miércoles, 11 de octubre de 2017

ESPAÑA (1808-1939): UN INCOMPARABLE DRAMA HISTÓRICO, SEGÚN RAMOS OLIVEIRA*

  Antonio Ramos Oliveira
Félix Población


Según Walther L. Bernecker, catedrático emérito de la Universidad Erlangen-Nürnberg y autor de un estudio preliminar sobre la obra “Un drama histórico incomparable. España 1808-1939”, del teórico del socialismo e historiador español Antonio Ramos Oliveira (1907-1973) -que acaba de ser publicada por Urgoiti editores-, se da con Ramos Oliveira una doble circunstancia: la de ser un historiador muy valorado por quienes le citan, si bien es prácticamente desconocido hoy en día. Su gran aprecio entre los historiadores españoles tiene su razón de ser, a juicio del profesor Bernecker, en haber sido pionero en el análisis de la historia de España con un enfoque en principio marxista-materialista y más tarde estructuralista, y por lo tanto “alternativo” al de la narrativa histórica dominante. Si bien desde los conocimientos que tenemos hoy, su obra tiene claros límites, a juicio del profesor e investigador alemán. Respecto al desconocimiento de su obra en la actualidad, podría deberse a que al aparecer su “Historia de España” en 1952 en Méjico, el régimen franquista hizo todo lo posible por no permitir su circulación. Tampoco en el extranjero fue fácil adquirir la obra, debido a la difícil situación de la postguerra mundial y a los problemas de distribución. Tanto más, por ello, es meritoria la reedición ahora del libro con una introducción que lo sitúa en el contexto político e historiográfico de su época.


¿Dónde radica en su opinión, profesor Bernecker, lo incomparable del drama histórico español que va de 1808 a 1939 y por qué delimitarlo entre esos dos años?

El título del libro “Un drama histórico incomparable” recoge palabras del propio Antonio Ramos Oliveira al aludir a las convulsas décadas que, desde el siglo XIX, condujeron a la Guerra Civil. El enfoque está centrado en los años 1808-1939, que para un lector del siglo XXI son los más interesantes de la obra de Ramos, ya que el autor traza un análisis marxista de la sociedad y economía españolas, que hasta entonces no se había conocido en la historiografía española. Su obra es la primera historia de España escrita con el materialismo histórico como guía metodológica y pretendiendo dar una interpretación marxista global a la historia del país. Los años de referencia 1808 y 1939 son usados por Ramos como prueba de su filosofía de la historia, según la cual España, más que modelar su historia, había sido modelada desde fuera, por continuas intervenciones (en estos dos casos, la napoleónica y la germano-fascista). 

¿Cuál es el análisis que hace Ramos Oliveira de la sucesión de guerras civiles que se dieron en España en el siglo XIX y hasta qué punto esos conflictos acabaron por explotar en una gran contienda entre 1936 y 1939 con tan desoladores resultados para la nación?

Los pronunciamientos y las guerras civiles en la España del siglo XIX se debían en primerísimo lugar, según Ramos, a la falta de una clase media. Sociedades sin clase media estaban condenadas, en su opinión, “a sufrir la tiranía militar [y] los trastornos de los pronunciamientos periódicos”. Con algunas variantes en la terminología conceptual, ésta era la base interpretativa de la obra de Ramos. Según el autor onubense, eran la estructura dicotómica de la sociedad española, la falta de una clase media y la postura antidemocrática de la oligarquía, los factores más importantes que impulsaron el desarrollo político irremediablemente hacia una guerra civil. La exigua burguesía periférica falló en su función histórica de mediar entre los extremos, porque orientó sus intereses primarios hacia la autonomía y el separatismo. Existía una íntima conexión entre los factores estructurales más importantes en el desarrollo histórico español (cuestión agraria, falta de revolución burguesa, clase media prácticamente inexistente, separatismo) que en su relación negativa llevarían a la catástrofe de la Guerra Civil.

¿Cuál es el punto de vista de Ramos Oliveira con respecto a la revolución de 1868 y el largo periodo de la restauración monárquica a partir de 1875?

Ramos Oliveira relaciona la revolución de 1868 y la Primera República con el problema eclesiástico en España. En su interpretación, la iglesia perseguía en el siglo XIX la intención de suplantar a la corona y asentar sobre los escombros del Estado una teocracia, gobernando ella misma. La dinastía carlista era la favorita de la iglesia, pues esta “monarquía teocrática” garantizaba el poder absoluto de la iglesia. Durante el mandato de Isabel II, la iglesia consiguió “la subordinación del Estado al poder espiritual”. Y la verdadera causa de la Revolución de 1868 fue que la nueva oligarquía y los progresistas habían reconocido que eran regidos por una teocracia y querían restablecer la independencia civil de la monarquía. En la Restauración, finalmente la iglesia entró “por la senda del compromiso con el Estado”.

Con respecto al período de la Restauración, Ramos resalta el antagonismo entre los intereses de los terratenientes españoles y la burguesía catalana. La economía habría necesitado una honda reforma agraria que aumentara el poder adquisitivo de las masas campesinas, una reforma que no podía esperarse del gobierno burgués de Madrid. Y los catalanes solo estaban interesados en mantener su “régimen de abuso y parasitismo”  La política económica dictada desde Madrid para proteger los intereses económicos catalanes corrompió a la burguesía catalana para que no realizara su función histórica: derribar un Estado anacrónico. También la industria hullera se sostuvo solo por el contribuyente. La oligarquía controlaba el poder económico y bloqueaba el desarrollo capitalista. La única solución a los problemas acumulados de la economía española era un cambio radical del Estado y de la estructura económica.

¿Qué valoración hace el historiador socialista del papel jugado por el PSOE, al que perteneció desde muy joven, durante la dictadura de Primo de Rivera?

Al finalizar la dictadura de Primo de Rivera, los socialistas se vieron expuestos a toda una serie de vehementes críticas por su comportamiento pasivo e incluso colaboracionista durante el régimen de 1923. Junto a otros, Ramos Oliveira justificó la postura socialista rechazando categóricamente cualquier crítica. Argumentaba que el Partido Socialista no podía ni debía parar a los militares con una oposición revolucionaria, pues esta postura hubiera sido suicida, ya que no existían condiciones objetivas para la revolución. Por otro lado, tampoco había condiciones objetivas para el fascismo. No peligraba la burguesía, sino la monarquía. Resumía el comportamiento socialista alegando que la actitud del socialismo español dio lugar a que fuera la burguesía quien (por lo menos en apariencia) se decidiera a hundir la monarquía. 

Por los años treinta, Ramos Oliveira participó en el proceso de radicalización de las juventudes socialistas y dice usted que no se conoce con precisión el grado de participación que tuvo en la Revolución de Asturias de 1934, aunque sí está atestiguada su presencia en la cárcel después de sofocada esa revuelta. ¿Cuál fue su postura ante el movimiento de octubre de ese año?

En su libro La revolución de octubre, publicado en 1935, Ramos Oliveira se mostraba convencido que la “república democrática” de 1931 (que él había apoyado) había fracasado, y que había que pasar de la revolución democrática a la revolución socialista o de la dictadura burguesa a la dictadura del proletariado. La vía democrática al socialismo, en su visión era obsoleta. La revolución “defensiva”, a realizar por los socialistas, se hacía necesaria por las condiciones de la lucha de clases y el comportamiento agresivo de la burguesía. En aquellos meses, Ramos interpretaba los  hechos revolucionarios de manera radical, como “explosión nacional” y principio de la revolución proletaria para conquistar el poder. La revolución de octubre había sido el primer paso para erigir un régimen marxista en España. Si entre 1934 y 1936 Ramos Oliveira fundamenta su interpretación marxista en el concepto de lucha de clases, en su “Historia de España” de 1952 resalta que -por muy radical que pareciera la propaganda revolucionaria de los partidos obreros- éstos habían querido, ante todo, reconquistar la “República popular” concebida antes del 14 de abril de 1931. Con distancia temporal, la interpretación de Ramos era, en 1952, mucho más moderada, pues veía en la revolución de 1934 solo el intento de reconquistar los aspectos sociales del bienio republicano-socialista, eliminando del movimiento de octubre toda intención revolucionario-socialista. Es obvio que las experiencias vitales de Ramos en Gran Bretaña (1936-1950) habían influido en este cambio de postura.

 A raíz de su experiencia como corresponsal de El Socialista en Alemania, entre 1930 y 1931, parece lógico suponer que Oliveira fue consciente con alguna antelación de los riesgos de involución fascista que se podrían dar en España tras el fracaso de la revolución de octubre o la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. ¿Cuándo y en qué medida aventuró esa posibilidad?

Indudablemente, la radicalización socialista en la Segunda República tuvo que ver esencialmente con el fracaso de la socialdemocracia alemana que había sido incapaz de contener el ascenso del nacionalsocialismo. Durante bastante tiempo, Ramos interpretaba el nacionalsocialismo de manera equivocada como un partido “reaccionario”, deseoso de volver a los viejos tiempos prebélicos, un partido que seguramente iba a fracasar. En su libro Alemania ayer y hoy, publicado después de la toma del poder por Hitler en 1933, se puede apreciar cómo decrecía vertiginosamente la fe de Ramos en la democracia como garantía para frenar el ascenso del fascismo. En los siguientes años, la interpretación de Ramos del nacionalsocialismo fue muy insegura e incluso contradictoria, acercándose en algún momento a la visión de la Tercera Internacional, según la que el fascismo era un agente del gran capital. El mensaje que lanzaba Ramos (igual que Luis Araquistain) a partir de 1933 a la izquierda española era que había que impedir por todos los medios, aunque fuera mediante una revolución social, la dictadura fascista de la burguesía

 ¿Por qué conceptúa usted como llamativa la interpretación que hace Ramos Oliveira de la Guerra de España como un combate entre feudalismo y progresismo y no entre fascismo y progresismo, como mantienen otros historiadores? ¿Le parece más adecuado decir Guerra de España, como sostenía Negrín, que Guerra Civil, al no ser “dos bandos” los contendientes, sino un gobierno legal y democráticamente constituido contra un ejército golpista?

Decir que la Guerra Civil fue un enfrentamiento entre progreso y feudalismo, significa tanto como afirmar -desde una perspectiva marxista- que España todavía no había experimentado su revolución burguesa. Esta interpretación es esquemática recurriendo a un esquema marxista-mecanicista de la sociedad, sin tener en cuenta que la imagen estereotipada de una España “negra” y “medieval” a la que supuestamente pretendían regresar los insurgentes para salvar su “sistema feudal”, no consideraba los enormes cambios experimentados tanto en la agricultura como en la industria y en el sector estatal desde el siglo XIX. Pero en 1936 no se trataba de conservar el “feudalismo”, sino de eliminar las reformas democráticas de la República; y la confrontación iba entre un militarismo fascistoide y una democracia reformista, y para la inmensa mayoría de los republicanos la guerra era, desde un principio, “antifascista”. En sus escritos, Ramos varía su interpretación (más tarde, p. ej., habla de una “guerra de invasión”), usando por lo general la denominación “guerra civil”, pues si bien la guerra era, en sus principios,  un enfrentamiento de militares golpistas contra un gobierno legalmente constituido, a lo largo de la lucha se convirtió en guerra civil en la que participaban diferentes grupos sociales y que dividió radicalmente la sociedad española.

La segunda República debía solventar durante su corto periodo, a juicio de este historiador, tres problemas históricos que no llegó a resolver: la posición de la Iglesia católica en la nueva democracia republicana, la cuestión agraria y el contencioso de la autonomía regional. ¿Cuáles eran los criterios de Oliveira respecto a los mismos y por qué causas cree que no se resolvieron?

Para Ramos Oliveira existía una íntima relación entre la fallida “revolución burguesa” en España y la postura de la burguesía catalana, que prefirió lanzarse a la vía del secesionismo en lugar de inmiscuirse en la política nacional española y llevar a cabo la revolución burguesa a nivel nacional. La clase media catalana que, en opinión de Ramos, debía haber sido revolucionaria, no lo fue porque desvió su interés hacia una finalidad destructiva, la secesionista. Ni los catalanistas ni los propugnadores de la independencia vasca estuvieron a la altura de las necesidades del momento. Ramos responsabiliza a la burguesía catalana (en menor grado a la vasca), con su nacionalismo regional, de que en España se hubiera frustrado en el siglo XIX la revolución burguesa (y al mismo tiempo, la solución del problema agrario, fundamental para el país) y en el XX la Segunda República, porque en 1931 el poder debía haber tenido “un enérgico ademán unificador y centralizador”, pero las presiones catalana y vasca desbarataron esta intención condenando así a la República al fracaso. En el caso de la necesaria reforma eclesiástica, se desatendió el momento preciso, a principios de la República, para consensuar las reformas, y más tarde solo fue posible avanzar en este sector contra la iglesia, lo que enfrentó al poder civil con el eclesiástico. 


Para llegar al drama histórico de la Guerra Civil se requería una estructura dicotómica de la sociedad española, carente de una clase media y con una postura manifiestamente antidemocrática de la oligarquía. ¿Era inevitable ese conflicto por mínimas que fueran las reformas adoptadas por el primer gobierno republicano, o aun siendo mínimas al estamento reaccionario le parecieron excesivas?

Según Ramos Oliveira, desde la Edad Moderna España no contaba con una burguesía, el país carecía de una clase media capaz de tomar en sus manos las riendas del Estado, lo que trajo como consecuencia el dominio de oligarquías gobernantes, sin otras miras que las de detentar el poder en exclusivo beneficio de sus particulares intereses materiales. Ramos Oliveira consideraba la Guerra Civil inevitable, pero no (por lo menos, no solo) porque las oligarquías del país no aceptaran las reformas comenzadas por la República, sino (ante todo) porque los políticos de la República no se atrevían a realizar la necesaria revolución que debería haber ido mucho más allá de las modestas reformas políticas, económicas, sociales, eclesiásticas, militares etc. Todas las reformas realizadas se movieron dentro de un marco legal; pero a más tardar desde comienzos de 1934, deberían haber sido, en opinión de Ramos, revolucionarias, cambiando fundamentalmente las estructuras del Estado.

La República antepuso el problema clerical a la cuestión agraria, con la que perdió apoyo entre la clase media y ganó preterición entre la clase obrera. La cuestión clave, según el historiador, era eminentemente política: o la República aniquilaba la oligarquía o la oligarquía aniquilaba a la República. No había problema nacional que no admitiera más demora que el agrario-financiero. ¿Cree usted, con Oliveira, que al no solucionarlo la República estaba abocada al desastre final o esta hipótesis es demasiado reduccionista?

Según Ramos, los políticos de la Segunda República prestaron una atención inusitada al problema eclesiástico (que consideraron, equivocadamente, el más importante de la República), cuando debían haberse ocupado ante todo de la reforma agraria. El historiador estaba convencido de que la mayor responsabilidad de la Guerra Civil se debía a la confianza en el parlamentarismo burgués. El régimen parlamentario era inadecuado para realizar las reformas necesarias para que España se salvara. La Guerra Civil solo se podría haber evitado si la República hubiera avanzado decididamente en su programa de reformas; pero al abortarse la revolución, insistía, su destino estaba irremediablemente decidido. Hubiera sido necesaria una dictadura proletaria para combatir la política “agrario-financiera”. Si bien muchas citas verbales de Ramos parecen adjudicar toda la responsabilidad de la Guerra Civil a la falta de solución del “problema clave” de la República, el agrario, hay muchas otras citas del autor que no corroboran la adjudicación de responsabilidades para el fracaso de la República al problema agrario de manera tan estricta y unidimensional como algunas veces lo parece. Repetidas veces, en su análisis el autor onubense era flexible en su argumentación, corrigiendo él mismo su supuesto exclusivismo argumentativo. Pero en términos generales, el miedo de las clases medias de llevar a cabo una “revolución” (absolutamente necesaria) fue una especie de leitmotiv interpretativo de Ramos Oliveira para toda la fase republicana.

*Entrevista publicada en el número de octubre de 2017 de El viejo topo.

DdA, XIV/3660

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