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De un amigo mío, catedrático emérito de la Universidad de
Aix-en-Provence, Eutimio Martín, el Departamento de Publicaciones de la
Diputación de Badajoz acaba de sacar a la luz una edición facsimilar de
dos manifestaciones, para mí desconocidas, del exilio español en Francia
en contra de la dictadura franquista.
La primera apareció en el contexto de las que fueron controvertidas gestiones del gobierno Giral y de la expulsión del PSOE, bajo la férula prietista, del Dr. Juan Negrín junto con varias decenas de sus seguidores. No se les readmitió a la militancia sino a título póstumo a principios del presente siglo. Se trató de un modesto periódico, casi hoja volandera, titulada DON QUIJOTE. PUBLICACIÓN DE HUMOR Y DE COMBATE. El número uno data de junio de 1946 y solo llegó a siete, el último fechado en marzo de 1947. Cada ejemplar tenía cuatro páginas.
La
segunda manifestación fue, esta vez sí, una mera hoja volandera,
titulada AQUELARRE. Data de 1954 y consta de dos romances
antifranquistas. Un sarcástico remedo, titulado “Espantosa grandeza”,
del conocido soneto de Cervantes “Al túmulo del rey Felipe II en
Sevilla”, con la famosísima frase “voto a Dios que me espanta esta
grandeza”. Y otro, “Romance del Peñón”, que se refiere a la eterna
obsesión francofalangista por Gibraltar y su recuperación por la fuerza.
No hay que olvidar que el inmarcesible Caudillo fue el único dirigente
español desde el siglo XVIII que se propuso tomar el Peñón manu militari. Con los gloriosos resultados de todos conocidos.
Eutimio Martín ha buceado en los fondos de la Biblioteca Nacional de
Francia donde ha encontrado DON QUIJOTE y en los del Pabellón de la
República en Barcelona para la hoja volandera. Ambos se han reproducido
pulquérrimamente en una edición al cuidado de Antonieta Benítez Martín,
directora de publicaciones de la Diputación de Badajoz.
No tengo idea de cómo se distribuirá esta obra, aunque me permitiré
hacer una sugerencia al final de este post. Sería una pena que autores
más conocedores que servidor del exilio español en Francia no la
comentaran. La publicación aparece en la rutilante época de los “hechos
alternativos”, tan caros a un sector de esos políticos y aficionados
ante los que se descubren encantandos algunos de nuestros medios
sociales. También viene a dar un pequeño aldabonazo a nuestras
conciencias cuando muchos quieren olvidar la epopeya republicana ya que
nuestro eficientísimo (es un decir) sistema de enseñanza mantiene un
pudoroso velo no solo sobre la guerra civil y la dictadura subsiguiente,
sino en particular sobre el exilio. En tales circunstancias el
recuperar las muestras del ácido humor que surgió, un tanto
sorprendentemente, en las filas del mismo no es una tarea
intrascendente.
La mezcolanza de humor negro y combate político tiene una larga
tradición. Cuando estudiaba en Alemania recuerdo que uno de los libros
que más me impresionó se titulaba “Los chistes susurrados en el Tercer
Reich” (Der Flüsterwitz im Dritten Reich). En nuestro país el
siempre añorado militar y profesor Gabriel Cardona escribió una obra
sobre los chistes contra Francoque a veces fueron desternillantes.
También ha habido largas y sesudas disquisiciones sobre La Codorniz y otras publicaciones humorísticas.
He de confesar que no conocía muestras de ese humor negro en el
exilio español. Nunca me pareció que fuese un entorno en el que pudiera
florecer la vena satírica. Con ello revelo mi ignorancia y me ha hecho
mucha ilusión poder limitarla ahora gracias a la edición que ha
efectuado el profesor Eutimio Martin.
Su trabajo va precedido de una larga introducción histórica sobre
dicho exilio en la que aborda su evolución (con el trato dado a casi el
medio millón de personas que emigraron a Francia y de las que no
tardaron en regresar tres cuartas partes), su aportación a la
resistencia francesa contra el invasor y ocupante nazi, sus
frustraciones ante la política chovinista de De Gaulle empeñado en
crear y mantener el mito de la “Francia resistente” de la que excluyó a
los no franceses, la revisión a que le ha sido sometida con la
recuperación de la “Nueve”, es decir, la compañía de la Segunda División
Blindada del general Leclerc cuyos vehículos fueron los primeros en
entrar en París en agosto de 1944. Sin olvidar el reconocimiento oficial
de la República Francesa del sufrimiento y del heroismo derrochados por
los exiliados españoles. Más vale tarde que nunca, porque también ellos
pagaron el precio de la sangre y de las lágrimas y no solo los nazis,
como reza la inmortal canción de los partisanos.
Lo más interesante de la larga introducción es, naturalmente, la
contextualización de DON QUIJOTE. Se trata de un hueso duro de roer
porque en los siete números no se identifica ni al editor ni a ninguno
de los colaboradores. Todos utilizan nombre extraídos de la obra de
Cervantes. Imagino que por exigencia de la legislación francesa se
indicó una dirección y un responsable de los números (gerente o
administrador) pero, aparte de que fuese un apellido español, que no
dice nada, una tal “Mme. Saez”, la oscuridad más absoluta rodea el
origen de la publicación.
Como siempre, es en la contextualización en donde mejor se percibe la
maestría del historiador. Eutimio Martín no es un principiante. Ha
escrito largo y tendido sobre vetas oscurecidas de García Lorca o de
Miguel Hernández, sobre la represión franquista, sobre el exilio. Ha
entrevistado a lo largo de su extensa carrera universitaria, siempre en
Francia, a relevantes personajes de la resistencia española a los nazis e
incluso a uno de los ejecutores de las decisiones del PCE de acometer
el mitificado intento de invasión transpirenaica en 1944 por el Valle de
Arán.
Martín considera que los colaboradores de DON QUIJOTE bien pudieran
haber sido anarquistas descontentos con la expulsión política de Negrín
del Gobierno en el exilio y que a la vez fuesen fervientes defensores de
la unidad de todas las fuerzas republicanas fuera de España para
levantar y mantener un frente común contra la dictadura de Franco. De
ser así, fueron una excepción dentro de la tendencia política que
representaban. Un dato que no conviene olvidar.
La edición de DON QUIJOTE está dedicada a la memoria de Eduardo Pons
Prades, uno de los primeros autores en reivindicar la memoria y los
hechos del exilio, y en particular de la resistencia anarquista a la
ocupación nazi. En los años terminales del franquismo y durante la
transición, Pons -a quien conocí personalmente- dio una batalla
incansable, persistente, más allá de todo descorazonamiento por lo que
más tarde se llamaría “recuperación de la memoria histórica”. Sus
libros, basados en fuentes orales y escritas, y hasta entonces
prácticamente desconocidas, son obras de referencia. Dice mucho a favor
de la República francesa que Pons terminase condecorado con la Medalla
Militar (una distinción nada pequeña) por su papel en la resistencia.
Sería obvio señalar que, mientras tanto, en España jamás se le hizo
oficialmente, que yo sepa, objeto del menor homenaje. No en vano se
califica a España de “madre amarga”.
Confío en que la Diputación de Badajoz envíe a la red de bibliotecas
públicas de Extremadura, y también de fuera de esa comunidad autonóma,
ejemplares de DON QUIJOTE. PUBLICACIÓN DE HUMOR Y DE COMBATE. Algo que
le asegurará un más amplio reconocimiento. Quisiera reflejar aquí, en
este modesto blog, mis felicitaciones a la institución y a su directora
de publicaciones. El combate continúa en el tiempo, quizá floreciente,
de los “hechos alternativos” y no conviene perder el humor. Desde luego
no en 2017. Tampoco se perdió setenta años antes.
DdA, XIV/3474
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