sábado, 21 de octubre de 2017

UN DÍA COMO HOY, HACE 80 AÑOS, CAYÓ ASTURIAS Y LA INDEPENDENCIA DEL CONSEJO SOBERANO


Coincidiendo con la presencia ayer en Oviedo del rey Felipe VI y su inexpresiva esposa, así como de la sufrida esposa de Juan Carlos I y reina madre o emérita, para la entrega de los premios que llevan el nombre de Princesa de Asturias en su edición del año en curso, Asturias tiene hoy un motivo de recordación para el día de la fecha, si nos remontamos ochenta años atrás y consultamos la memoria de algunos de los ancianos y ancianas sobrevivientes. El 21 de octubre de 1937 entraron en la ciudad de Gijón, último enclave del frente norte republicano, las tropas franquistas, en medio de un panorama desolador y sábanas blancas en los balcones. Con ello se ponía fin también al llamado Consejo Soberano de Asturias y León, la institución que supuso una efímera independencia, declarada por la fuerza de las circunstancias bélicas meses antes. La desesperada diáspora desde los puertos de Gijón que trajo consigo la inminencia de esa entrada y la posterior y crudelísima represión que siguió a la ocupación de la ciudad por el ejército golpista en toda la región, no ha merecido la más mínima recordación conmemorativa por parte del gobierno autónomico que preside un militante o así del Partido Socialista. Si además se cuenta para ocultar o encubrir la efeméride con el boato y el gaiterío de unos premios que honran a la monarquía restaurada por el generalísimo felón, el olvido se hace un poco más insultante. Menos mal que el diario La Voz de Asturias tiene voz para paliar esa amnesia real de don Javier Fernández y sus consejeros. Lazarillo
El 20 de octubre de 1937, alrededor de 17.000 personas se agolpaban en los puertos y muelles de Asturias, singularmente en Gijón, buscando escapar de la inminente entrada de las tropas fascistas que ya habían conquistado la práctica totalidad de Asturias. Al día siguiente, hace exactamente 80 años, caían en manos de los franquistas Avilés y Gijón, terminaba así la contienda en el frente norte y se ponía fin a la breve independencia de Asturias, declarada (más que nada por la fuerza de los hechos) apenas unos meses atrás para constituir el Consejo Soberano de Asturias y León, uno que emitió su propia moneda y envió representantes a la Sociedad de las Naciones en una búsqueda desesperada de apoyos internacionales para asegurar al menos una salida para los pronto refugiados que iban a huir de la represión de los sublevados.
Fue también la puntilla definitiva para la república española que con la caída del norte perdía su salida al Atlántico, numerosas industrias y fábricas de armas, así lo señala Yván Pozuelo, autor del libro «Octubre de 1937. La tumba de la república, se hizo medianoche en España» (Editorial Sapere Aude) quien destaca que en plena guerra «se pensaba que Asturias iba  ser la tumba del fascismo y al final fue la tumba de la república» a la vez que resalta que en los meses fundamentales de las batallas del frente norte, Asturias despertó un enorme interés internacional y era objeto de atención de noticieros y periódicos de todo el mundo porque «aquí se jugó la historia». Sin embargo una efeméride tan señalada no ha contado con ningún tipo de conmemoración oficial y apenas la voluntad de algunos profesores de instituto ha permitido organizar talleres con alumnos de secundaria y bachillerato. Para ellos se ha ofrecido material del Grupo Eleuterio Quintanilla.
Sola en mitad de la tierra
Asturias se había quedado sola en agosto de 1937. Los gudaris vascos se rindieron en masa a los fascistas italianos en Santoña y con la caída de Santander los problemas de desabastecimiento e incomunicación con el resto de territorio controlado por la república se agravaron profundamente. Fue así como el 24 de agosto el Consejo Interprovincial de Asturias y León se constituyó en Consejo Soberano, bajo la presidencia de Belarmino Tomás y con no pocas tiranteces incluso entre miembros de su gabinete. Un jovencísimo Rafael Fernández, consejero de Hacienda en ese Ejecutivo sería muchos años después presidente de órgano provisional preautonómico en la Transición.
El Consejo Soberano de Asturias y León emitió su propia moneda, los «belarminos» y buscó por su cuenta respaldo internacional. En su nacimiento, Pozuelo apunta que está la constatación del abandono del legítimo Gobierno de la República. A través de sus estudios de la correspondencia mantenida entre sus miembros y con organismos y gobiernos internacionales con el que fuera ministro sin cartera José Giral, el autor señala que en las horas previas a la declaración de soberanía, el Gobierno central había reclamado a los asturianos que «enviaran todos el dinero, los cuadros, todos los tesoros de Asturias a la embajada de España en París y cuando un gobierno te pide eso se entiende que tienes pocos apoyos». Pozuelo indicó que realmente los republicanos de Asturias nunca tuvieron una oportunidad de imponerse en la contienda, aunque «se arengaba a la población civil» recordando el 34, lo cierto es que «el gobierno republicano sólo tenía un plan que era la nieve y los temporales, y ese año no hubo». Apenas dos días antes de la evacuación llegaron al fin las armas que tanto se habían reclamado desde Asturias «y eran anticuados, de la Primera Guerra Mundial, con balas que no coincidían con los fusiles».
El precio de un asturiano en el mar
La mayor parte de los esfuerzos diplomáticos del Consejo Soberano de Asturias y León se dirigieron a Francia y el Reino Unido con el objetivo de poder comprar armas, pero aún de manera más importante para garantizar la seguridad de los evacuados y fue un afán plagado de sinsabores. «Los gobiernos extranjeros se pasaban la pelota unos a otros y en mis investigaciones llegué a encontrar el precio de un asturiano en alta mar, porque aunque mucha gente salvaba a los refugiados por motivos humanitarios también hubo mercantes que encontraron un medio para hacer negocio ¿cuánto? el precio oscilaba entre los 15 chelines y las 25 libras». Esta última era una cantidad obscena, al cambio actual 25 libras de 1937 serían alrededor de 1.300 euros.
Las negociaciones entre los miembros del Gobierno asturiano directamente con los franquistas también buscaron ese objetivo. «Primero Belarmino amenazó con matar a los 5.000 prisioneros que tenía, luego le ofreció a Franco buscar garantías para evacuarlos junto a los republicanos que querían huir, trasladarlos a todos a Francia y que cada cual decidiera luego a qué parte de España quería volver, pero él contestó que no porque dijo que entre esos 5.000 prisioneros no estaban los mejores, que los mejores ya habían muerto el primer mes. También el Gobierno de la República propuso liberar a presos a cambio de una evacuación civil pero la respuesta de Franco fue que no, sabía que al caer el frente norte la balanza de la guerra caía de su lado». Pozuelo destaca que frente al desdén de los gobierno europeos en una Asturias que se enfrentaba a las tropas de Franco, Mussolini y Hitler, el único país que siempre ofreció ayuda «fue México, pero estaba muy lejos».
En 1978, el que fuera alcalde de Oviedo, Antonio Masip, publicó en la revista «El Basilisco» una copia del último acta del Consejo Soberano de Asturias y León. En el artículo, Masip detalla que llegó a sus manos en México gracias al profesor de Sociología en la ENP, Juan Pablo García Alvarez, «uno de los más destacados socialistas asturianos en los años treinta» que a su vez la recibió de los representantes republicanos de izquierda, Maldonado y Ortega, en el Consejo Soberano. El documento, tres folios sin firmas, recoge el último debate del gabinete, la recepción de las armas, la discusión vana sobre las posibilidades de plantar una última resistencia y la organización de la evacuación final.
Hay que tener en cuenta que aunque fueron miles los que consiguieron escapar no fueron pocos los que se quedaron durante años, hasta la década de los 40, refugiados en las montañas como una guerrilla y que, a su vez, derrotada ya definitivamente la República y en plena Guerra Mundial organizaron y lograron con éxito la evacuación de aún más personas por centenares.
La década pasada el Principado recuperó y restauró los muebles del despacho de Belarmino Tomás, su mesa, su silla y una pieza con cajones para documentos, que se utilizan para recepciones protocolarias. Sin embargo, y es algo en lo que ha insistido con pesar Pozuelo, este episodios de la historia «en el que Gijón y Asturias estuvieron en el centro del mundo» es algo desconocido para muchos asturianos y españoles.

DdA, XIV/3667

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