Félix Población
Lo más atrayente de
la sesión de ayer para muchos ciudadanos, entre los que me incluyo, era saber
hasta qué punto se había preparado Unidos Podemos (UP) los respectivos
discursos que su portavoz, Irene Montero, y su candidato, Pablo Iglesias, iban
a pronunciar en el Congreso. En el caso de Montero porque era mucha la
responsabilidad asumida, aun sabiendo sus cualidades parlamentarias, y en el de
Iglesias porque algunos apostábamos por lo que al cabo fue: duro en su exposición,
como no podía ser de otro modo, pero más mesurado en el tono que en otras
ocasiones, como si esto compitiera en esta ocasión a su compañera.
La combatividad de
Irene Montero no estuvo reñida con su meticulosidad en la enumeración de
cuantos casos de corrupción colman la trayectoria del partido en el gobierno.
Es muy posible que cuando se haga la reseña de capítulo tan ominoso en la
historia del parlamentarismo español, el discurso de la portavoz de UP sea
imprescindible para su conocimiento pormenorizado. Antológica la entonación con
la que mencionó en dos minutos los 64 casos de mamandurrias varias con las que
el Partido Popular se ha ganado el título de partido más corrupto de Europa.
Pero si la
documentación con la que Montero nutrió su participación fue masiva e incluso
excesiva para inaugurar la jornada, la de Pablo Iglesias no le anduvo a la zaga
con un carácter más general, pues sin obviar los motivos por los que UP
presentó su moción de censura y los programas que como candidato a la
presidencia llevaría a cabo, el líder de Podemos quiso antes hacer una
introducción histórica sobre los antecedentes de la corrupción en España. Para
ello se remontó a los tiempos de la primera restauración monárquica, al bipartidismo turnista de Cánovas y Sagasta, reivindicando los nombres de quienes ya
entonces empeñaron sus esfuerzos en la regeneración de España, tan olvidados como dignos de reconocimiento.
Don Mariano, a quien
el periodismo servil califica de eficiente orador y excelente parlamentario, ofreció
ayer su más penosa versión –propia de su compañero Hernando-, tanto en las
réplicas a Montero como en las que dio a Iglesias, previamente escritas. Para
Rajoy todo cuanto fue expuesto por los dos representantes de Unidos Podemos,
que viene siendo la actualidad del país contada a diario por los medios de comunicación, tuvo en su voz el
calificativo de infamia, despreciable habladuría, calumnia, embuste o
maledicencia. Lo calificó de trampantojo escrito con garabatos gruesos de grafitero,
resumiendo como farsa la moción de censura, promovida para la
agitación social y contra la estabilidad de España.
Como el presidente
del gobierno iniciara su parlamento con una cita de Quevedo (El exceso es el
veneno de la razón), Iglesias le correspondió con otra, muy atinada al caso: La
soberbia nunca baja de donde sube, pero siempre cae de donde subió. Lo de ayer
de don Mariano, aparte de una exhibición deplorable y rancia de soberbia, fue una desmesurada manifestación de cinismo y desprecio a cuantos ciudadanos creen que la corrupción del Partido Popular debería haberlo desalojado gobierno, sean o no votantes de Unidos Podemos.
PS.- Enric Juliana (La Vanguardia), sobre el discurso de Irene Montero: Un discurso demoledor que ha puesto en pie a todo el electorado de
Podemos y que habrá gustado a muchos simpatizantes socialistas y a no
pocos seguidores de los partidos nacionalistas vascos y catalanes.
Es la primera vez que se pronuncia en el Congreso de los Diputados un
discurso tan implacable sobre la dialéctica entre el poder político y
económico en España. La primera vez, con 71 diputados detrás.
DdA, XIV/3561
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