Cuando se enfrentan dialécticamente a mí personas muy respetables y
sesudas sobre el asunto catalán, me niego a enmarcar la controversia
con mis interlocutores en claves políticas, pues yo analizo este
galimatías a través de otra perspectiva en la que están presentes por
encima de todo lo demás los valores éticos, morales y humanistas que el
gobierno, sus socios y palafreneros y quienes lo han facilitado el poder
desprecian por motivos varios, que van desde la indolencia hasta los
electoralistas. Me refiero al contraste entre la manera de ejercer la
política un gobierno de rasgos probadamente involucionistas en una
España donde hay 58.000 millonarios más en un año al lado de 2,2
millones de parados a la espera de una renta mínima, y el modo universal
de entender el espíritu de la Carta de las Naciones Unidas, de los
principios estatutarios de la Unión Europea, del derecho de expresión y
autodeterminación de los pueblos y de la Declaración de los Derechos
Humanos...
En resumidas cuentas, me desespera
explicar lo obvio porque es lo más difícil de explicar... Y lo obvio en
este caso es que tenemos un gobierno insoportable.
1-
Porque para mí y para millones de personas éste es un gobierno cuyos
miembros proceden de un partido político donde abundan los ladrones, los
trapaceros, los mentirosos, los necios y los maquinadores. Al final,
los indeseables.
2- Porque se trata de un
gobierno que obstaculiza a menudo la labor de la justicia influyendo
sobre la fiscalía y sobre ciertos jueces de órganos judiciales (o los
depura y aparta), para propiciar la medio impunidad o la impunidad
completa de miembros de la monarquía y de tantos del partido
incriminados por delitos gravísimos que han empobrecido al país y han
situado al borde de la miseria o en la propia miseria a millones de
personas...
3- Porque, para una gran parte de la
población española, el desamparo institucional es un sentimiento hondo
muy extendido. Y lo es, porque ni el gobierno, ni su partido, ni la
Fiscalía, ni algunos jueces, ni el Tribunal Constitucional tienen
credibilidad alguna aunque muchos les votaran quizá porque ignorasen el
alcance de sus fechorías.
4- Porque el avatar de
Catalunya ha sido un cúmulo de provocaciones y despropósitos de este
gobierno y de los órganos institucionales cómplices. Primero porque el
Tribunal Constitucional reprimió prácticamente el Estatut aprobado por
el Parlament, constituyendo por sí mismo este hecho una afrenta contra
el pueblo catalán. Segundo, porque esa afrenta no tuvo inconveniente en
agravarla el gobierno al prohibir una simple consulta sobre la
independencia que no era vinculante y además iba precedida de encuestas y
sondeos desfavorables, y los catalanes lo sabían. Y tercero, porque al
impedir un referéndum pacífico y ordenado que era un mero ejercicio
democrático, demostró la turbia pero patente mala fe de estar deseando
aplicar el 155, sólo justificado si después se hubiese producido la
Declaración de independencia fuese cual fuese el resultado de la
consulta.
5- Porque la forma violenta de actuar o
intervenir sus policías en la intentona de referéndum, y la aplicación
miserable posterior del art. 155 (con una interpretación muy cercana al
rigor que en tiempos del colonialismo los países aplicaban a situaciones
semejantes en sus colonias díscolas) se añaden, tanto a la índole de
bandidaje organizado del partido, así declarado en instancias
judiciales, como al carácter totalitario del gobierno.
En
resumen, yo acostumbro (pues eso es lo razonable si deseamos el rigor
intelectivo) argumentar desde la Lógica formal, Y desde ella sabemos que
si la premisa mayor es falsa o está viciada, el resto de la
argumentación y la conclusión son falsos o están invalidados. Así es que
si el gobierno es prácticamente un oportunista y la Constitución de
1978 es una componenda de los poderes fácticos de entonces para que
siguieran prevaleciendo los apellidos privilegiados, el resto de las
deliberaciones carecen del interés que podrían tener si tanto el
gobierno como la Constitución no fuesen dos colosales imposturas. Y como
lo son, todo esfuerzo de las fuerzas políticas que representan de hecho
a casi tres cuartos de la población debiera ir dirigido a derrocar al
uno y abolir la otra, sin perderse por las ramas en cuestiones de
coyuntura como el de la pretendida independencia de Catalunya…

DdA, XIV/3697
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