Félix Población
Mi estimado Pascual Ortiz tiene bien ganado el apelativo de Editor errante, pues lo suyo es hacer libros por amor al libro y venderlos donde sea para ganarse la vida, así, sin más red que su vocación por dar presencia física a las palabras. Quienes lo conocen lo saben y a quienes les extrañe, allá ellos.
Hay gente así y merece la pena conocerla y tratarla. Bien lo saben en Asturias, donde reside Ortiz, y donde los poetas, sobre todo, le están muy agradecidos, pues lleva ya diez autores editados este año, y donde además de BajaMar -nombre del sello editor- tiene publicados otros libros en el sello La Cruz de Grado, identidad con la que honra a sus mayores, propietarios de un establecimiento de confitería que llevaba ese nombre en la citada localidad.
Ahora Pascual nos descubre un nuevo sello, El Toresano -hubo un viejo periódico en Toro con ese nombre-, que en este caso se debe a la memoria que el editor errante guarda de su abuelo Leovigildo, natural de esta pequeña ciudad zamorana. Aquí, donde podemos admirar en el hermoso pórtico de la colegiata unas preciosas arquivoltas con diversos instrumentistas, la tradición musical está marcada por su banda de música, cuyo historial (1875-2002) ha escrito David Muñoz Velázquez, que aprendió música de niño en la escuela de esa banda y quiere así rendirle un entrañable homenaje, con un documentado y detallado libro que se ha presentado ayer en el acogedor teatro Latorre.
En esa presentación ha estado su editor, que no usa vehículo propio sino asiento de bus, y se atiene por lo tanto a sus horarios de noche y madrugada, muy satisfecho de seguir así, haciendo camino página a página con la devoción de su vida, un bocata en la mochila y la satisfacción de los escritores y poetas por ver en papel sus palabras, publicadas con sobria y muy digna presentación.
Muñoz Velázquez cita una frase de Séneca como introducción a su libro, basado en una tesis desarrollada en la Universidad de Oviedo, que también vale para el empeño hecho realidad del editor errante: No nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas.
DdA, XIV/3730
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