martes, 13 de junio de 2017

CONVERSARON CON LA TIERRA PARA ENCONTRAR A SU PADRE, TIMOTEO MENDIETA

 La imagen puede contener: 23 personas, personas sonriendo, calzado y exterior
 En el centro de la imagen, en primera fila, aparece Asunción Mendieta, que a sus noventa años ha podido ver por fin el hallazgo de los restos de su padre, Timoteo Mendieta, asesinado en 1939 por la dictadura franquista. Quienes la acompañan han hecho posible ese logro, después de veinte días de trabajo y conversación con la tierra -tal como dice Emilio Silva-, que tiene su propia memoria y da a los gobiernos indignos lecciones tan memorables como esta de la que acaba de ser testigo esta dignísima anciana nonagenaria.

Emilio Silva
Ascensión Mendieta se embarcó la noche antes de cumplir 88 años en un vuelo entre Madrid y Buenos Aires. Su objetivo era reunirse con la jueza que lleva la causa argentina contra el franquismo, María Servini de Cubría, y pedirle ayuda para poder encontrar los restos de su padre, Timoteo Mendieta, asesinado en Guadalajara por la dictadura franquista. Los ojos de Ascensión han visto el horror, el hambre, la indignidad de quienes vencieron por la fuerza y construyeron el apartheid español, el envejecimiento prematuro de una madre que tuvo que sacar adelante a su prole con todo el viento en contra, el silencio de las instituciones de la recuperada democracia, el panteón de los ilustres ocupado por quienes hicieron una buena carrera en la dictadura y no dejaron de hacerla en democracia.
Esa mujer, que parece tan frágil, nunca se ha rendido. Durante años los gobiernos y las instituciones españolas le cerraron las puertas y le dieron la espalda pero ella ni olvidó ni se detuvo. No ha parado hasta que el pasado viernes recibió la noticia de que finalmente su padre había sido identificado genéticamente, después de ser buscado por segunda vez por miembros y voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Una mujer como Ascensión merece todo el reconocimiento del mundo, por no haber aceptado el comportamiento psicópata de un poder político que quiere que nos parezca normal vivir en una país con 114.226 hombres y mujeres desaparecidos por alguien que decidió que prosperar colectivamente era un ataque a Dios y a España. ¡Gracias Ascensión!
La foto podría ser un Consejo de Ministros de la Memoria y los Derechos Humanos. Voluntarios y voluntarias que durante más de veinte días, de la mañana a la noche, trabajaron sin descanso, conversaron con la tierra, que tiene su propia memoria, exhumaron con ciencia, con un enorme compromiso y meticulosidad, 24 cuerpos y ayudaron a Ascensión a poder encontrar a su padre, a que se sepa que ese hombre, con señales de haber sido disparado, era Timoteo Mendieta, asesinado por pertenecer a la Unión General de Trabajadores. No se quedaron elaborando discursos, dictando lo que se debo o no se debe hacer; sencillamente lo hicieron.
Llegó la transición y los Timoteos y las Ascensiones eran un estorbo, incluso para los partidos que deberían haberlas representado en el Parlamento. Eran incómodas con su recuerdo de los crímenes franquistas, con su negativa a renunciar a la dignidad, demostrando que los que ya tenían la democracia en la cabeza no necesitaban ninguna transición, porque ya la habían hecho con las elecciones democráticas de la Segunda República.
Personas que reparan el mundo, que no esconden sus cicatrices, que le dan dignidad, capaces de responsabilizarse de hilvanar y coser lo que otros rasgan, pisotean y destrozan, que asumen como propios "los sueños pendientes de ser soñados", de los que habla el poeta Juan Carlos Mestre, de aquellos hombres y mujeres que construyeron nuestra primera democracia y pagaron un precio muy alto para que yo, un día como hoy, pueda estar escribiendo este texto con total libertad. Se lo debo a ellos y a ellas y no lo olvido.

DdA, XIV/3560

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