Víctor Claudín
Mi
hijo se acaba de ir a Alemania, a trabajar. Ha dejado la vida que se
estaba haciendo aquí, a su chica, un trabajo, un ambiente, unos amigos. Y
ha decidido dar un salto que, espero, sea hacia adelante. Toda
separación de un ser querido produce dolor, aunque arrastre
circunstancias positivas. Esta despedida, además, está repleta de
incertidumbres, de nostalgias, de rabia y de emociones varias.
Ha sido una decisión suya, por supuesto, pero enmarcada en el
contacto con mucha gente (familia, amigos…) que alentaban su marcha, en
razón al cambio profesional a mejor que parece poder dar. Una decisión
bien amarga. Irse a Alemania ahora lo primero que representa es ser
considerado un trabajador que comienza a cotizar, a ser tratado con
dignidad. Porque aquí, contratado como fotógrafo de moda por una empresa
que trabajaba para Sfera, la cadena de ropa de El Corte Inglés, le
tenían como se contrata ahora: sin seguridad social, obligándole a
dejarse parte del sueldo en pagar esa bestialidad que los autónomos
pagan a Hacienda, sin que le de para alquilar una vivienda que cubra sus
necesidades; cuanto menos se encontraba a gusto con el ambiente de
trabajo.
¿Cómo a las autoridades no se les cae la cara de vergüenza cuando
dicen que el paro baja? Sí, las cifras del paro bajan, a veces, pero a
cambio de estar consolidando una sociedad esclava, sin derechos, sin
seguridad para el futuro, rondando el umbral de la pobreza aun
trabajando todas las horas del mundo. Sí, es verdad, vamos camino del
empleo pleno en nuestra sociedad, un empleo que nos permitirá sobrevivir
acaso, para que unos pocos, en sus castillos, puedan permitirse vivir
el lujo en toda su dimensión.
Irse a Alemania, además, es llegar ahora, legalmente, a Europa.
España ya no es Europa, vuelve a ser un país que no cuenta, del que sus
mejores jóvenes están huyendo para contar con perspectivas halagüeñas.
La brecha entre Europa y España recuerda a la de aquellos Pirineos
infranqueables, que había que atravesar incluso para ver cine. Las
fronteras se van cerrando a una velocidad de vértigo. La Europa de los
pueblos ha pasado a ser una nostalgia y los comerciantes que gobiernan
Europa han establecido unas condiciones que exclusivamente los beneficia
a ellos, a sus empresas, a sus bancos, a sus políticos títeres.
Sí, Dani, vete a Alemania, desde ahí, como ciudadano europeo de
primera, ya podrás moverte sin problema como es tu deseo y tu necesidad.
Tiene 22 años y se ha ido a un pueblo junto a Düsseldorf. Yo con 18
años me fui a un pueblecito en la frontera con Austria y Suiza, y luego a
Munich, formando parte de aquellos larguísimos convoyes que salían dos
veces por semana de la estación del Norte de Madrid. Él sufre ahora la
necesidad de la emigración, como yo la sentí entonces mezclada con la
urgencia de escapar de una España claustrofóbica y mezquina, como
también puede que le suceda ahora a mi hijo, aunque sea de manera bien
distinta. Me da vértigo que él tenga que actuar de manera similar a la
mía, hace casi cuarenta años, lo que quiere decir, claramente, que no
hemos avanzado nada. Sí, claro, en muchas cosas… ¿entonces?
Sí, esta España mezquina por su política económica en contra de la
gente, dirigida a ponérselo difícil, a veces imposible; claustrofóbica
por su pensamiento único.
En literatura cuenta el tono de lo que se escribe. En la sociedad, la
manera de vivir. La que caracteriza España es un verdadero sinsentido
porque es una manera invivible, con empresas que actúan de manera
mafiosa, sin control, la gente carece de medios para sobrevivir con
dignidad, sin derechos y sin organizaciones que te defiendan. Donde ha
triunfado, finalmente, el “Viva la muerte, abajo la cultura”. En fin.
Mi hijo Daniel no estaba viviendo bajo las condiciones en que viven
cientos de miles de chicos y chicas de su edad, sin trabajo, con padres
que apenas pueden echarles una mano, con sueldos de mierda, trabajando
bajo condiciones vejatorias… Él tenía trabajo, un ambiente. Pero apenas
tenía perspectivas de futuro. Y eso es tan grave como lo otro, o casi.
Sí, con todo el dolor de no tenerte cerca, vete a Alemania. Y ya
estás en una Europa que cada vez es más egoísta, luego tal vez pases a
Inglaterra y tengas opciones de hacer lo que te gusta, lo que sabes
hacer, seguro, y de que te valoren, y de que te respeten.
Vete a Alemania, hijo, aquí cada vez se respira peor. ¡Que te vaya bonito!, como a tantos y tantos otros.
DdA, XIV/3466
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