Félix Población
Los organizadores del acto que tuvo lugar el pasado domingo
en Salamanca, una vez decidida por la
Comisión Territorial de Patrimonio de la Junta de Castilla y León que no hay obstáculo alguno para la
erradicación del medallón de Franco ubicado en la Plaza Mayor de esa ciudad,
fueron conscientes de que para dar relevancia mediática al evento era imprescindible la
presencia de una figura pública de renombre, comprometida con la dignidad y memoria de las víctimas
de la dictadura.
La visita del reputado jurista Baltasar Garzón hizo que el
alcalde Mañueco no fuera indiferente a lo que se dijo debajo de los balcones
del histórico edificio municipal, por más que entre los intervinientes
estuviera la dignísima y emocionada voz de una anciana de noventa años, mi estimada Matilde
Garzón, haciendo memoria de su familia represaliada y apelando como creyente al sentimiento
cristiano que debería primar en nuestros días para con los miles de republicanos
enterrados como bestias en fosas y cunetas.
Respondiendo a su ignorancia o a su sectarismo, el alcalde
de todos los salmantinos sólo prestó una breve e inadmisible respuesta a lo
afirmado por Garzón con relación a la dilación con la que Mañueco y su equipo de gobierno municipal (PP)
se está tomando la retirada de la efigie del dictador. Aparte de insinuar que
todavía cabe la posibilidad de recurrir lo acordado por la aludida comisión y
estipulado en la Ley de Memoria Histórica aprobada hace diez años, el alcalde hizo referencia a la "mala información" de que ha sido víctima por quienes le
acompañaban “con las banderas de la República y Lenin”.
Debería sorprender en quien ocupa el cargo de máxima
autoridad en la ciudad de Salamanca semejante dechado de desconocimiento
histórico, si no fuera porque me niego a creer que el señor alcalde no sepa
discernir entre el primer régimen democrático habido en la historia de España y
la dictadura del proletariado que ejemplifica la personalidad del líder
bolchevique. En la segunda República, como debería saber el alcalde Mañueco,
hubo gobiernos de centro-izquierda (con intento de golpe de Estado del general Sanjurjo), de derecha –muy similar al que ahora
tenemos- y de izquierda. Todos fueron elegidos en las urnas, salvo el que acabó
con el último a los cinco meses mediante un golpe de Estado, al que siguió una crudélisima guerra incivil y una posguerra
de represión y espanto.
Durante esa guerra y esa posguerra, el dictador al que
posiblemente Mañueco desee seguir teniendo como vecino en efigie, tuvo por
aliados a quienes ocasionaron el conflicto armado más cruento en la historia de la
humanidad. Las banderas de esos aliados ondearon y fueron festejadas en esa
misma Plaza Mayor salmantina por quien sigue siendo distinguido con un medallón en piedra ante la perplejidad de cuantos europeos visitan cada año Salamanca, ciudad Patrimonio de la Humanidad.
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