
Félix Población
Sin que Jordi Cuixart y Jordi Sánchez, más conocidos por los Jordis,
hayan sido puestos en libertad, el Partido Democrático de Catalunya y Esquerra
Republicana se han aprestado a anunciar su participación en las elecciones del
21 de diciembre, impuestas por el Gobierno de España bajo la aplicación
excepcional del artículo 155, pese a la condición de presos políticos que para ambos partidos tienen los citados.
Esperaba una mayor resistencia en principio –retórica al menos- a
esa convocatoria a las urnas por parte de una y otra formación política, algo así como lo
que está haciendo la CUP, que al menos no se ha desdicho todavía de la paella
insumisa prevista para esa fecha, aunque con toda seguridad también pasará por
el aro, pues no hay otra por culpa de su necedad.
Mientras ocurre esto en Cataluña, el ex honorable Carles Puigdemont con cinco de los suyos se siente refugiado político en Bélgica, con Lluìs Llach dispuesto a
la loa propia de la condición de exiliado con la que define al ex president, después de que el Fiscal General de Estado presentase en la Audiencia
Nacional y el Tribunal Supremo sendas querellas por rebelión, sedición y
malversación de fondos contra don Carles.
Sí se ha acordado de los presos -menos mal- la Asamblea
Nacional de Cataluña (ANC), que ha difundido un vídeo en las redes sociales
invitando a una movilización en la ciudad de Vic contra el encarcelamiento de
su presidente y el de Òmnium Cultural, Jordi Cuixart, bajo el
nutricio eslogan Primera botifarrada por la dignidad, que en principio parecía muy acomodado al gusto tradicional del país.
La ANC no contaba para esa
convocatoria, en la que se repartirán hasta 10.000 bocadillos de botifarra,
equivalentes a dos toneladas de carne, dos, con la reacción masiva y sediciosa en las redes sociales de la ciudadanía vegetariana y vegana, y que toda a una ha disentido con semejante y
carnívora masticación. Algunos han llegado a apelar a la dignidad de los cerdos
en sus mensajes y otros han propuesto como alternativa una tofurrada en toda regla en detrimento del eslogan original.
Para seguir metidos en la cocina o asuntos del yantar, mi estimado Luis Arias escribe hoy sobre la deconstrucción o reconstrucción de Cataluña y subraya que no es fácil asimilar haber vivido una situación ficticia. No es fácil que quienes
no fueron capaces de alcanzar acuerdos cambien su disposición y se
vuelvan dialogantes. La utilización de un término gastronómico como deconstrucción en este post que ha empezado con la paella insumisa de la CUP para seguir con la botifarra/tofurrada por la dignidad, me permite engarzar con la agudad acotación de Goti del Sol al artículo de Arias: En
la cocina moderna "deconstrucción" se refiere a elaborar un plato
tradicional con otro formato, aunque se respeten los ingredientes
habituales. "Reconstruír" es la manera de volver a levantar algo
destruído. Pienso que Cataluña, tras este desgraciado
proceso, precisa de una deconstrucción, una elaboración distinta a lo
conocido pero respetando los componentes. Y la única forma que me parece
adecuada para ello sería que los catalanes hablasen en las urnas, con
acuerdos y garantías, sobre qué quieren ser.
Pues eso, que volvemos a lo que ya aprueban más de la mitad de los ciudadanos españoles, según publicaba ayer el diario El Mundo. Para resolver Cataluña hay que dar voz a Cataluña y saber qué quiere ser Cataluña. Mientras eso no ocurra, habrá conflicto, y si se mal resuelve como ha ocurrido ahora por los necionalismos de unos y otros, solo hay un beneficiario: la derecha española que, pese a su corrupción y sus recortes cívicos y sociales, cuenta para arreglos tan provisorios e ilusos con el concurso del Partido Socialista.
DdA, XIV/3676
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