Antonio Ramos Oliveira
Félix
Población
Según Walther L. Bernecker,
catedrático emérito de la Universidad Erlangen-Nürnberg y autor de un estudio
preliminar sobre la obra “Un drama histórico incomparable. España 1808-1939”, del
teórico del socialismo e historiador español Antonio Ramos Oliveira (1907-1973)
-que acaba de ser publicada por Urgoiti editores-, se da con Ramos Oliveira una
doble circunstancia: la de ser un historiador muy valorado por quienes le
citan, si bien es prácticamente desconocido hoy en día. Su gran aprecio entre
los historiadores españoles tiene su razón de ser, a juicio del profesor
Bernecker, en haber sido pionero en el análisis de la historia de España con un
enfoque en principio marxista-materialista y más tarde estructuralista, y por
lo tanto “alternativo” al de la narrativa histórica dominante. Si bien desde
los conocimientos que tenemos hoy, su obra tiene claros límites, a juicio del
profesor e investigador alemán. Respecto al desconocimiento de su obra en la
actualidad, podría deberse a que al aparecer su “Historia de España” en 1952 en
Méjico, el régimen franquista hizo todo lo posible por no permitir su
circulación. Tampoco en el extranjero fue fácil adquirir la obra, debido a la
difícil situación de la postguerra mundial y a los problemas de distribución.
Tanto más, por ello, es meritoria la reedición ahora del libro con una introducción
que lo sitúa en el contexto político e historiográfico de su época.
¿Dónde
radica en su opinión, profesor Bernecker, lo incomparable del drama histórico
español que va de 1808 a 1939 y por qué delimitarlo entre esos dos años?
El título del libro “Un drama
histórico incomparable” recoge palabras del propio Antonio Ramos Oliveira al
aludir a las convulsas décadas que, desde el siglo XIX, condujeron a la Guerra
Civil. El enfoque está centrado en los años 1808-1939, que para un lector del
siglo XXI son los más interesantes de la obra de Ramos, ya que el autor traza
un análisis marxista de la sociedad y economía españolas, que hasta entonces no
se había conocido en la historiografía española. Su obra es la primera historia
de España escrita con el materialismo histórico como guía metodológica y
pretendiendo dar una interpretación marxista global a la historia del país. Los
años de referencia 1808 y 1939 son usados por Ramos como prueba de su filosofía
de la historia, según la cual España, más que modelar su historia, había sido
modelada desde fuera, por continuas intervenciones (en estos dos casos, la
napoleónica y la germano-fascista).
¿Cuál es el
análisis que hace Ramos Oliveira de la sucesión de guerras civiles que se
dieron en España en el siglo XIX y hasta qué punto esos conflictos acabaron por
explotar en una gran contienda entre 1936 y 1939 con tan desoladores resultados
para la nación?
Los pronunciamientos y las guerras
civiles en la España del siglo XIX se debían en primerísimo lugar, según Ramos,
a la falta de una clase media. Sociedades sin clase media estaban condenadas,
en su opinión, “a sufrir la tiranía militar [y] los trastornos de los
pronunciamientos periódicos”. Con algunas variantes en la terminología
conceptual, ésta era la base interpretativa de la obra de Ramos. Según el autor
onubense, eran la estructura dicotómica de la sociedad española, la falta de
una clase media y la postura antidemocrática de la oligarquía, los factores más
importantes que impulsaron el desarrollo político irremediablemente hacia una
guerra civil. La exigua burguesía periférica falló en su función histórica de
mediar entre los extremos, porque orientó sus intereses primarios hacia la
autonomía y el separatismo. Existía una íntima conexión entre los factores
estructurales más importantes en el desarrollo histórico español (cuestión
agraria, falta de revolución burguesa, clase media prácticamente inexistente,
separatismo) que en su relación negativa llevarían a la catástrofe de la Guerra
Civil.
¿Cuál es el
punto de vista de Ramos Oliveira con respecto a la revolución de 1868 y el largo
periodo de la restauración monárquica a partir de 1875?
Ramos Oliveira relaciona la
revolución de 1868 y la Primera República con el problema eclesiástico en España.
En su interpretación, la iglesia perseguía en el siglo XIX la intención de
suplantar a la corona y asentar sobre los escombros del Estado una teocracia,
gobernando ella misma. La dinastía carlista era la favorita de la iglesia, pues
esta “monarquía teocrática” garantizaba el poder absoluto de la iglesia.
Durante el mandato de Isabel II, la iglesia consiguió “la subordinación del
Estado al poder espiritual”. Y la verdadera causa de la Revolución de 1868 fue
que la nueva oligarquía y los progresistas habían reconocido que eran regidos
por una teocracia y querían restablecer la independencia civil de la monarquía.
En la Restauración, finalmente la iglesia entró “por la senda del compromiso
con el Estado”.
Con respecto al período de la
Restauración, Ramos resalta el antagonismo entre los intereses de los
terratenientes españoles y la burguesía catalana. La economía habría necesitado
una honda reforma agraria que aumentara el poder adquisitivo de las masas
campesinas, una reforma que no podía esperarse del gobierno burgués de Madrid.
Y los catalanes solo estaban interesados en mantener su “régimen de abuso y
parasitismo” La política económica
dictada desde Madrid para proteger los intereses económicos catalanes corrompió
a la burguesía catalana para que no realizara su función histórica: derribar un
Estado anacrónico. También la industria hullera se sostuvo solo por el
contribuyente. La oligarquía controlaba el poder económico y bloqueaba el
desarrollo capitalista. La única solución a los problemas acumulados de la
economía española era un cambio radical del Estado y de la estructura
económica.
¿Qué
valoración hace el historiador socialista del papel jugado por el PSOE, al que
perteneció desde muy joven, durante la dictadura de Primo de Rivera?
Al
finalizar la dictadura de Primo de Rivera, los socialistas se vieron expuestos
a toda una serie de vehementes críticas por su comportamiento pasivo e incluso
colaboracionista durante el régimen de 1923. Junto a otros, Ramos Oliveira
justificó la postura socialista rechazando categóricamente cualquier crítica.
Argumentaba que el Partido Socialista no podía ni debía parar a los militares
con una oposición revolucionaria, pues esta postura hubiera sido suicida, ya
que no existían condiciones objetivas para la revolución. Por otro lado,
tampoco había condiciones objetivas para el fascismo. No peligraba la
burguesía, sino la monarquía. Resumía el comportamiento socialista alegando que
la actitud del socialismo español dio lugar a que fuera la burguesía quien (por
lo menos en apariencia) se decidiera a hundir la monarquía.
Por los años treinta, Ramos Oliveira participó en el
proceso de radicalización de las juventudes socialistas y dice usted que no se
conoce con precisión el grado de participación que tuvo en la Revolución de
Asturias de 1934, aunque sí está atestiguada su presencia en la cárcel después
de sofocada esa revuelta. ¿Cuál fue su postura ante el movimiento de octubre de
ese año?
En su libro La revolución de octubre, publicado en 1935, Ramos Oliveira se
mostraba convencido que la “república democrática” de 1931 (que él había
apoyado) había fracasado, y que había que pasar de la revolución democrática a
la revolución socialista o de la dictadura burguesa a la dictadura del
proletariado. La vía democrática al socialismo, en su visión era obsoleta. La
revolución “defensiva”, a realizar por los socialistas, se hacía necesaria por
las condiciones de la lucha de clases y el comportamiento agresivo de la
burguesía. En aquellos meses, Ramos interpretaba los hechos revolucionarios de manera radical,
como “explosión nacional” y principio de la revolución proletaria para
conquistar el poder. La revolución de octubre había sido el primer paso para
erigir un régimen marxista en España. Si entre 1934 y 1936 Ramos Oliveira fundamenta
su interpretación marxista en el concepto de lucha de clases, en su “Historia
de España” de 1952 resalta que -por muy radical que pareciera la propaganda
revolucionaria de los partidos obreros- éstos habían querido, ante todo,
reconquistar la “República popular” concebida antes del 14 de abril de 1931.
Con distancia temporal, la interpretación de Ramos era, en 1952, mucho más
moderada, pues veía en la revolución de 1934 solo el intento de reconquistar
los aspectos sociales del bienio republicano-socialista, eliminando del
movimiento de octubre toda intención revolucionario-socialista. Es obvio que
las experiencias vitales de Ramos en Gran Bretaña (1936-1950) habían influido
en este cambio de postura.
A raíz de su experiencia como corresponsal de
El Socialista en Alemania, entre 1930 y 1931, parece lógico suponer que
Oliveira fue consciente con alguna antelación de los riesgos de involución
fascista que se podrían dar en España tras el fracaso de la revolución de
octubre o la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936.
¿Cuándo y en qué medida aventuró esa posibilidad?
Indudablemente, la radicalización
socialista en la Segunda República tuvo que ver esencialmente con el fracaso de
la socialdemocracia alemana que había sido incapaz de contener el ascenso del
nacionalsocialismo. Durante bastante tiempo, Ramos interpretaba el
nacionalsocialismo de manera equivocada como un partido “reaccionario”, deseoso
de volver a los viejos tiempos prebélicos, un partido que seguramente iba a
fracasar. En su libro Alemania ayer y hoy,
publicado después de la toma del poder por Hitler en 1933, se puede apreciar
cómo decrecía vertiginosamente la fe de Ramos en la democracia como garantía
para frenar el ascenso del fascismo. En los siguientes años, la interpretación
de Ramos del nacionalsocialismo fue muy insegura e incluso contradictoria,
acercándose en algún momento a la visión de la Tercera Internacional, según la
que el fascismo era un agente del gran capital. El mensaje que lanzaba Ramos
(igual que Luis Araquistain) a partir de 1933 a la izquierda española era que
había que impedir por todos los medios, aunque fuera mediante una revolución
social, la dictadura fascista de la burguesía
¿Por
qué conceptúa usted como llamativa la interpretación que hace Ramos Oliveira de
la Guerra de España como un combate entre feudalismo y progresismo y no entre
fascismo y progresismo, como mantienen otros historiadores? ¿Le parece más
adecuado decir Guerra de España, como sostenía Negrín, que Guerra Civil, al no
ser “dos bandos” los contendientes, sino un gobierno legal y democráticamente
constituido contra un ejército golpista?
Decir que la Guerra Civil fue un
enfrentamiento entre progreso y feudalismo, significa tanto como afirmar -desde
una perspectiva marxista- que España todavía no había experimentado su
revolución burguesa. Esta interpretación es esquemática recurriendo a un
esquema marxista-mecanicista de la sociedad, sin tener en cuenta que la imagen
estereotipada de una España “negra” y “medieval” a la que supuestamente
pretendían regresar los insurgentes para salvar su “sistema feudal”, no
consideraba los enormes cambios experimentados tanto en la agricultura como en
la industria y en el sector estatal desde el siglo XIX. Pero en 1936 no se
trataba de conservar el “feudalismo”, sino de eliminar las reformas
democráticas de la República; y la confrontación iba entre un militarismo
fascistoide y una democracia reformista, y para la inmensa mayoría de los
republicanos la guerra era, desde un principio, “antifascista”. En sus
escritos, Ramos varía su interpretación (más tarde, p. ej., habla de una
“guerra de invasión”), usando por lo general la denominación “guerra civil”,
pues si bien la guerra era, en sus principios,
un enfrentamiento de militares golpistas contra un gobierno legalmente
constituido, a lo largo de la lucha se convirtió en guerra civil en la que
participaban diferentes grupos sociales y que dividió radicalmente la sociedad
española.
La segunda
República debía solventar durante su corto periodo, a juicio de este
historiador, tres problemas históricos que no llegó a resolver: la posición de
la Iglesia católica en la nueva democracia republicana, la cuestión agraria y
el contencioso de la autonomía regional. ¿Cuáles eran los criterios de Oliveira
respecto a los mismos y por qué causas cree que no se resolvieron?
Para Ramos Oliveira existía una
íntima relación entre la fallida “revolución burguesa” en España y la postura
de la burguesía catalana, que prefirió lanzarse a la vía del secesionismo en
lugar de inmiscuirse en la política nacional española y llevar a cabo la
revolución burguesa a nivel nacional. La clase media catalana que, en opinión
de Ramos, debía haber sido revolucionaria, no lo fue porque desvió su interés
hacia una finalidad destructiva, la secesionista. Ni los catalanistas ni los
propugnadores de la independencia vasca estuvieron a la altura de las
necesidades del momento. Ramos responsabiliza a la burguesía catalana (en menor
grado a la vasca), con su nacionalismo regional, de que en España se hubiera
frustrado en el siglo XIX la revolución burguesa (y al mismo tiempo, la
solución del problema agrario, fundamental para el país) y en el XX la Segunda
República, porque en 1931 el poder debía haber tenido “un enérgico ademán
unificador y centralizador”, pero las presiones catalana y vasca desbarataron
esta intención condenando así a la República al fracaso. En el caso de la
necesaria reforma eclesiástica, se desatendió el momento preciso, a principios
de la República, para consensuar las reformas, y más tarde solo fue posible
avanzar en este sector contra la iglesia, lo que enfrentó al poder civil con el
eclesiástico.
Para llegar
al drama histórico de la Guerra Civil se requería una estructura dicotómica de
la sociedad española, carente de una clase media y con una postura
manifiestamente antidemocrática de la oligarquía. ¿Era inevitable ese conflicto
por mínimas que fueran las reformas adoptadas por el primer gobierno
republicano, o aun siendo mínimas al estamento reaccionario le parecieron
excesivas?
Según Ramos Oliveira, desde la Edad
Moderna España no contaba con una burguesía, el país carecía de una clase media
capaz de tomar en sus manos las riendas del Estado, lo que trajo como
consecuencia el dominio de oligarquías gobernantes, sin otras miras que las de
detentar el poder en exclusivo beneficio de sus particulares intereses
materiales. Ramos Oliveira consideraba la Guerra Civil inevitable, pero no (por
lo menos, no solo) porque las oligarquías del país no aceptaran las reformas
comenzadas por la República, sino (ante todo) porque los políticos de la
República no se atrevían a realizar la necesaria revolución que debería haber
ido mucho más allá de las modestas reformas políticas, económicas, sociales,
eclesiásticas, militares etc. Todas las reformas realizadas se movieron dentro
de un marco legal; pero a más tardar desde comienzos de 1934, deberían haber
sido, en opinión de Ramos, revolucionarias, cambiando fundamentalmente las
estructuras del Estado.
La República
antepuso el problema clerical a la cuestión agraria, con la que perdió apoyo
entre la clase media y ganó preterición entre la clase obrera. La cuestión
clave, según el historiador, era eminentemente política: o la República
aniquilaba la oligarquía o la oligarquía aniquilaba a la República. No había
problema nacional que no admitiera más demora que el agrario-financiero. ¿Cree
usted, con Oliveira, que al no solucionarlo la República estaba abocada al
desastre final o esta hipótesis es demasiado reduccionista?
Según Ramos, los políticos de la
Segunda República prestaron una atención inusitada al problema eclesiástico
(que consideraron, equivocadamente, el más importante de la República), cuando
debían haberse ocupado ante todo de la reforma agraria. El historiador estaba
convencido de que la mayor responsabilidad de la Guerra Civil se debía a la
confianza en el parlamentarismo burgués. El régimen parlamentario era inadecuado
para realizar las reformas necesarias para que España se salvara. La Guerra
Civil solo se podría haber evitado si la República hubiera avanzado
decididamente en su programa de reformas; pero al abortarse la revolución,
insistía, su destino estaba irremediablemente decidido. Hubiera sido necesaria
una dictadura proletaria para combatir la política “agrario-financiera”. Si
bien muchas citas verbales de Ramos parecen adjudicar toda la responsabilidad
de la Guerra Civil a la falta de solución del “problema clave” de la República,
el agrario, hay muchas otras citas del autor que no corroboran la adjudicación
de responsabilidades para el fracaso de la República al problema agrario de
manera tan estricta y unidimensional como algunas veces lo parece. Repetidas
veces, en su análisis el autor onubense era flexible en su argumentación,
corrigiendo él mismo su supuesto exclusivismo argumentativo. Pero en términos
generales, el miedo de las clases medias de llevar a cabo una “revolución”
(absolutamente necesaria) fue una especie de
leitmotiv interpretativo de Ramos Oliveira para toda la fase republicana.
*Entrevista publicada en el número de octubre de 2017 de El viejo topo.
DdA, XIV/3660
No hay comentarios:
Publicar un comentario