A través del escritor Fernando Marías me llega esta fotografía de Belén Bermejo. No caben más palabras que las que el libro contiene para explicar lo que siento por su autor. Y el libro contiene nada menos que Toda la poesía escrita por esas manos. Son las de Luis Eduardo Aute,
que puso voz a tanta vida como la que vivimos con sus versos en muchos
de los pasajes más íntimos y puede que más hondos de nuestra vida. Solo nos cabe estrecharlas y
agradecerle el corazón con que laten. No hay mayor gratitud que la
del abrazo a la razón y emoción que esas manos abrazan. Vaya consigo
también el de mis manos a tus manos, querido Luis Eduardo, y el de mi corazón al tuyo, con el que tanto quiso, con un ramo de viento:
Aún es tiempo para decirte
ahora que aún no duele la herida,
que te quiero sin que me exijas
ser el cerco de tu sombra
que te sigue y te limita.
No pretendas hacerme tuyo,
que no sirvo para cautivo.
Solamente sé de un camino
para atarme a tu paisaje
y es el que va haciendo el río.
Quiéreme así
y no esperes más que el recuerdo,
mi pobre recuerdo
y un ramo de viento.
Aunque pienses que te utilizo,
lo hago como respiro el aire,
no sé como puedo explicarte
que tu vida es sólo tuya
y que yo no soy de nadie.
Si supieras que entre tus brazos
me encadeno apaciblemente
y es entonces cuando se enciende
la tristeza más terrible
que es la urgencia de perderte.
ahora que aún no duele la herida,
que te quiero sin que me exijas
ser el cerco de tu sombra
que te sigue y te limita.
No pretendas hacerme tuyo,
que no sirvo para cautivo.
Solamente sé de un camino
para atarme a tu paisaje
y es el que va haciendo el río.
Quiéreme así
y no esperes más que el recuerdo,
mi pobre recuerdo
y un ramo de viento.
Aunque pienses que te utilizo,
lo hago como respiro el aire,
no sé como puedo explicarte
que tu vida es sólo tuya
y que yo no soy de nadie.
Si supieras que entre tus brazos
me encadeno apaciblemente
y es entonces cuando se enciende
la tristeza más terrible
que es la urgencia de perderte.
DdA, XIV/3690
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