porciones de humanidad que pagaron con su vida. Pero
equivale también a que aparte de asombrarnos de la construcción de aquellas obras, nos
regocijemos por el sufrimiento de tantísimos de nuestros congéneres que fueron
víctimas del “progreso”.
Porque que un individuo sea
capaz de hacer operaciones matemáticas en poco tiempo, diseñar una obra
ciclópea, o pintar maravillosamente un paisaje urbano, o relatar genialmente
una novela, o ser habilidoso en elocuencia... no significa que pueda
explicarse convincentemente por qué es incapaz de montar en bicicleta, por
ejemplo, o por qué se empecina en no admitir como posible que haya otros
mundos y diferentes tipos de inteligencia. Que determinados humanos hayan
desarrollado capacidades extraordinarias por su genio o por su talento, y
gracias a ellos la población del mundo que va sucediéndose les reconozca su
inteligencia y parasite de su inteligencia lo interpreto como expresión no de
un grado de inteligencia, sino de una inteligencia de las varias que son
posibles en un mismo individuo. Porque ¿dónde, en qué clase de inteligencia
encajan la creación artística, la bondad, la inclinación al bien común y a la
solidaridad universal que pueda explicar el hecho de que unas “inteligencias”
se esfuerzan en refrenar a otras inteligencias que son capaces de hundirse en
la ciénaga con tal de no desprenderse del peso del oro que llevan encima arrastrando con ellas a la humanidad?
DdA, XIV/3750
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