Félix Población
Después de anunciar que el Partido
Socialista francés del que formaba parte está muerto –quizá porque sin él no
tiene futuro-, Manuel Valls anunció que se iba con el partido del triunfador
Macron, próximo presidente de aquella
República. También Hollande dijo algo así hace dos años: "Es necesario un acto de
liquidación, hará falta un harakiri, hay que liquidar el Partido Socialista
para crear un Partido del Progreso”. Valls –cuentan los
expertos- merodeaba alrededor de lo mismo, pero mientras tanto el astuto Macron,
desconocido del público pero íntimo de los pesos pesados más relevantes gracias
a su trayectoria ejemplar por las cocinas del poder fáctico financiero,
actuaba.
Cuando Valls se dio cuenta se enfadó mucho –según los analistas de la
política francesa-, pero Macron ya había alcanzado altura de vuelo. Creyó el primero poder vencerle desde el
PS, pero perdió las primarias, que dieron la candidatura a un político tan gris y anodino como algunos compañeros suyos de por aquí, un tal Benoît Hamon, cuyo único mérito es haber impedido la victoria de la
nueva izquierda melenchoniana y certificar con su 6% la pasokisación del
partido, como también ocurrió en Holanda.
Su fracaso en el PS debió afectar mucho a don Manuel Valls, que se apresuró a afirmar tras los
paupérrimos resultadosde su partido en las elecciones presidenciales, que será uno de los candidatos de La
República en Marcha para las elecciones legislativas del próximo junio. El
ex primer ministro francés de origen catalán justificó además su decisión por la
importancia de "dar a Emmanuel Macron una mayoría amplia y coherente para
que pueda gobernar".
Cuando leí esto, me pareció el tal Valls un tipo
tan camaleónico como muy creído. No solo da por muerto al partido del que se va –cual rata que
abandona el barco cuando hace agua-, sino que se cree imprescindible para dar a
Macron una amplia y coherente mayoría, en la que un militante socialista o así se une
a la derecha pura y dura. Da un poco de asquito, ¿no?
Lo bueno del caso es que
después de tanto darse importancia, a Valls no lo quieren en el partido que
marcha con Macron y lo van a expulsar del partido que dio por muerto con su marcha para
apuntarse al del vencedor. Parece un suicidio o naufragio político en toda regla. ¿O no? También podría ser una nueva lección para el PSOE: La del PSF y la de Valls, adaptada en este último caso a quien ustedes consideren más cerca del ex primer ministro en derechización.
DdA, XIV/3533
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