Jaime Richart
Había pensado publicar ayer
este tembloroso escrito, cuando los dioses del viento, de la lluvia y de la
tempestad parecen haberse apiadado de mí y han rociado la atmósfera que me
envuelve con porciones desperdigadas de ínfimas gotas de agua que en cierto
modo me sobrecogen más, pues confirman mis vaticinios que, como se puede
comprender, desearía fuesen erróneos o incluso petulantes...
El mundo, las sociedades
mundiales, cada una a su manera y todas revueltas siguen el curso de su
historia sin preocuparse en apariencia del futuro. Los antiguos griegos sólo
vivían el presente, es más, en su conciencia faltan el pasado y el futuro como
perspectivas creadoras de un cierto orden, y el “extranjero” empezaba allá
donde la vista se perdía en el horizonte. En la Era que vivimos, por el
contrario, yo creo que ni siquiera se vive el presente, tan agitada,
angustiada, desorientada o enajenada vive la inmensa mayoría; y ya no se habla
de “extranjero” pues todas las sociedades están comunicadas y condicionadas
entre sí, aunque indudablemente unas estén mucho más condicionadas por otras...
El caso es que el conocimiento
generalizado relativo a lo que denominamos globalidad nos pone al corriente a
todos cuantos miramos al cielo y lo observamos, acerca del peligro cierto, y
cada día que pasa más grave, de lo que en ese futuro en puertas nos espera, y
peor aún el que nos espera mañana;
conocimiento que lo agota la especifidad del examen y estudio de individuos
aislados, de la comunidad científica y de organismos internacionales no gubernamentales.
Observación y conocimiento que, aparte los directos y personales de individuos
especialmente sensibles y dada la información hoy día sobre ésta y todas las
materias adquirida sin esfuerzo alguno, dan como resultado la percepción del
peligro inminente que corren primero la naturaleza y luego la humanidad. Tan
inminente que pareciese que en cualquier momento pudiéramos pasar de la tan
visible y progresiva degradación global, al súbito cataclismo directo o en
cadena.
Y si la causa de las
migraciones son y siempre han sido debidas a factores varios que van desde el
deseo de una mejora de vida o de aventura, pasando por la huida de guerras o de
pandemias, hasta la destrucción completa del hábitat de poblaciones enteras que
les expulsa, hoy esta última causa está pasando a ser el primer motivo de la
irrupción masiva de individuos en territorios del norte donde se supone que el
agua no falta o no ha de faltar... Pero resulta que todo el proceso del cambio
climático (a cuyo efecto es indiferente la causa: el ser humano o ciclo
natural) y el deterioro del medioambiente (del que lo es exclusivamente el ser
humano) consiste en una progresiva pero vertiginosa y exponencial disminución
de las precipitaciones, perceptible año a año. Y además, en todo el planeta.
De modo que la propia península ibérica, ya sin plazos, pareciera estar ahora
mismo abocada a la espera de la hecatombe de una falta de agua generalizada en
todas las poblaciones, sólo remediable por una nada probable reversión súbita
de la tendencia de las precipitaciones, sea en forma de lluvia o en la de
nieve, que vendría a ser la solución escénica del Deus ex machina...
Por el momento, la impresión
que nos produce a los observadores profanos en todo esto es que la
condensación de la humedad en la nubosidad, antes de convertirse en
precipitación debe atravesar una capa de sustrato compuesto de partículas en
suspensión que a modo de filtro hace que cada gota de agua al caer sea cada vez
más pequeña. Y que cuando la cantidad de humedad condensada es inmensa, ese
filtro contiene la condensación hasta que el inmenso peso de la misma atraviesa
la cortina desgarrándola y produciendo la lluvia torrencial... El caso es que
ya no hay lluvia normal. Ni en España, ni en ninguna otra parte del mundo: o
cada gota es menuda como un vahído o es un diluvio que inunda y malogra cuanto
toca...
El resumen es que cualquiera
que no haya perdido contacto con la naturaleza ha de sentirse afectado en
estos momentos por la sensación desgarradora de que sólo alguna vez verá
lluvia ocasional y apenas volverá a vislumbrar la nieve.
DdA, XIV/3705
No hay comentarios:
Publicar un comentario