
Otras 52 personas compartieron con él esa trágica madrugada, de 17 de ellos ni siquiera conocemos sus nombres. Mi bisabuelo Pepe Miranda y
3 mujeres de la familia también fueron asesinados en la tapia del
cementerio de Loja 4 meses después. La madrugada del 7 de agosto a
muchas personas se le rompieron de golpe sus sueños, sus proyectos, sus
ilusiones, empezó la etapa más trágica y negra de la historia de este
país. El silencio cayó como una losa sobre la vida y muerte de muchos
hombres y mujeres en un intento de ocultar y olvidar a los que fueron
auténticos héroes leales a la República, que pagaron con su vida sus
ansias de libertad, su deseo de un mundo mejor, más justo, solidario e
igualitario. Después de tantos años este país sigue sin saldar con ellos
una deuda de gratitud y de justicia. QUE SUS NOMBRES NO SE BORREN NUNCA DE LA HISTORIA.
Mi abuelo tenía 40 años, era un
empresario honesto, político de vocación, respetuoso con todo el mundo.
Era Presidente de la Casa del Pueblo de Padul, donde había sido
Concejal, y secretario general de la Agrupación Socialista de Padul,
miembro fundador de la Sociedad Obrera “La Alianza” cuyos estatutos son
una lección de socialismo real y pragmático, y cuyo objetivo era
proteger a los trabajadores de los abusos de los propietarios del Centro
Agrario, y fomentar la educación y el progreso social y económico de
ellos y sus hijos.
Nunca tuvo miedo de enfrentarse a la
derecha. Denunció los escandalosos pucherazos electorales, los
impedimentos para ejercer el derecho al voto, las persecuciones,
apaleamientos a muchos socialistas. Para la derecha era una amenaza y un
riesgo, veían como crecía el número de personas en las que calaba el
mensaje de libertad, justicia, igualdad, derechos, que acudían a
reuniones de los partidos de izquierdas en la Casa del pueblo para
hablar de educación, cooperativas de trabajo, acabar con las
injusticias, la explotación laboral, la marginación, el analfabetismo,
la miseria, el fatalismo de aceptar lo inevitable.
No quiso escapar y dejar desamparada a
su familia, pero solo 10 días después del golpe de Estado fueron
detenidos mi abuelo, el último alcalde socialista de Padul Nicolás
Duarte, y otros miembros de la Agrupación local. El 1 de agosto pasaron a
la cárcel de Granada y de ahí a la tapia del cementerio. La Guardia
Civil impidió que su familia acudiera a llorarle. A mi abuela le dejo 5
niños y una pena negra que le duró toda su vida, entró en una existencia
de miedo y dificultades, todos sus bienes confiscados, cada día tenía
que buscarse la vida para sacar adelante a sus hijos, pero los convirtió
en personas integras, trabajadoras, generosas y honestas, incapaces de
sentir odio o rencor hacia nadie.
Los familiares aún seguimos buscando sus
restos para que reposaran junto a mi abuela por toda la eternidad,
reclamando el reconocimiento de su heroísmo y la dignificación de su
memoria, cumpliendo la voluntad de mi bisabuelo, que en una libreta en
medio de muchas fechas y datos de nacimientos, bautizos, casamientos,
dejo camuflado el relato de la detención y asesinato de su hijo, para
que la familia nunca lo olvidara. Pero algo tan sencillo como querer
enterrar a tus muertos no es posible en Granada, no fue suficiente
fusilar a miles de republicanos, borraron cualquier rastro de su
existencia, sus restos fueron quemados, destruidos, escondidos. PERO JAMÁS CONSEGUIRÁN QUE SE BORRE SU MEMORIA.
DdA, XIV/3706
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