GERMÁN GORRAIZ LÓPEZ
La traka
El término distopía fue acuñado a finales del siglo XIX por John
Stuart Mill en contraposición al término eutopía o utopía de Thomas More
y sería “una utopía negativa donde la realidad transcurre en términos antagónicos a los de una sociedad ideal”.
Las distopías se ubican en ambientes cerrados o claustrofóbicos
enmarcados en sistemas seudo-democráticos donde la élite gobernante
(establishment) se cree investida del derecho a invadir todos los
ámbitos de la realidad en sus planos físico y virtual , no dudando en
restringir los derechos básicos de la ciudadanía y estigmatizar a todos
los sectores refractarios a la doctrina oficial del establishment con un
anatema recurrente.
La manipulación mediática
El estadounidense Harold Lasswell (uno de los pioneros de la “mass
comunicación research”), estudió después de la Primera Guerra Mundial
las técnicas de propaganda e identificó una forma de manipular a las
masas ( teoría de “la aguja hipodérmica o bala mágica”), teoría plasmada
en su libro “Técnicas de propaganda en la guerra mundial (1.927) y
basada en “inyectar en la población una idea concreta con ayuda de los
medios de comunicación de masas para dirigir la opinión pública en
beneficio propio y que permite conseguir la adhesión de los individuos a
su ideario político sin tener que recurrir a la violencia”. A ello,
contribuye el encefalograma plano de la conciencia crítica de la
sociedad actual favorecida por una práctica periodística peligrosamente
mediatizada por la ausencia de la exégesis u objetividad en los
artículos de opinión y el finiquito del código deontológico periodístico
que tendría su plasmación en la implementación de la autocensura y en
la sumisión “nolis volis” a la línea editorial de su medio de
comunicación (fruto del endemismo atávico de la servidumbre a los
poderes fácticos del status quo) y que habrían convertido al periodista
en mera correa de transmisión de los postulados del establishment o
sistema dominante.
El Juicio a Boro y la libertad de expresión en el Estado español
La libertad de expresión en España agoniza ante la nueva ofensiva
represora del Gobierno de Rajoy que vendrá marcada por la aplicación del
llamado “delito de odio” que constreñirá hasta el paroxismo la
libertad de expresión mediante la imposición sistemática de multas
estratosféricas y el ingreso en prisión de incontables tuiteros como
Boro así como de la instauración del principio conocido como
“uniformidad ideológica” que tendrá su bautizo con la Inspección de los
contenidos que se imparte en la Escuela de Cataluña. Todo ello serían
elementos constituyentes de la llamada “perfección negativa”, término empleado por el novelista Martín Amis para designar “la obscena justificación del uso de la crueldad extrema, masiva y premeditada por un supuesto Estado ideal”.
La mencionada deriva totalitaria del Estado español estará amparado por la “espiral del silencio”
de los medios de comunicación de masas del establishment (PRISA,
Vocento, Grupo Planeta, Grupo Godó, Grupo Zeta, Editorial Prensa
Ibérica, Unidad Editorial, TVE y Mediaset España), teoría formulada por
la politóloga alemana Elisabeth Noelle-Neumann en su libro “La espiral del silencio. Opinión pública: nuestra piel social” (1977). Dicha teoría simbolizaría “la
fórmula de solapamiento cognitivo que instaura la censura a través de
una deliberada y sofocante acumulación de mensajes de un solo signo”, con lo que se produciría un proceso en espiral o bucle de retroalimentación positiva.
Mientras, el Individuo Unidimensional seguirá ignorando la gravedad
de la aplicación de dichas medidas regresivas en la creencia de que no
serán los siguientes, pero para que no puedan alegar como atenuante ante
el juicio de la Historia el desconocimiento por miopía intelectual, me
permito parafrasear el poema “Cuando los nazis vinieron” del pastor
protestante alemán Martin Niemöller (1.892-1.984): “Primero vinieron
a buscar a los filoterroristas y yo no hablé porque no era
filoterrorista. Después, vinieron por los separatistas y yo no hablé
porque no era separatista. Después, vinieron por los indignados y
antisistema y yo no hablé porque no era lo uno ni lo otro. Finalmente,
vinieron por mí y los demás socialistas y ya para ese momento no quedaba
nadie que pudiera hablar por mí”.
DdA, XIV/3709
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