domingo, 9 de julio de 2017

EL PROCESO CATALÁN


 Lo que se me antoja cierto es que ha de haber en España una población flotante que con tal de no tener a gobernan­tes y al partido de índole delictiva que les da soporte, prefi­riríamos ser apátridas antes que españoles.

Jaime Richart

To learn to discriminate, dicen los británicos. Pero no  los es­pañoles tradicionales, muy satisfechos con su modo pecu­liar de ser y de estar. No los españoles de vida absolu­tamente desahogada que a menudo dan más impor­tancia a las formas que al fondo, a lo superfluo que a la esencia, a la carrocería que al motor del coche, a la liturgia que a la fe, al llevar corbata que al ser honrado. Quizá es por eso por lo que pasan en España cosas impensables en otros países. Quizá es por eso por lo que en España existe el esperpento,  esa palabra intraducible a otros idiomas...

Quiero decir con esto, que parece mentira que siendo una distinción a todas luces decisiva tanto desde el punto de vista político, como material y  argumentativo, ni los protagonistas principales  -gobierno central y gobierno ca­talán, partidos políticos, politólogos, periodistas, “entendi­dos”, etc- no pongan énfasis sobre el hecho fundamental de que una cosa es el Referéndum sobre la autodetermina­ción de Cataluña y otra la decisión de la independencia de Cataluña. Y siendo esto así, ¿por qué, qué interés hay en ver un problema capital en algo que debiera ser anécdota pese a la gravedad de que se intenta rodear al asunto? ¿Simplemente las ganas de poner la bota sobre todo aquél y todo aquello que se preste a ello?

Porque, en primer lugar, esta consulta puede no ser nece­sariamente vinculante. Lo que consigue es despejar las du­das que no pueden despejar las empresas demoscópicas, a no ser que se quiera darles tarea a cambio de una comi­sión. En segundo lugar porque no siendo vinculante, no hay motivos para plantear y menos aplicar el artículo 155 de la Constitución. Y en tercer lugar porque si quien esté al frente del gobierno catalán, una vez obtenido el resul­tado de la consulta, se “atreviesea dar un paso más y de­clarase la soberanía catalana, no sólo era ese el momento de reaccionar institucionalmente frente a ella, sino tam­bién si no podría ocurrir que quienes estamos a favor de la independencia y catalana y vasca y de la que fuese menes­ter, no cambiaríamos nuestra posición a este respecto aun­que sólo fuese para evitar una grave tensión o una debacle general porque enfrente tiene este país a unos dirigentes de amplio espectro más propios del medievo, es decir pre­constitucionales, que del milenio que vivimos.

Lo que se me antoja cierto es que ha de haber en España una población flotante que con tal de no tener a gobernan­tes y al partido de índole delictiva que les da soporte, prefi­riríamos ser apátridas antes que españoles hasta que el país entero recobrase una dignidad que, por lo menos y hasta ahora no ha tenido en los últimos cien años.

DdA, XIV/3580

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