miércoles, 15 de noviembre de 2017

VIRGILIO FERNÁNDEZ DEL REAL Y LOS POEMAS Y OFENSAS A LA MEMORIA BRIGADISTA

La imagen puede contener: cielo y exterior
Félix Población

Son reiterativamente inciviles porque sólo conciben la memoria como fuente de odio, pero ahí siguen, haciendo de las suyas, porque una justicia indigna de tal nombre sigue permitiendo la impunidad de sus agravios, ya sea contra los monumentos que conmemoran a quienes por su generosidad solidaria  vinieron a defender a España del fascismo, ya sea contra quienes se oponen en las calles a su credo totalitario, racista o xenófobo. 

En la Ciudad Universitaria han vuelto a vomitar su estigma envenenado contra el recuerdo de los brigadistas internacionales. La fotografía es de esta mañana, coincidente con la estancia de Madrid de uno de los dos últimos sobrevivientes de aquella embajada de valor y fraternidad que se enfrentó a las tropas golpistas del general Franco y dejó muchas jóvenes vidas caídas de una gran diversidad de países en los campos de batalla. También, algunos poemas inolvidables de Miguel Hernández (Almas sin fronteras) y Luis Cernuda. 

Puede que Virgilio Fernández del Real (Larache, 1918), residente en México, se haya enterado de esta alevosa afrenta a su memoria y a las de sus miles de compañeros cuando esta mañana se entreviste con Pablo Iglesias y posiblemente con Alberto Garzón en el Congreso de los Diputados*. Puede que también la conozca Josep Almudéver Mateu (1919), que vive en Francia y es el segundo brigadista que aún sigue entre nosotros. Es de recordar, sobre este último, el titular de una entrevista publicada hace unos meses en Mundo Obrero: El fascismo procede directamente de la decadencia del capitalismo

Vaya en su honor y en memoria de todos sus compañeros fallecidos, máxime como réplica al incivismo ultramontano de la indignante imagen que encabeza este artículo, el siempre recordable poema de Cernuda, que en mi caso personifico en el recuerdo inolvidable de mi querido amigo Gerhard Hoffmann (1917-2014)**:

Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
cuando asqueados de la bajeza humana,
cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.
En 1961 y en ciudad extraña,
más de un cuarto de siglo
después. Trivial la circunstancia,
forzado tú a pública lectura,
por ella con aquel hombre conversaste:
Un antiguo soldado
en la Brigada Lincoln.
Veinticinco años hace, este hombre,
sin conocer tu tierra, para él lejana
y extraña toda, escogió ir a ella
y en ella, si la ocasión llegaba, decidió apostar su vida,
juzgando que la causa allá puesta al tablero
entonces, digna era
de luchar por la fe que su vida llenaba.
Que aquella causa aparezca perdida,
nada importa;
Que tantos otros, pretendiendo fe en ella
sólo atendieran a ellos mismos,
importa menos.
Lo que importa y nos basta es la fe de uno.
Por eso otra vez hoy la causa te aparece
como en aquellos días:
noble y tan digna de luchar por ella.
Y su fe, la fe aquella, él la ha mantenido
a través de los años, la derrota,
cuando todo parece traicionarla.
Mas esa fe, te dices, es lo que sólo importa.
Gracias, compañero, gracias
por el ejemplo. Gracias por que me dices
que el hombre es noble.
Nada importa que tan pocos lo sean:
Uno, uno tan sólo basta
como testigo irrefutable
de toda la nobleza humana.

También Virgilio fue entrevistado recientemente por el Eldiario.es y el titular de este periódico fue todo lo significativo que la foto de esta mañana enuncia: Los fascistas siempre están ahí. De la personalidad y pensamiento de Fernández del Real da idea este reportaje, publicado hace algunos años:

Diario de Guerra (Andreu Caralt).-08/02/2014.- Español de nacimiento, se exilió a México tras la guerra, donde recuperó su vida de civil. Hoy es director de la Casa Museo Gene Byron, miembro activo del recién creado partido político Morena y lector ávido de varios digitales de información españoles. Diario de Guerra recupera su vibrante periplo vital en un reportaje en exclusiva:
Trabajaba haciendo prácticas en el hospital la Princesa de Madrid cuando estalló la guerra, era el mes de julio de 1936. “Fui voluntario junto con el doctor Sacristán. Me incorporaron como practicante en el servicio de sanidad y nos mandaron al Frente de Somosierra”. Allí se percató de la dureza de la guerra que vendría. “Por la mañana pasaban coches y camiones con milicianos y regresaban por la tarde a Madrid, abandonando las cotas que se habían ganado con muchos heridos y muertos”. Luchó junto a la Columna Mangada, unidad de voluntarios creada en Madrid, en la Sierra de Gredos, al oeste de El Escorial, y a finales de otoño se encontraría en Madrid, junto a su equipo médico, integrado en el nuevo batallón Dombrowski, unidad formada en su mayoría por voluntarios polacos que se integraría meses después en la XIII Brigada Internacional. En Madrid les tocó defender el flanco delante del Palacio de la Zarzuela del furibundo ataque franquista para conquistar la capital y poner fin a la guerra.

En febrero de 1937 lucharía en el batalla de Brunete, donde fueron ametrallados y tuvieron que lanzarse a una trinchera en zig-zag que habían construido. Poco después, llegaría el turno de la batalla de Guadalajara, protagonizada por el Corpo di Truppe Volontarie (CTV) de Mussolini “Agarramos muchos prisioneros Italianos. Contaban que los embarcaron en Italia diciendo que iban a Abisinia donde les iban a dar tierra para cultivar. Pero desembarcaron en Cádiz, les dieron su uniforme y empezaron a adiestrarlos en el uso de las armas”. Virgilio Fernández lamenta aún que la victoria lograda allí por los republicanos liderados por Líster no tuviera continuidad. “Cuando rompimos el frente no pudimos llegar hasta el norte por falta de equipo y porque la fuerza de Franco reaccionó mandando tanques y aviones en número tal que nuestra aviación estaba en una proporción de uno a diez, más o menos”, relata.

Su periplo por la Guerra Civil incluye también la batalla de Belchite (agosto de 1937), el frente de Aragón y, al fin, la batalla del Ebro, en julio de 1938, formando parte de la 35 División Internacional, la unidad de élite del dispositivo republicano. “La infantería paso de noche y nosotros, el servicio sanitario, de mañana. Llegamos a pasar un tanque, y algún camión por un pontón de madera”. Ese pontón desaparecería tras la avenida del Ebro provocada por Franco. La batalla del Ebro fue terrible, “algún día llegamos a tener más de mil heridos en 24 horas”.
Por aquel entonces, Fernández del Real estaba integrado en el equipo médico de la XV Cuerpo de Ejéciito del Ebro, del que dependía la 35 División. Disponían de una ambulancia regalada por Suiza, “era una camioneta grande donde llevábamos un quirófano completo: mesa de operaciones, lavabos...”. La misión de la unidad era realizar un primer triaje de los heridos. “Los que tenían que operarse de manera urgente y no podían aguantar un trayecto en ambulancia de 20 kilómetros los operábamos allí mismo”. Y muy cerca del frente, “una amputación por destrozo total de una pierna se realizaba a 200 ó 300 metros de la línea de fuego”.
Antes de finalizar la batalla, con su dolorosa derrota, el Gobierno republicano retiró a los internacionales y su unidad fue sacada del Ebro. Era el 23 de septiembre de 1938. Virgilio perdió a sus compañeros y a él lo enviaron a la retaguardia a descansar: “Llevaba más de 30 meses en los distintos frentes”. Vilafranca del Penedès, capital del champán catalán, fue su destino hasta enero de 1939, cuando la ofensiva franquista sobre Cataluña lo llevó a Barcelona, al Hospital de Sant Pau,“de donde salí el día que las fuerzas de Franco entraban por el sur”.

Ese día, Fernández del Real cometió una heroicidad: “Al salir de San Pau, invité a algunos heridos a acompañarme. Varios aceptaron. Llegamos a la estación, pero nos dijeron que hacía unas horas que había salido el último tren”. Sin embargo, en el trayecto recordó que había visto a una ambulancia de la Cruz Roja: “Regresamos. Entre los heridos tenía uno con un pneumotorax abierto y era un comisario político. Si lo hubiesen agarrado prisionero, lo hubieran fusilado sin dudarlo
Vestidos de gala “seguramente esperando las fuerzas de Franco”, los miembros de la Cruz Roja le negaron la ambulancia: “Yo, un inconsciente de 20 años, saqué la pistola y me dieron la ambulancia ante la amenaza de que les iba a matar”.

Camino del exilio se encontró con el resto de su brigada, la mayor parte españoles pero también algunos internacionales que no podían regresar a sus países de origen. Al cruzar la frontera tras unos días de retirada ordenada, la población francesa les saludó mientras Fernández del Real y sus compañeros, subidos en camiones abiertos, eran conducidos al campo de concentración de Saint Cyprien, “una playa con alambres de púas”. “El presidente del Gobierno francés, que por cierto, se decía socialista, no nos trató de forma muy amistosa. Al principio dormíamos al aire libre, hasta que nosotros mismos construimos barracas. La comida que nos daban era muy variada, lentejas con arena, de diferentes colores. Dormíamos en el suelo. El frío y la humedad nos calaba en los huesos”.

En mayo de 1939, supo que su madre le estaba buscando a través de un anuncio en un periódico. Pudo contactar con ella y lograr un permiso para viajar a Ebreux (Normandía), donde residía después de partir de Alicante en barco. Junto a ella y su hermano Carlos marcharon al exilio, a México, via Nueva York. Estuvieron retenidos unos días en Ellise Island hasta que la policía les condujo al barco que les llevaría a Veracruz pasando por La Habana. “Allí nos esperaba una hermana que había llegado a México en uno de los barcos que llegaron primero”. Allí pudo estudiar Medicina y se licenció en la Universidad de Nuevo León de Monterrey.

Virgilio llegó sin dinero, empezó a trabajar en distintos lugares, hasta que se estabilizó vendiendo productos farmacéuticos de una compañía española. Vivía en un pequeño departamento con la familia, hasta que conoció a Gene Byron, de origen canadiense y ciudadana norteamericana. Era actriz, locutora de radionovelas en Nueva York y pintora, y vino a México a conocer a grabadores, pintores y muralistas, entusiasmada con el boom artístico de aquéllos años. Gene y Virgilio comenzaron a vivir juntos en la ciudad de México y a viajar por el sur del país, donde Virgilio distribuía sus productos por esos lugares tropicales y de cultura indígena que Gene prefería dibujar y pintar. En Guanajuato compraron un terreno que conservaba las ruinas de la vieja hacienda minera de Santa Ana en Guanajuato. Allí empezaron un nuevo proyecto de vida. Gene pintando y haciendo cerámica y artesanías, y el doctor Virgilio con la práctica médica. Byron falleció en marzo de 1987, y Virgilio convirtió la hermosa hacienda en un museo en su honor (http://museogenebyron.org), hoy uno de los espacios culturales y de creación más atractivos de la ciudad.

Virgilio no regresó a España hasta el 1975, con la nacionalidad mexicana en el pasaporte. “En Cabra (Andalucía), los pocos amigos de mi edad parecían mudos, se hablaba de si hacía frío o calor, y nada más”. Volvió dos años después, con Franco ya en el Valle de los Caídos. “Los mismos que no habían hablado hablaban de los horrores de la guerra y la posguerra. Muchos de mis amigos, los que no pudieron pasar al bando Republicano, murieron en el frente, y otros amigos vecinos de la calle donde yo vivía en Cabra, murieron o se perdieron con la División Azul”.

El brigadista vive desde 1958 en Guanajuato, a unos cien kilómetros de San Miguel Allende, “que durante mucho tiempo fue punto de reunión para los soldados de las Brigadas Internacionales, principalmente de la Lincoln Brigade”. Preguntado sobre si aceptaría volver a España para recibir un merecido homenaje, duda. “No creo, estaría todo el día llorando. Los recuerdos aún son muy dolorosos... recordando a tanta gente buena que murió y que algún hijo de puta se atreve a decirles mercenarios. Durante mucho tiempo he tenido pesadillas”.
En España, asegura, se pudo haber cerrado las heridas durante los mandatos del presidente Felipe González, “si hubiese sido realmente socialista y hecho programas socialistas. Fue el primero que permitió los contratos basura y haciendo una política que para diferenciarla del partido popular, habría que mirar con lupa”. Y termina: “las notícias que leo de España no son buenas. El gobierno recorta en sanidad, educación y servicios sociales en lugar de recortar en el ejército y en el despilfarro de dinero y robo por parte de los políticos. En fin no hay mal que cien años dure, espero que este año caiga ese gobierno junto con la Casa Real y que vuelvan a ondear las banderas tricolores. Ojalá viva para ver que en España renace el espíritu del ‘No pasarán’ y en México cambiemos un gobierno vendepatrias a las órdenes de esos pocos que manejan el 50% del producto interno bruto de todo el globo".
  
*Me dice Almudena Cros, asistente de Fernández del Real durante su estancia en España estas fechas, que al día de hoy le ha sido hasta ahora imposible que Virgilio pueda saludar a Julio Anguita, tal como deseaba, bien fuera en persona o por teléfono. De no cimplirse este deseo del anciano brigadista, no entendería la actitud de don Julio, a mi juicio totalmente reprobable.

**El brigadista Hoffmann, diario Público.

DdA, XIV/3691

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