¿Cómo pueden hablar de república unos partidos que han blindado los
recortes en sanidad y educación, han financiado las escuelas del Opus,
han votado en contra de poner freno a los alquileres abusivos y se han
negado a subir los impuestos a los más ricos?
Adrià Rodríguez/ Francisco Jurado
Toda constitución de un nuevo cuerpo político exige controlar la
producción del derecho. En Catalunya, quienes nos han gobernado estos
últimos años, nos han prometido repetidas veces que, pronto, Catalunya
sería un sujeto soberano, una República que produce su propio derecho,
capaz de hacer nacer un nuevo ordenamiento jurídico marcadamente justo y
social.
Hasta aquí, ésta parece la historia de una
Nación-sin-Estado oprimida cualquiera en busca de un proceso de
autodeterminación y autonomía (auto-nomos). Pero las diferencias
empiezan a emerger cuando consideramos que poco tiene que ver la
inserción política y cultural de Catalunya con la que pudo tener la
India colonial o la que tiene el Kurdistán.
Más
allá de esta especificidad hay otra: un ordenamiento singular en el que
está insertada Catalunya, que es la Unión Europea. “Tomemos el ejemplo
de las repúblicas bálticas”, dicen algunos, esgrimiendo las
posibilidades de hacer emerger un nuevo ordenamiento jurídico en el
marco de la UE. Esta otra falsa analogía implica pasar totalmente por
alto no solo la historia de Europa, sino el papel del poder atlántico,
mano visible del mercado y principal árbitro de las relaciones
geopolíticas a nivel mundial. El ninguneo absoluto de la UE y los
estados miembros a la DUI habla por sí solo.
Desplazadas las
dos hipótesis basadas en el derecho nos queda la de los hechos: la de
un supuesto poder popular insurreccional capaz de tomar el control de
fronteras, hubs de comunicación y transporte, durante el tiempo
suficiente hasta lograr el reconocimiento internacional y el repliegue
del Estado español, y así poder desplegar su propio cuerpo
jurídico-político.
Si bien estas tres hipótesis carecen del
más básico realismo, quienes nos han gobernado -y posiblemente nos
volverán a gobernar- siguen empecinados en que la República está a la
vuelta de la esquina. Esto dice mucho de una noción de república que
podríamos calificar de meramente declarativa, donde, por decirlo de
forma simple, cuenta más un zasca de Rufián que procesos de constitución
material, jurídica e institucional. Y es que, en estos años de procés,
la constitución jurídica e institucional ha brillado por su ausencia y
se ha reducido a una política de grandes gestos y palabras, textos
jurídicos sin validez y hasta una Declaración de Independencia que no
fue tal, sino una simple instancia al Gobierno que no supo cómo
formalizar. Como declaraban recientemente los miembros de la Diputación
Permanente del Parlamento de Catalunya, “una mera declaración retórica”.
Pero lo preocupante no solo es esta noción de República
diametralmente alejada de la realidad y de las condiciones materiales
dadas, sino una noción de República vaciada de los contenidos de todo
punto de partida republicano: el igualitarismo y la justicia social.
¿Cómo pueden hablar de república unos partidos que han blindado los
recortes en sanidad y educación, han financiado las escuelas del Opus,
han votado en contra de poner freno a los alquileres abusivos y se han
negado a subir los impuestos a los más ricos? Si bien las acciones
emprendidas, en dirección al contenido de autodeterminación de la
República, han carecido de validez jurídica, las acciones dirigidas a
vaciar de contenido republicano a la supuesta República sí que han
tenido efectos jurídicos: han blindado las enormes desigualdades
sociales y la concentración de poder político y económico. El resultado
de la legislatura es una Catalunya igual de alejada de la
autodeterminación nacional y aún más alejada que antes de constituirse
como república social.
Todo republicanismo no se opone
simplemente a la monarquía sino a la oligarquía, a la concentración del
poder sea en una o en pocas manos. Pues no hay libertad sin reparto de
la riqueza, ni democracia sin distribución del poder. Elementos claves
del republicanismo son la lucha contra la corrupción, la protección y
garantía de los derechos humanos, la radicalización democrática, la
laicidad, el federalismo como reparto equitativo del poder territorial,
la fraternidad, la libertad y la igualdad, como valores primordiales.
Teniendo en cuenta estos elementos y la situación social y política en
la que se encuentra Catalunya, se hace difícil pensar que el bloque
independentista pueda llamarse republicano. Veremos lo que nos depara la
siguiente legislatura pero, sea como sea, habrá que seguir vigilantes
para llenar de republicanismo lo que ahora mismo no es más que un
significante vacío.
Elsaltodiario DdA, XIV/3757
1 comentario:
Una cosa es una república y otra el carácter ideológico de los partidos que la proponen. Siendo como es una república, hace unos años Italia aprobó la ley laboral más regresiva que se pueda entender.
Tampoco podemos olvidar que Junts no es, ni mucho menos, CDC. Las bases de Junts, así como sus cuadros políticos, están profundamente renovados y han salido de movimientos muy transversales, en los que se puede encontrar gente de sindicatos, antiguos miembros de ICV y hasta de EUiA.
Un saludo
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