
Félix Población
A la alcaldesa de Madrid se le ha deseado lo peor desde un chat
interno de la policía municipal de esa ciudad. Nada puede ser peor como
agresión mental al prójimo que desearle una muerte lenta y cruel. No debería caber en una sociedad digna que respete los valores humanos que expresiones de ese carácter puedan manifestarse públicamente.Pero últimamente, gracias a las redes sociales que algunos pretenden
trocar en antisociales, esos canales facilitan que ese tipo de barbarie
telegráfica se propague y alcance difusión. Como además los medios dan cumplida noticia de ello, sus efectos se multiplican en la opinión pública.
Lo peor es cuando
de la persona incivil y mayormente retrógrada, individualmente considerada, ese
estilo de vivir odiando se traspasa nada menos que a unos funcionarios
encargados de la seguridad pública, como es el caso de la policía municipal de
la capital de este reino en declive. Cierto que al parecer se trata sólo de unos
cuantos agentes que han hecho ostentación reiterada de sus simpatías hacia el
nazismo en un canal de comunicación que reúne al menos hasta a un centenar de
compañeros, pero ¿cómo es posible que quienes acceden a un servicio tan
fundamental para la vida cotidiana en la capital del Estado puedan mostrar
públicamente sus simpatías por Hitler, expresarse a base de
descalificaciones racistas y asemejarse a aquel general felón que gritó ¡Viva
la muerte! en el paraninfo de la Universidad de Salamanca ante Miguel de
Unamuno?
“Matar es nuestro lema”, replican a quien les afea sus palabras, según
leo en Eldiario.es. Remito al lector a la información publicada por este
periódico, pero considero -por lo que en la misma se dice- que no se puede
permitir lo que en esa noticia leemos y que se deben tomar medidas drásticas
para que ni por asomo se pueda volver a repetir un hecho de similares características en un colectivo funcionarial tan significado en velar por la convivencia ciudadana.
A la hora de buscar responsabilidades, convendría que nos acordáramos de aquellos políticos que de vez en cuando, en lugar de ser protagonistas por sus méritos al frente de la gestión que les ha tocado como representantes de la ciudadanía, lo son por expresiones de similar carácter, sin que tengan más repercusión que un titular en los periódicos. También son de rastrear las opiniones biliosas de ciertos comunicadores que a través de sus púlpitos radiofónicos o televisuales han llegado a vomitar infundios, infamias y hasta amenazas de muerte contra los líderes de un determinado partido político, sin más trascendencia que ser jaleados por sus incondicionales oyentes.
Erradíquese sin contemplaciones la posibilidad de que en el interior de la policía municipal de Madrid, o de cualquier otra policía, las simpatías por Millán Astray o Adolf Hitler tengan el más mínimo asomo de germinación. Como me temo que no se hará, tengo la impresión de que esta historia no es nueva.
PS.-Me parece muy grave que ningún periódico de España se haga eco hoy en su portada de esta noticia, según acabo de leer en un tuit de mi colega Rosa María Artal.
PS.-Me parece muy grave que ningún periódico de España se haga eco hoy en su portada de esta noticia, según acabo de leer en un tuit de mi colega Rosa María Artal.
DdA, XIV/3697
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